«Pagaría más impuestos con tal de que la Administración no fuera intervencionista»
Músico, autor e intérprete de sus letras y canciones. Señor Chinarro es su nombre artístico desde 1990, y su cancionero de pop independiente está en alta consideración en la España musical por su talento irónico sobre todo y sobre todos, comenzando por sí mismo
Domingo de urnas, domingo de bronceador, domingo de siesta, domingo de canciones, a lo largo y ancho de la España húmeda o seca que transita una persona cuyo personaje, Sr. Chinarro, no habita en la lista de superventas, sino en los anales del prestigio. Por eso actúa en el importante festival Primavera Sound, de Barcelona. Su campaña empezó antes que la del 26J, es la de su disco ‘El progreso’, editado el pasado mes de abril. Y con el que encarna experiencias tan diversas como dar conciertos en la promoción de las bebidas Martini en Madrid, Barcelona y Sevilla, o los que le han contratado festivales y teatros en Benidorm, Hospitalet de Llobregat, Teruel, Granada,... Antonio Luque, en tanto que Sr.Chinarro, es autor de discos como ‘Perspectiva cabellera’, ‘Enhorabuena a los cuatro’, ‘¡Menos samba!’, ‘Presidente’, ‘Ronroneando’, ‘El mundo según’, ‘El fuego amigo’, ‘El ventrílocuo de sí mismo’, ‘Cobre cuanto antes’, entre otros, cuyos temas no son ni ‘canción del verano’ ni ‘moda de invierno’. Son historias para antes y después de muchas elecciones.
Presente en sociedad al ciudadano Antonio Luque Pérez.
Nací hace 45 años en Sevilla. Mi padre, ya jubilado, se dedicaba a la compra a granel, envasado y venta de aceite. Su empresa se llamaba Entreolivos. Mi madre ha ejercido siempre de ama de casa. De sus cinco hijos, yo soy el mayor. Viví cuatro años en el barrio El Plantinar, después otros diez años en el Polígono de San Pablo, y en los años 80 mi familia se mudó a una casa adosada de las que empezaron a hacerse en el Aljarafe. Comencé a estudiar en un colegio privado concertado, Aljalema. Seguí en el Instituto de Secundaria San Pablo, cuando nos mudamos me trasladé al Instituto de San Juan de Aznalfarache, ahí estudié hasta que pasé a la Universidad. Opté por la carrera de ingeniero técnico agrícola, en el Cortijo del Cuarto. Ayudé a mi padre en su empresa, he vendido mucho aceite. Y trabajé cinco años en la fábrica de Donuts.
¿Cuándo empieza su pasión por la música?
Creo que desde siempre. Escuchaba la radio en el coche de mis padres, era parte de la experiencia de los viajes a la playa en mi infancia, cuando ponían un ‘cassette’ de Nino Bravo. También me aficioné a leer, y al cine. Pero no encontraba en esos ámbitos una magia tan potente como en la música. Empecé a escuchar programas de radio, y a grabar en ese clásico radio-cassette Sanyo que tantos tuvimos en nuestra casa. Descubrí Radio Aljarafe, los programas que ahí hacían Blas Fernández, Eva Tovar, José Pardo,... Llamaba, pedía canciones, ponían la música ‘indie’ de los años 80 que me gustaba, y me sigue gustando.
¿Recuerda el primer concierto al que acudió?
Sí, fue el de Ilegales, en 1986, en el ciclo ‘Cita en Sevilla’ que se hacía en el solar donde ahora está el Teatro de la Maestranza. Yo tenía 15 años, y flipé en colores. Ahí empecé a ahorrar para tener una guitarra eléctrica. Recuerdo que iba a Arpegio, una tienda de instrumentos musicales en Los Remedios, a que me dejaran tocar una eléctrica. Y tuve la suerte de que un amigo que vivía en la urbanización Santa Eufemia, en Tomares, tenía una en su casa, y me probé con esa, y pensé: “Esto es lo que yo quiero hacer”. Encontré mi rumbo. Lo que se tarda más es descubrir cómo hacerlo. Porque ese camino siempre se hace a la contra. Yo no tenía formación musical, mi familia no lo aprobaba,...
¿Qué música escucha más ahora?
Ahora estoy sobre todo con los Beatles. Conocía muchas de sus canciones, pero no todas. Como en Spotify están disponibles todas, pues puedo escucharlos a fondo, y entender que su fama es merecida. También estoy escuchando mucho a Ariel Pink, un cantante y artista norteamericano.
Ahora reside en Málaga.
Conocí en Sevilla a una malagueña, nos casamos, tuvimos un hijo. Y en el verano de 2003, con aquella tremenda racha de calor extremo e insoportable en Sevilla, ella me dijo: ‘¿Qué tal si nos vamos a Málaga?’ Y me convenció. Me gusta tener el mar muy cerca, y comer sardinas. Ahora que puedo comparar, veo que los sevillanos cuidan más su ciudad que los malagueños.
¿Tiene más seguidores dentro o fuera de Andalucía?
Sobre todo en Madrid y Barcelona. Mi música no tiene elementos claramente ligados con lo que se identifica más fácilmente con lo andaluz o sevillano. Quienes se sienten en Sevilla alternativos, y en Sevilla hay una población alternativa, ya me han visto tocar muchas veces, y quizás ahora prefieran más a un grupo nuevo como Pony Bravo. Pero tampoco yo he hecho un estudio de mercado. Sr. Chinarro no es una actitud de vendedor. Si hubiera querido ser vendedor, vendería jamones y quesos. Y seguro que ganaría más dinero.
También hay músicos que logran ingresos gracias a mostrar la actitud de que ellos no son vendedores...
Para todo no se puede valer. Puedo cantar, puedo componer, puedo escribir letras,... pero no me gusta ser un vendedor, prefiero delegar esa función. Lo que está claro es que debo ir más a Suramérica. No solo porque comparten el idioma, sino porque lo aprecian más. Los españoles, cada vez utilizamos menos cantidad de palabras. Los suramericanos hablan mejor castellano, lo defienden más, lo quieren más. Y vive muchísima gente allí. En octubre vamos para allá. Al fin y al cabo son ocho horas de avión, es como ir a Galicia en el coche. Ya he estado actuando en Brasil, México, Chile, Argentina...
Todos los formatos de comunicación tienden a la brevedad. En la literatura está en auge el aforismo. El pop puso de moda abreviar la experiencia musical mediante canciones de tres minutos. En las redes sociales triunfan los videos de pocos segundos. ¿Vamos hacia la canción de un minuto?
No sé. Cuando compongo una canción, realmente la base musical es un minuto. Le meto una estrofa y un estribillo. A partir de ahí, le metes un solo, una parada, una vuelta para acá y para allá, más estrofas, y ya tienes la canción de tres minutos. Lo que noto es que a la gente le cuesta dedicarle tiempo a escuchar una canción. Pararse, pensar, concentrarse. Y, sobre todo, si le dices alguna gran verdad en tu canción, ya es cuando se molestan muchísimo. Los tiempos son así.
¿El público le dice que se siente molesto con sus canciones?
No son un mensaje fácil... hay que presentarlo de modo muy amable porque lo que subyace puede ser duro. Son otros colegas quienes me dicen que mi visión del mundo es dura. O que hay gente que no entiende las letras porque le parecen muy retorcidas.
De la España de sus inicios como cantante, a la de hoy. ¿Más semejanzas que diferencias?
Siempre ha habido grandezas y miserias. Yo recuerdo, porque lo vi, a la gente que aplaudía a Juan Guerra, y le decía al hermano del vicepresidente del Gobierno: “Olé, claro que sí, yo hubiera hecho lo mismo”. Siempre ha habido corrupción alrededor del poder, gobernara el partido que gobernara, y siempre ha habido personas durmiendo debajo del puente. El reventón de la burbuja inmobiliaria fue brutal. Hubo demasiada prisa en echar a la gente de las casas.
Sí hay colegas suyos que ganan mucho dinero como cantantes adoptando un estereotipo de contestatario.
Hacen mensajes más sencillos, canciones más hedonistas, todo más guay... Mi visión del mundo es muy negativa. Veo que detrás de todo hay un Matrix, que nuestro mundo está lleno de mafias diciéndole a la gente lo que tiene que hacer, mientras le están buscando la pasta.
¿Usted cree que los españoles tienen esa visión de su mundo cuando van a ir a votar?
La gente no tiene tiempo de mirar ni de analizar. El que tiene trabajo, le tocan ocho horas de ‘curro’, y tres horas más que no le pagan, y un jefe que le anula y le maltrata psicológicamente. Y no llega a fin de mes, no sabe con quién dejar a los niños... Esas personas no pueden pararse a pensar. Cuando se dan cuenta, se han metido en una trampa de la que ya no te dejan salir. Esa gente no puede ser público de Sr. Chinarro. Quieren pero ya no tienen tiempo.
¿Acaso considera que se obnubila a la sociedad con una enorme y continua dosis de entretenimiento?
Claro, no tiene más que ver lo que ha pasado con Internet, Facebook, Twitter,... Tanta gente confesando sus secretos, volcando sus opiniones, escribiendo tonterías... Poniendo todo eso al alcance del poder para que lo miren y saquen sus oportunas conclusiones... Y los chavales embobados con los youtubers. Si ese es el futuro, me parece desolador.
¿No confía en que cualquier tiempo futuro puede ser mejor?
Tengo la sensación, cada año que pasa, de que la sorpresa no cabe.
¿Alguien ha hecho un estudio con vitola académica sobre sus letras, sobre sus canciones?
Creo que no. Igual me valdría para la vanidad, pero no. Además, el otro día supe que en algunos exámenes de selectividad han dado a elegir a los estudiantes entre un análisis filológico sobre un texto de Valle Inclán y un texto periodístico de Lucía Etxebarria. Y, en algunos grupos de estudiantes, todos elegían el de ella. Con todos mis respetos, yo prefiero a Valle Inclán. Pero todo el mundo va a lo más fácil, a lo inmediato. Ahí se ve.
A los lectores que no le conocían antes de esta entrevista, ¿qué querría contarles directamente sobre la vida de un músico cuando no está en el escenario?
Lo que quiero contar, lo digo en las canciones, lo enseño en las canciones. Yo no voy a los programas del corazón a vender mi intimidad. Y procuro controlarme para no subir muchas cosas a las redes sociales, aunque a veces lo haces y terminan estando al tanto de cómo es tu vida en el día a día. No quiero intentar demostrar de dónde viene el origen de una canción. Y podría intentar escribirlas más sencillas, pero la verdad es que no me salen, ya lo he intentado otras veces.
¿Permite hoy la vida profesional de músico sostener una familia y ahorrar para años venideros?
Algo ahorro a fin de mes.
¿Cuánto han bajado los cachés de los músicos del pop-rock?
Sr. Chinarro no lo tuvo nunca muy alto, y prácticamente no ha bajado. Lo que sí se nota es que se dan menos conciertos. Pero yo gasto muy poco. Los hay que se gastan un dineral en pescados caros, yo prefiero comer sardinas, me encantan. Los gastos tontos no van conmigo. Yo veo gente en el mundo de la música que no llega a fin de mes, y cuando tienen un concierto en ciudades como Madrid, alguno me dice: “Me dolía la espalda, y me he dado un masaje tailandés. Me ha costado 150 euros”. Yo no me he dado un masaje de esos en mi vida. Pero sí soy una persona que llega a fin de mes. No es tanto si bajan o no los ingresos, la clave es cómo te administres. Vaya por delante que hay muchos músicos soportando contratos muy chungos, y con sueldos que no les permiten llegar a fin de mes.
Quizás algunos consideran que es consustancial a la vida de artista dejarse llevar por una pose de no mirar lo que se gasta.
Sí, eso está claro. Aquí, todo el que entra en la farándula inmediatamente se cree que es un divo. A mí me divierte mucho. Yo, como observador, me divierto. Encuentro grupos que me dicen: “Me ha costado 800 euros el alquiler de la furgoneta”. Y yo les digo: “Busca un poco, porque a mí me cuesta 150 euros”. Se puede ser artista y a la vez tener dos dedos de frente.
¿Le han pedido alguna vez consejo desde los organismos públicos dedicados a la cultura?
Nunca. Lo mejor es que dejen hacer. Lo mejor de los poderes públicos es cuando no están. Yo pagaría más impuestos por tal de que no hicieran absolutamente nada.
¿En todos los temas?
Tiene que haber sanidad y educación, públicas y gratuitas. Para todo lo demás, mejor se abstengan de actuar. Insisto: pagaría más impuestos para que fueran menos intervencionistas. Entre las personas nos podemos apañar sin que tenga que haber por medio un señor disfrazado de experto en lo que no sabe nada. Cuánta mentira hay en la política actual. Todos los partidos entran en el poder para lo mismo.
¿Qué libro está leyendo ahora?
Estoy volviendo a leer América, de Kafka.
¿Cómo influye en un creador cultural que ahora cualquier persona tiene acceso simultáneo y contemporáneo a todo el conocimiento y cultura de todas las épocas?
Me lo tomo con calma. Lo que está muy mal es la pérdida de influencia de la crítica musical, que ha jugado un papel importante en España durante décadas, en revistas como Rock de Luxe, para ordenar, orientar, explicar. Ahora prevalecen los panfletos publicitarios al mejor postor, que reparten pulseritas de un festival. Es una pena.
Como sevillano, una propuesta para la ciudad.
Unirse a los gaditanos para conseguir entre todos que se suprima el peaje de la autopista Sevilla-Cádiz. Promesa tantas veces incumplida. Que lo quiten de una vez. Pero ahí están los poderosos, pegándole su bocaíto...