Su infancia son recuerdos de la Casa de Pilatos, donde nació hace 60 años. Su futuro aún no está escrito en su blog Bibliotecarios2020, pionero en su especialización temática cuando lo inició en 2006. Su presente es hacer avanzar el modelo de gestión de las bibliotecas para acompasarlo con la revolución global de la enseñanza, el aprendizaje y la investigación. De ahí el título de su tesis doctoral: La rentabilidad de la Biblioteca en la Web Social. Nieves González es la mayor de los siete hijos de Joaquín González Moreno, prestigioso historiador, gran impulsor del conocimiento y defensa del patrimonio documental e inmaterial de Sevilla, que fue nombrado conservador de la Casa de Pilatos. No solo acometió notablemente la restauración del palacio sino que realizó además una enorme labor para preservar, unificar y divulgar los fondos documentales de la Casa Ducal de Medinaceli, imprescindibles para conocer la Historia de España a partir de la Edad Media. «Vivíamos en el recinto de la Casa de Pilatos tanto la familia del administrador como la mía. Nuestra puerta de entrada y salida era por la calle Imperial, no por la fachada principal. Nuestro dormitorio estaba colindante al Archivo, por allí entraba y salía mi padre, y el olor a legajos era para mí una sensación familiar e infantil».
–En su infancia, ¿tenía relación con los duques y sus hijos?
–Hacíamos vidas separadas, nosotros jugábamos con los hijos del jardinero y con los del administrador. Teníamos un patio para nuestras familias, y los hijos del duque estaban en otra zona. Los veíamos enfrente. A veces había experiencias de película, cuando se organizaban fiestas en Pilatos. Recuerdo en mi dormitorio a la cantante Marisol vistiéndose. O ver en un patio a Jacqueline Kennedy. Cuando ocurrían esas cosas y al día siguiente iba a mi colegio, las Teresianas, lo contaba a mis compañeras y no se lo creían. Cuando yo tenía 14 años, dejamos de vivir en Pilatos y nos trasladamos a una casa muy cercana que tenía mi abuela en la calle Rodríguez Marín.
–¿Las bibliotecas fueron su vocación o su padre la encaminó?
–Siempre quise dedicarme a lo que hacía mi padre. Desde niña lo tuve claro. Abrir la puerta y pasar de mi dormitorio al archivo era mi mayor ilusión.–¿Le vendría bien a los nativos digitales una inmersión profesional en un archivo de legajos, y a los archiveros veteranos tirarse de cabeza al big data?
–Por supuesto. Al ritmo que va hoy la innovación, a los más jóvenes no les ha dado tiempo a tener perspectiva y a enraizarse con nuestros antecedentes. Es fundamental crear ese vínculo para que entiendan el por qué de muchas cosas, y para que contribuyan a mantener el patrimonio documental. Si no, puede haber una ruptura fatal. Y al revés también es crucial: los investigadores, profesores, archiveros, bibliotecarios, etc., que no han incorporado las nuevas tecnologías y las nuevas metodologías, y siguen pensando que ya les va bien haciendo lo de siempre al modo de siempre, y que nadie ha de cambiarles ni los modos de trabajar ni los objetivos.–Su trayectoria indica que es posible vencer la resistencia al cambio.
–Cuesta muchísimo trabajo que en la Facultad de Económicas y Empresariales se inscriban profesores, investigadores y doctorandos a los cursos gratuitos de formación que impartimos para que aprendan herramientas informáticas que favorecen hacer mejor y más rápido cualquier investigación y publicación. Por ejemplo, Mendeley, un gestor avanzado de referencias y citas bibliográficas, con funciones maravillosas. No hay demasiado anhelo por ponerse al día, y no se puede seguir trabajando solo en papel, con fichas. Ni puede creerse que manejar datos en Excel es el no va más para toda la vida.–¿Qué experiencia aceleró su evolución?
–Hace 20 años hice en Barcelona, en la Universidad Pompeu Fabra, un máster en documentación digital. Fue buenísimo. Me rompió los esquemas, me encantó descubrir el hipertexto y sus posibilidades. Ahora soy profesora en ese máster, con docencia on line desde Sevilla. También intervengo como profesora en la Hispalense en un máster de documentación, archivos y bibliotecas.–La Pompeu Fabra siempre está en los primeros puestos del escalafón universitario por niveles de calidad. ¿En qué se diferencia su gestión respecto a las de Sevilla?
–La conozco bien por lo mucho que he participado conjuntamente con los servicios centrales de su biblioteca en grupos de trabajo donde yo intervenía en representación de la Hispalense y también participaban la Politécnica de Valencia y la Complutense. La Pompeu Fabra es una universidad un poco mayor que la Olavide, y destaca porque, desde su inicio, está gestionada con criterios de optimización de recursos. Se nota. Por ejemplo, los servicios de biblioteca y de informática están integrados, y así todos los esfuerzos van en la misma dirección, con un objetivo común, y los proyectos salen adelante, y las iniciativas son bienvenidas, se valoran. En Sevilla provoca un desgaste enorme que todo se convierta en luchas internas. Quema mucho que se confunda plantear proyectos para mejorar la prestación de servicios, con defender tu área y tu parcela desde esa mentalidad de “cualquier cosa que no sea defender lo que yo hago significa ir en contra de mí”. Nuestras universidades tienen muchos más recursos que la Pompeu Fabra y, sin embargo, alcanzan peores indicadores de rendimiento investigador. Un ejemplo: el consorcio de bibliotecas universitarias andaluzas es, desde hace muchos años, un modelo para el resto de España. Sin embargo, no somos capaces de llevar eso a buen puerto, porque nos quemamos en luchas internas.–De su etapa en los servicios centrales de la biblioteca general de la Universidad de Sevilla, ¿de qué se siente más satisfecha?
–De participar en un periodo muy innovador. Había aprobado mis oposiciones de facultativo en bibliotecas y en 1999 me ocupé del cambio de su sistema tecnológico a la vez que dar un salto en la gestión de los fondos: parametrizar toda la catalogación, los préstamos, las adquisiciones,... Y que a la vez se implantara en todas las bibliotecas universitarias andaluzas, funcionando como un catálogo único. Después, otro reto fue crear e implantar para todas el plan de formación en competencias informacionales. Y, a continuación, ser Sevilla la biblioteca pionera en incorporar las herramientas de la web social: redes sociales, blogs, chats,... Fue una etapa de mucha adrenalina.–En el extranjero, ¿dónde cuentan más con usted?
–Sobre todo, la Universidad Católica de Chile. Cada verano, desde hace seis años, me invitan a participar en su congreso InnovaTics. Y en 2014 me propusieron que les organizara un plan de formación obligatoria en competencias digitales e informacionales para los alumnos de primer curso de todos sus grados y titulaciones. Me reuní con todos los colectivos de su comunidad universitaria y, como era un proyecto ordenado por su cúpula gestora, todo el proceso de puesta en marcha ha sido eficaz y fluido. –¿En nuestras universidades ya no se consideran necesarias las bibliotecas?
–Cuando, hace año y medio, me hice cargo de la Biblioteca de Económicas y Empresariales, lo primero fue entrevistarme con los directores de departamento de toda la facultad para saber qué podría aportarles la biblioteca. Y algunos me dijeron: «Nada, vivimos de espaldas a la biblioteca», o «Yo querría comprar libros, pero mis profesores me dicen que no necesitan nada de la biblioteca, que todo lo encuentran en internet». Por lo tanto, mi prioridad está siendo luchar para reposicionar la biblioteca en el centro de la vida diaria de la facultad. Impartiendo formación, y consultando a los alumnos sus necesidades. De los 4.000 que hay, 1.500 han respondido un cuestionario. Ojalá pueda desarrollar en favor de todos los estudiantes muchas cosas que vi el año pasado en México, en los tres campus de la Universidad Cetys en la región de Baja California: Ensenada, Tijuana y Mexicali. En Sevilla cuesta mucho entender lo que en el siglo XXI son y pueden ser las bibliotecas.–¿Cómo quiere llevarlo a cabo?
–De entrada, creando salas en las que se trabaje en grupo, y sirvan también para formación. Dejar de percibirse como un lugar pasivo y entenderse como un centro activo. Fusionar en una sola las bibliotecas de esta facultad y la contigua de Finanzas y Turismo. Están separadas por escasos metros y hay que eliminar solapamientos para optimizar los recursos y dar servicio a carreras donde la mayor parte de profesores y asignaturas son compartidos. Por supuesto, poner en libre acceso todos los fondos bibliográficos: 50.000 volúmenes. Todo lo que está en depósito cerrado es biblioteca muerta. Mejorará la demanda de préstamo de libros. Pero hay que ir mucho más allá. No es fácil convencer a un estudiante o a un profesor de que tiene a su disposición a profesionales en gestión de la información y el conocimiento. Solo se puede conseguir cambiarles la mentalidad sobre lo que hoy en día puede ofrecerles un bibliotecario si se parte de atender sus necesidades.–¿Y cómo les convence?
A los profesores, por ejemplo, enseñándoles cómo publicar en los sistemas de acceso abierto (Open Access). Porque el dinero para muchos proyectos de investigación ya no se consigue si los resultados no se publican en abierto. A los alumnos, ayudándoles a mejorar en los recursos que utilizan para sus trabajos. Hay muchos que suspenden en el proyecto de fin de grado porque elaboran muy mal sus trabajos. Algunos alumnos ni los presentan porque les da vergüenza. Hay que enseñarles a manejar las fuentes documentales, cómo citar fuentes, cómo organizar y estructurar sus contenidos, erradicar la tentación del plagio,... Cuando perciben que la biblioteca les aporta valor a su actividad, comienzan a estimar mucho más su importancia. Por eso hemos potenciado tanto la labor formativa. En la sala que tenemos con pizarra digital y 25 puestos con ordenadores portátiles, ya hemos iniciado actividades como espacio de encuentro entre profesores y alumnos para compartir experiencias y conocimientos como emprendedores. Y lo emitimos con Periscope, herramienta que utilizo desde hace año y medio para difundir sesiones formativas.–¿No se está acelerando, a la velocidad que impone la competencia global, la transformación de las bibliotecas como centros del saber en una sociedad de conocimiento abierto?
–Como en cualquier asunto, depende del talante de personas a título individual. Esta semana ha cumplido diez años la creación de mi blog. Cuando empecé a participar así en la web social, en la Universidad de Sevilla me llamaban loca. Me decían que dejara de perder el tiempo y que me dedicara a trabajar. Ahora, es un mandato institucional que todas las bibliotecas tengan medios sociales como vías de comunicación. Ahora es obligatorio. Y ya se habla de medios sociales sin que a algunas personas les salgan sarpullidos, como les sucedía cuando yo empecé y lo proponía.–¿Influyen también las inercias gremiales?
–Hay gente que se está dando cuenta: o cambiamos rápido o desapareceremos. Hay que rentabilizar a los profesionales. Si se dispone de personas que están manejando contenidos, catalogando, dando formación, etc., ¿las van a tener metidas en habitaciones y salas al margen de la vida de la Universidad? Hay que utilizarlas mejor. Los espacios se seguirán llamando bibliotecas, pero han de ser concebidos como servicios a la comunidad, integrando biblioteca, informática y audiovisual. El centro no puede seguir siendo el profesional. El centro tiene que ser la necesidad del usuario. De momento, se nos llena la boca diciendo que lo es, pero no es verdad.–¿Un ejemplo en Sevilla a tener en cuenta?
–Los bibliotecarios del Colegio San Francisco de Paula. Me he quedado impresionada al conocer cómo trabajan con los alumnos, y la formación que tienen: cursos en Estados Unidos, en Berlín, experiencias en bibliotecas universitarias de gran calidad,... Una multiculturalidad y una apertura de mente que hace falta en todas partes.–Participó en crear el Plan Alba para extender por toda Andalucía formación en competencias digitales. ¿Por qué el Gobierno autonómico lo paró tras encargarlo y ponerlo en marcha?
–Era un proyecto donde se invirtió mucho dinero público, mucho esfuerzo y mucho tiempo. Comenzó hace 8 años y su eje era formar en competencias digitales a los bibliotecarios de todas las localidades de Andalucía, para que, a su vez, fueran capaces de formar a personas usuarias de sus respectivos centros y llevar a cabo actividades mediante el uso de herramientas digitales. Se les enseñaba a crear un blog, a utilizar Slideshare para publicar en internet, a crear videos, a utilizar redes sociales y contenidos en Youtube, Flickr, etc. A partir de ahí, se dio otro paso: un plan digital de contenidos locales. Me inspiré en un proyecto similar y en vigor que conocí en Chile. Nos planteamos esto: Qué debía hacer una biblioteca para detectar qué contenidos y conocimientos había a su alrededor en riesgo de perderse. Cómo digitalizarlos y subir esos contenidos locales a una web que iba a crear la Junta de Andalucía. Todo ello suscitó grandes expectativas, se implicó mucha gente en los pueblos, y aún es citado como referencia por estudiosos de esta materia a nivel español. Sin embargo, todo se paró en uno de los cambios de gobierno y de consejeros en Andalucía. Era una iniciativa enormemente beneficiosa para la comunidad, permitía que los bibliotecarios recobraran protagonismo en la sociedad y satisfacción por la utilidad de su trabajo dinamizando comunidades. Pero basta que cambien a un político y ya el siguiente no ve bien lo que se ha sembrado antes que él. Con las dificultades presupuestarias que hay, ¡cómo se puede despilfarrar de esa forma!–Su blog sobre la innovación en los ámbitos de la documentación y la información le ha servido de puente para colaboraciones académicas y profesionales. ¿Dónde tiene más seguidores?
–Me sigue sorprendiendo gratamente descubrir que me leen personas desde toda España, América Latina y Estados Unidos, principalmente. Ya sea entrando directamente en el blog o a través de la difusión de los artículos por una de las muchas redes sociales donde aparecen.–¿Percibe si los estudiantes universitarios que usted ve en Sevilla ya han desarrollado con naturalidad una doble identidad local y global, por la facilidad de comunicación que propician los móviles y los ordenadores?
–Hay de todo. Algunos están abiertos al mundo, dominan idiomas, y no se sienten limitados por el arraigo a Sevilla. Otros siguen embutidos en una mentalidad de hablar solo con los cuatro amigos del barrio o del pueblo. De los primeros, he visto experiencias muy interesantes de cómo trabajan en grupo escuchándose y viéndose todos del siguiente modo: unos físicamente juntos, otros a la vista a través del móvil y otros por ordenador. También he contemplado cómo han entrevistado así a emprendedores. Los más activos van sirviendo de ejemplo a otros estudiantes para que evolucionen.–¿Cuál es su punto de vista sobre la evolución de Sevilla?
–La situación es para sentirse agobiada y desanimada. Esta ciudad solo salvará su futuro si se abre paso el espíritu y el esfuerzo de lo que se promueve desde algunos ámbitos e iniciativas de la sociedad civil más moderna y abierta. Porque hay tanto clientelismo, y es tan nefasto, que se impone la cortedad de miras, luchar solo por defender la parcela de cada uno. El clientelismo que hay en las universidades sevillanas es tan horroroso que puede destruirlas a ellas y a la ciudad. {Su infancia son recuerdos de la Casa de Pilatos, donde nació hace 60 años. Su futuro aún no está escrito en su blog Bibliotecarios2020, pionero en su especialización temática cuando lo inició en 2006. Su presente es hacer avanzar el modelo de gestión de las bibliotecas para acompasarlo con la revolución global de la enseñanza, el aprendizaje y la investigación. De ahí el título de su tesis doctoral: La rentabilidad de la Biblioteca en la Web Social. Nieves González es la mayor de los siete hijos de Joaquín González Moreno, prestigioso historiador, gran impulsor del conocimiento y defensa del patrimonio documental e inmaterial de Sevilla, que fue nombrado conservador de la Casa de Pilatos. No sólo acometió notablemente la restauración del palacio sino que realizó además una enorme labor para preservar, unificar y divulgar los fondos documentales de la Casa Ducal de Medinaceli, imprescindibles para conocer la Historia de España a partir de la Edad Media. «Vivíamos en el recinto de la Casa de Pilatos tanto la familia del administrador como la mía. Nuestro dormitorio estaba colindante al Archivo, por allí entraba y salía mi padre, y el olor a legajos era para mí una sensación familiar e infantil».
—¿Las bibliotecas fueron su vocación o su padre la encaminó?
—Siempre quise dedicarme a lo que hacía mi padre. Desde niña lo tuve claro. Abrir la puerta y pasar de mi dormitorio al archivo era mi mayor ilusión.
—¿Qué experiencia aceleró su evolución?
—Hace 20 años hice en Barcelona, en la Universidad Pompeu Fabra, un máster en documentación digital. Fue buenísimo. Me rompió los esquemas, me encantó descubrir el hipertexto y sus posibilidades. Ahora soy profesora en ese máster, con docencia online desde Sevilla. También intervengo como profesora en la Hispalense en un máster de documentación, archivos y bibliotecas.
—La Pompeu Fabra siempre está en los primeros puestos del escalafón universal por calidad. ¿En qué se diferencia su gestión respecto a las de Sevilla?
—Está gestionada con criterios de optimización de recursos. Se nota. Por ejemplo, los servicios de biblioteca y de informática están integrados, y así todos los esfuerzos van en la misma dirección, con un objetivo común, y los proyectos salen adelante, y las iniciativas son bienvenidas, se valoran. En Sevilla provoca un desgaste enorme que todo se convierta en luchas internas. Quema mucho que se confunda plantear proyectos para mejorar la prestación de servicios, con defender tu área y tu parcela desde esa mentalidad de ‘cualquier cosa que no sea defender lo que yo hago significa ir en contra de mí’. Nuestras universidades tienen muchos más recursos que la Pompeu Fabra y, sin embargo, alcanzan peores indicadores de rendimiento investigador.
—En el extranjero, ¿dónde cuentan más con usted?
—Sobre todo, la Universidad Católica de Chile. Cada verano, desde hace seis años, me invitan a participar en su congreso InnovaTics. Y en 2014 me propusieron que les organizara un plan de formación obligatoria en competencias digitales e informacionales para los alumnos de primer curso de todos sus grados y titulaciones.
—¿En nuestras universidades ya no se consideran necesarias las bibliotecas?
—Cuando, hace año y medio, me hice cargo de la Biblioteca de Económicas y Empresariales, lo primero fue entrevistarme con los directores de departamento de toda la facultad para saber qué podría aportarles la biblioteca. Y algunos me dijeron: ‘Nada, vivimos de espaldas a la biblioteca’, o ‘Mis profesores me dicen que no necesitan nada de la biblioteca, que todo lo encuentran en internet’. Por lo tanto, mi prioridad está siendo luchar para reposicionar la biblioteca en el centro de la vida diaria de la facultad. Ojalá pueda desarrollar en favor de todos los estudiantes muchas cosas que vi el año pasado en México, en los tres campus de la Universidad Cetys en la región de Baja California: Ensenada, Tijuana y Mexicali. En Sevilla cuesta mucho entender lo que en el siglo XXI son y pueden ser las bibliotecas.
—¿Cómo quiere llevarlo a cabo?
—De entrada, creando salas en las que se trabaje en grupo, y sirvan también para formación. Dejar de percibirse como un lugar pasivo y entenderse como un centro activo. Por supuesto, poner en libre acceso todos los fondos bibliográficos. Todo lo que está en depósito cerrado es biblioteca muerta. Pero hay que ir mucho más allá. No es fácil convencer a un estudiante o a un profesor de que tiene a su disposición a profesionales en gestión de la información y el conocimiento. Sólo se puede conseguir cambiarles la mentalidad sobre lo que hoy en día puede ofrecerles un bibliotecario si se parte de atender sus necesidades.
—¿Influyen también las inercias gremiales?
—O cambiamos rápido o desapareceremos. Hay que rentabilizar mejor a los bibliotecarios. ¿Los van a tener metidos en habitaciones y salas al margen de la vida de la Universidad? Los espacios se seguirán llamando bibliotecas, pero han de ser concebidos como servicios a la comunidad, integrando biblioteca, informática y audiovisual.
—¿Cuál es su punto de vista sobre la evolución de Sevilla?
—La situación es para sentirse agobiada y desanimada. Esta ciudad sólo salvará su futuro si se abre paso el espíritu y el esfuerzo de lo que se promueve desde algunos ámbitos e iniciativas de la sociedad civil más moderna y abierta. Porque hay tanto clientelismo, y es tan nefasto, que se impone la cortedad de miras, luchar sólo por defender la parcela de cada uno. El clientelismo que hay en las universidades sevillanas es tan horroroso que puede destruirlas a ellas y a la ciudad. ~