Palacio de la Buhaira, un tesoro extramuros

El singular palacio neomudéjar de la Buhaira bulle de actividad en unos jardines con gran valor histórico

30 abr 2018 / 20:53 h - Actualizado: 01 may 2018 / 09:34 h.
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  • El Palacio de la Buhaira, una edificación comenzada a construirse en 1892 sobre un solar en el que todavía pueden verse vestigios almohades. / Reportaje gráfico: Jesús Barrera
    El Palacio de la Buhaira, una edificación comenzada a construirse en 1892 sobre un solar en el que todavía pueden verse vestigios almohades. / Reportaje gráfico: Jesús Barrera
  • El patio interior de la Buhaira es escenario en verano de un ciclo de conciertos y propuestas escénicas. / Jesús Barrera
    El patio interior de la Buhaira es escenario en verano de un ciclo de conciertos y propuestas escénicas. / Jesús Barrera
  • Clases de francés, cada mañana en el Centro Cívico. / J. B.
    Clases de francés, cada mañana en el Centro Cívico. / J. B.
  • Un alumno del taller de pintura. / J. B.
    Un alumno del taller de pintura. / J. B.
  • Exposición de alumnos de los cursos que se llevan a cabo. / J. B.
    Exposición de alumnos de los cursos que se llevan a cabo. / J. B.
  • Pintadas sobre restos almohades vandalizados. / J. B.
    Pintadas sobre restos almohades vandalizados. / J. B.

En las ciudades de centros históricos imponentes como Sevilla todo lo que pasa fuera del mismo queda como a contramano, no solo para el turista, para el visitante ocasional también, y lo que es más grave, para el propio sevillano. Desde una perspectiva rancia, adentrarse en el puente de San Bernardo mirando a Nervión constituye una aventura para quienes creen que todo lo fetén se localiza intramuros. Desde hace unas semanas la remozada Fábrica de Artillería se yergue en las inmediaciones como una factoría de actividades en la que –aseguran los garantes de la cultura municipal– van a empezar a pasar muchas cosas. En vecindad con esta catedral civil divisamos los jardines de la Buhaira, divididos en dos partes. En una de ellas contemplamos cómo en su corazón se alza el Palacio de la Buhaira, un tesoro de extramuros cuyo interior late con fuerza.

Y no se trata, en este caso, de actividad paranormal alguna, más bien la propia y característica vida del centro cívico en el que lleva años reconvertido este pequeño palacio almohade. «Sólo si tiene tiempo puede acercarse hasta la Buhaira para disfrutar con la visión de su recoleta edificación árabe», puede leerse en la guía germana Andalusien, de la editorial Marco Polo. Y en el libro Gebrauchsanweisung für Andalusien, de Paul Ingendaay, se asegura que la visita a la ciudad no estará completa «sin una última foto en los jardines de la Buhaira, frente a un bello palacio que fue utilizado por los reyes de Sevilla». La misma buena impresión debió causarle este lugar en el año 1171 al califa Abu Ya Qub Yusuf cuando eligió este solar, a las afueras de la ciudad, para alzar un palacio cuya huella es todavía visible en nuestros días.

La alberca que hoy colinda con el Palacio parece querer remitirnos al desaparecido arroyo Tagarete que abastecía estas tierras y que formaba aquí una Laguna Grande (Al-Buhayra). Restos de aquel edificio almohade todavía pueden admirarse hoy en un rápido paseo por sus alrededores. Gracias a tres botánicos –Ibn-Bassal, Abu I-Jair e Ibn Hayay– se convertirá en una zona de recreos en la que se harán diversos experimentos agrícolas, llenando el espacio de plantas aromáticas.

Fue este también, ya en época de la Reconquista, lugar de reclusión de Muhamed Ibn Mahfort, por orden del rey Fernando III. Y a su muerte, el palacio y todas sus huertas fueron repartidas entre los 200 caballeros hidalgos vinculados a la figura del monarca. Para entonces esta modesta Medina Azahara en Sevilla era abastecida con el agua proveniente del acueducto de los Caños de Carmona. Se denominó entonces Huerta del Rey.

En 1457 se empezó a construir el Convento de Santo Domingo de Porta-Coeli, que se hizo con gran parte de los terrenos de aquella primitiva Buhaira, momento el que empieza la desmembración del complejo que hasta ahora, pese a los avatares, había sido. Será en 1892 y por orden de María de los Ángeles de Medina Garvey cuando se levante el así llamado Pabellón Neomudéjar de María de los Ángeles, en cuya construcción intervino Aníbal González. Habrá que aguardar a los años 20 del pasado siglo para que la zona comience a urbanizarse y se pierda completamente la histórica condición natural del entorno.

Lo que vemos hoy entonces es el Pabellón Neomudéjar de dos plantas que mandó construir la hija del marqués de Esquivel, un palacete rodeado por los recuperados jardines de la Buhaira. Una construcción ejemplarmente mantenida que fue y sigue siendo respetuosa con los restos restaurados almohades del primitivo inmueble que quedan y son visibles en la parte trasera del Palacio. El conjunto, declarado Bien de Interés Cultural, alberga en resumen las ruinas del Palacio de la Buhaira, la alberca, la portada de las Almenas, la puerta de San Agustín, la calle Nueva y la portada de Tejaroz. Y aunque las zonas verdes que lo circundan no tengan la catalogación BIC no hay que olvidar –como así nos lo recuerdan unos azulejos– que en la obra Rinconete y Cortadillo Cervantes menciona estos jardines que hoy abarcan una superficie aproximada de 35.000 metros cuadrados.

Absolutamente abierto al visitante –de 08.15 a 21.30 horas de lunes a viernes; sábados hasta las 15.00 horas–, el Palacio, como centro cívico, se incardina dentro del programa Nervión, arte y cultura, que desde el año 2014 está en marcha tanto aquí como también en el Centro Cívico Sindicalistas Soto, Saborido y Acosta, en el parque de la Ranilla. En 2017 6.430 personas participaron en los 26 eventos celebrados en ambos centros; y actualmente son medio centenar las entidades colaboradoras que desarrollan actividades en estos lugares. «Sin embargo la Buhaira como tantos otros centros cívicos distan mucho de ser suficientemente conocidos», dice su director, Rafael Guillén, quien lleva desde el año 2009 al frente de ambos centros de Nervión.

«En otras poblaciones se informa mediante cartelería en los espacios públicos de las actividades, ya sean teatro, cine, presentaciones, clases de idiomas, lo que sea, que se producen en unos espacios que son para el disfrute del ciudadano, no todo va a ser la programación del Lope de Vega o del Teatro de la Maestranza», defiende Guillén. «Muchos sevillanos pagan religiosamente sus impuestos y, sin embargo, nada saben de todo lo que se les ofrece en lugares como estos», lamenta. El pasado año, entre la Buhaira y el de la Ranilla, hubo 60 exposiciones. «...Y además, conviene matizar que aunque estemos en Nervión estas instalaciones, como cualquier otro, están abiertos a todos los sevillanos independientemente del barrio en el que residan», matiza su responsable.

Más de una decena de colegios, varias asociaciones de mujeres, de artesanos, de aficionados al flamenco, de amantes del jazz y del blues, hermandades de penitencia, múltiples asociaciones de teatro y hasta organizaciones que profundizan en asuntos tan específicos y minoritarios como el psicoanálisis se reúnen en la Buhaira y sacan adelante sus actividades. Los espacios son de libre uso, solo hay que solicitarlos y tener en cuenta una premisa básica; no se puede establecer ningún tipo de actividad lucrativa en ellos.

Para el común de los mortales, el Palacio de la Buhaira es, además de una hermosa fachada al fondo de unos jardines que observamos desde el coche o el transporte público, sinónimo de las noches de verano. Porque aquí, efectivamente, se lleva a cabo durante el estío el ciclo Noches en el Palacio de la Buhaira, donde se conjuga patrimonio y arte a través de diversos conciertos y representaciones teatrales y líricas cuyo desarrollo habitúa a copar buena parte del mes de julio.

RESTOS ARQUEOLÓGICOS (0) - BOTELLONA (1)

A pesar de que los servicios de limpieza eliminan la huella de la botellona cada lunes, los restos almohades del primitivo Palacio de la Buhaira –en la parte trasera del edificio neomudéjar– son continuamente vandalizados por pintadas de todo tipo. «He hecho reiterados escritos a la Policía Local para que cierren el acceso que permite a los jóvenes llegar a este lugar, que también se utiliza como escondite por los estudiantes que hacen rabona», lamenta el director del Centro Cívico, Rafael Guillén. Restos de cristales, botellas, bolsas y todo tipo de basura son habituales en este lugar catalogado como Bien de Interés Cultural.