Ramón Risco, ingeniero del tiempo

«Es como darle al botón de pause», resume el físico de la US sobre su trabajo en la criopreservación de células, tejidos y órganos, situado a la vanguardia mundial en su campo

20 jul 2017 / 23:05 h - Actualizado: 20 jul 2017 / 23:07 h.
"Ingeniería","Universidad de Sevilla"
  • Ramón Risco, en su laboratorio de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de la Universidad de Sevilla. / El Correo
    Ramón Risco, en su laboratorio de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de la Universidad de Sevilla. / El Correo
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  • Risco, junto al microscopio en el que observa los gusanos. / El Correo
    Risco, junto al microscopio en el que observa los gusanos. / El Correo
  • Explicación del experimento conductista que enseñan a los gusanos. / El Correo
    Explicación del experimento conductista que enseñan a los gusanos. / El Correo
  • Los gusanos en cuestión, de nombre C. elegans, y uno de los capilares en los que los congelan. / El Correo
    Los gusanos en cuestión, de nombre C. elegans, y uno de los capilares en los que los congelan. / El Correo
  • Ramón Risco, ingeniero del tiempo

La primera, en la frente: «Lo que tiene importancia criopreservar es el cerebro. Luego se conecta al cuerpo, como un trasplante de corazón, de pulmón. Trasplantes de cuerpos se están explorando ya». Y sigue: «Viajes en el tiempo se ven cotidianamente en cualquier laboratorio de partículas elementales, y se han hecho experimentos con aviones. En fin, una realidad indiscutible».

Alucina la tranquilidad con la que el profesor Ramón Risco, docente e investigador de la Universidad de Sevilla y miembro del Centro Nacional de Aceleradores, comenta cuestiones que al común de los mortales los lleva a pensar en ciencia ficción. Pero él, científico y referente internacional en el ámbito de la criopreservación, une la capacidad investigadora con la de explicar de manera comprensible su trabajo. Y con una santa paciencia, porque la primera pregunta que afronta cuando habla de la criopreservación es casi siempre la misma: ¿Cuándo podrá realizarse el proceso en humanos?

«¿Y yo qué sé? ¿Cuándo, qué digo? Es como preguntarme cuándo ganará la liga el Betis. Yo qué sé», reitera, y luego puntualiza: «¿Acabará siendo posible? No me cabe la menor duda. Difícil será que esto no salga adelante. Ya hay órganos que se conservan. Y un cerebro no deja de ser un órgano. Se conseguirá, no me cabe la menor duda», vaticina.

De vuelta a la realidad tangible, Ramón Risco emplea de manera habitual una expresión para explicar el carácter de sus investigaciones. «Se hace ingeniería con la energía, con la masa, pero yo, que soy físico, me di cuenta de que se puede hacer ingeniería con el tiempo. Siempre he estado detrás de la posibilidad de modelar el tiempo, de intentar viajar en el tiempo usando principios muy físicos. Hace 20 años o menos, me di cuenta de que los biólogos tenían resuelto el problema de hacer ingeniería con el tiempo. Se llamaba nitrógeno líquido», explica sobre un hallazgo que permite detener el tiempo –«es como darle al botón de pause», explica–. «Entonces, eso en lo que andaba, que era hacer ingeniería con el tiempo, se había descubierto hacía un siglo: era la criopreservación. Y dije: esto está ya inventado, pues vamos a ver hasta dónde podemos desarrollar y hasta dónde podemos hacer viajes en el tiempo usando el frío».

Risco y su equipo utilizan las técnicas de criopreservación en tres niveles: celular, de tejidos y de órganos. En la escala celular, la técnica consiste en el enfriamiento rápido a cientos de miles de grados. En la de los tejidos emplean la vitrificación lenta, en la que «sacan partido al hecho de que los anticongelantes son tanto menos tóxicos cuanto más frío está el sistema, de forma que vamos enfriando lentamente y vamos aumentando la cantidad de anticongelante en consonancia». Un anticongelante que incluye en alrededor de un 60 por ciento etilenglicol, el más habitual e los radiadores de los coches. Con los órganos han desarrollado una técnica que permite ver cómo el anticongelante entra en el órgano: «Es el uso de un TAC médico, que hemos descubierto que es un instrumento ideal para realizar la crioconservación de un órgano y en última instancia bancos de órganos para trasplantes».

Una utilidad empieza a imponerse como evidente: la existencia de bancos de órganos congelados que pudiera recalentarse en condiciones de seguridad y emplearse luego para trasplantes sería un avance gigantesco.

En el nivel de los organismos, Risco ha conseguido resultados muy positivos trabajando con gusanos, organismos que se usan para realizar estudios sobre enfermedades como el párkinson, el alzhéimer o el cáncer. «En unos estadíos muy primitivos, recién salidos del huevo, se conservan mejor que peor –al descongelarlos–, con un 30 o un 40 por ciento de éxito. Los adultos no, tienen ya más de un milímetro y no se podían criopreservar. Nosotros lo que hemos hecho es levantar ese 30 o 40 por ciento pequeñito hasta un cien por cien. Los adultos, en los que se tenía un cero por ciento, también los hemos puesto en un cien por cien, y también hemos conservados cepas mutantes que por algún motivo no congelaban bien, ni siquiera ese 30 por ciento. Y con esta técnica funcionan». Y más, y más sorprendente: «Hemos conseguido demostrar que estos gusanos mantienen los recuerdos una vez que se los saca del nitrógeno líquido». Mediante un sencillo ejercicio de conductismo se les enseñan ciertas cosas, que los llevan a asociar un olor con la comida, y cuando se los saca del nitrógeno líquido, «aquello que se les enseñó lo conservan».

El que más tiempo estuvo congelado pasó tres años y medio en nitrógeno líquido. «Lo sacamos y estaba exactamente igual», dice, y casi parece sorprendido, sobre todo porque hablamos de organismos con un ciclo vital de unos 15 días. «Eso de sacarlos a los tres años, y los ves ahí. Yo digo que la sensación es impresionante».

Físico de formación, Risco ha acabado trabajando en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería. A lo mejor ese carácter de ciencias aplicadas de los ingenieros ha acabado por alcanzarlo. «Sólo lo hacemos si sirve», resume. «Y sirve para parar el tiempo, y eso es una ventaja. Detener el tiempo es algo que tiene interés en cualquier procedimiento biotecnológico, porque una de las cosas que tiene es que degrada los organismos», y de lo que habla Risco es de «detener el tiempo para evitar ese proceso de degradación, de manera que uno pueda echar a andar ese tiempo cuando le resulte interesante». De nuevo la metáfora del botón de pause, y otra aplicación práctica: «Si se saca un tejido ovárico de una señora, si lo tiene cripreservado puede tenerlo allí años, o incluso siglos». Por eso se utiliza esta técnica con pacientes oncológicas que tienen problemas de pérdida de fertilidad después de recibir tratamiento contra el cáncer».

Otra sorpresa se produce con Risco cuando habla de su escasa afición al cine, referente habitual para casi cualquiera de las cuestiones sobre las que él trabaja. «La gente me cuenta cosas de las películas, pero es que yo no veo películas. Estas cosas estarán en las películas, a mí me lo dicen. Me hablan de Star Trek o algo así. Me lo puedo imaginar, porque esto es eso», acepta, y acepta también que la criopreservación sería la solución para los larguísimos viajes espaciales con los que la humanidad sueña. ¿Y, cuando estén desarrolladas, emplearía estas técnicas en él mismo? Después de poner el ejemplo de una científica estadounidense que experimenta en ella misma sus técnicas de rejuvenecimiento, se para y sonríe. Tampoco es la primera vez que se le pregunta: «Hombre, sí. Yo siempre digo que congelarme es la segunda peor cosa que me puede pasar en esta vida. Ya puestos, no hay mucho que perder».

Estudiante del instituto de Pino Montano, Risco acumuló luego un brillante currículum: la Junta de Energía Nuclear lo becó cuando estudiaba física y trabajó en Austria en física cuántica. Cuando cambió de campo y llegó a la biotecnología se marchó a la Universidad de Harvard. Cuatro años después, volvió a Sevilla, donde pocos sospechan que hay trabajos tan novedosos. «Me da exactamente igual», replica. «Decía Descartes, ‘bien vive quien bien se esconde’. Y yo pues aquí ando en mi laboratorio, salgo muy poco. Doy mis clases y me meto en mi laboratorio. Cuando cambié de tema me vine a mi laboratorio con mis estudiantes y aquí estoy tranquilo y bien».

Asume Ramón Risco que, cuando ciertas cuestiones que se suelen asociar a la criopreservación «llegan a cierto sectores de la sociedad, rápidamente piensan en Walt Disney, en los bancos de cadáveres, de personas, y bueno, lo asocian a cuestiones que a lo mejor ven que éticamente no son procedentes. Yo ahí la verdad es que no me meto. Eso se lo dejo a los expertos en ética. Yo intento que la conservación sea cuanto mejor hecha, pues mejor, e intento que la criopreservación llegue cada vez a un mayor número de sistemas biológicos. Eso es indiscutible. Si pueden ser órganos, bien. Si pueden ser organismos, mejor todavía», resume.

Risco y su equipo crearon en 2013 la spin-off SafePreservation. «Porque no podemos estar siempre dependiendo de las ayudas públicas, porque es una sangría para el sistema, y para meterlo en la economía real, que significa que haya alguien que te compre la tecnología, que esté dispuesto a pagar». En ello andan, en disputa con grandes multinacionales.