—¿Cómo valora las últimas actualizaciones del calendario vacunal andaluz?
—La valoración es muy positiva. Introducir el neumococo y adelantar la varicela va a evitar un montón de enfermedades en edad infantil. El neumococo lo solían poner los padres de forma privada y ahora este desembolso no lo tienen que hacer.
—¿Hay muchas diferencias con el resto de comunidades autónomas? Supongo que lo ideal sería la unificación...
—La idea, en efecto, es que se llegue a un calendario único. Pero habría que evitar que fuera un calendario de mínimos. Para eso están los comités científicos, para que se llegue a un consenso que cubra lo que se espera. En ese sentido, el calendario andaluz es bastante completo.
—El Comité Asesor de Vacunas apunta la meningitis B y el rotavirus como vacunas que deberían añadirse.
—Lo ideal sería que el calendario cubriese todas las vacunas. Cuando se decide qué vacunas se van a implantar se hace una revisión bibliográfica científica, se ve lo que se está haciendo en otros países y finalmente se realiza un balance coste-efectividad. Por ejemplo, la meningitis tipo B ahora mismo se considera que es una enfermedad que está controlada; preocupa porque cuando hay un brote la enfermedad es muy grave, pero los casos son muy pocos.
—Ha habido bastante polémica con la tosferina de los seis años por falta de abastecimiento de la vacuna.
—Lo que se ha hecho en Andalucía es darle prioridad a las embarazadas porque los estudios demuestran que si se vacuna a la embarazada entre la semana 28 y la 32, incluso hasta la 36, se transfieren anticuerpos al bebé desde que nace hasta que los cuatro meses empiezan a desarrollar anticuerpos y por otra parte ella se inmuniza de forma que no contagia al bebé cuando le tose encima. Los niños de seis años ya tienen puesta sus dosis iniciales y esta de recuerdo no pasa nada si se les pone en vez de a los seis, a los siete años. Y además, la tosferina no es una enfermedad grave en niños grandes, lo es cuando la contraen recién nacidos. La estrategia de la Junta de Andalucía es la correcta.
—¿Qué les puede decir a los grupos antivacunas?
—Esos grupos tienen mucha información y estudian mucho, pero están mal informados, en las bases que consultan no hay evidencia científica. Uno de sus argumentos es la inmunidad de grupo: si en una clase se vacunan 49 niños de 50, el que no lo hace está protegido de forma indirecta, pero eso cojea porque no todos los niños que se vacunan hacen seroconversión (por ejemplo, en los celíacos se ha demostrado que la vacuna de la hepatitis hace menos efecto). Nos sentimos protegidos porque en nuestro país, gracias a que las coberturas vacunales son muy altas, no hay incidencia de determinadas enfermedades, pero no están erradicadas, como la polio. No contamos con que pueden venir niños o incluso adultos de otros países donde hay una endemicidad de hepatitis A o de polio. Hay que tener cuidado con las bolsas de niños no vacunados porque ellos sí son susceptibles de contraer esa enfermedad. Y hay enfermedades como el tétanos que no se contagia de niño a niño sino que está en el aire y el niño no vacunado está en riesgo por más que el cien por cien de los que le rodean estén vacunados.
—¿Los padres que rechazan la vacunación se equivocan?
—Afortunadamente las tasas de cobertura vacunal son bastante altas pero siguen existiendo esos grupos de padres y de hecho hace poco han muerto niños de enfermedades inmunoprevenibles. El problema de esos padres es que ponen en duda la seguridad, la eficacia y la necesidad de las vacunas y sin embargo son los medicamentos más seguros que hay, los que tienen más estudios y con más cantidad de población antes de salir al mercado. Nadie se plantea el problema de seguridad de un ibuprofeno y es mucho más peligroso que una vacuna a nivel de proporción de efectos secundarios que ha tenido la población al utilizar el medicamento. La controversia que existe con las vacunas viene porque son tan buenas que enfermedades que antes nos asustaban mucho como la polio, que nos horrorizaba, ya no lo vemos. Y las vacunas mueren de éxito, entre comillas. Si vas a África los niños van corriendo a vacunarse, no les da miedo el pinchazo, les da miedo la enfermedad.
—Pero efectos secundarios tienen las vacunas, ¿verdad?
—Por supuesto, como medicamentos que son, pueden tener efectos secundarios. Pero la incidencia y la gravedad de esos efectos son muy inferiores a cualquier medicamento de cualquier otro grupo terapéutico. Y por supuesto, el coste económico, social y emocional de padecer una enfermedad es muy superior al que pueda producir una vacuna. Para un antihipertensivo la cantidad de muestra poblacional antes de comercializarlo puede ser cien veces inferior a la que se precisa para una vacuna. Todas son seguras y eficaces.
—Se presta mucha atención a la infancia. ¿Y los adultos?
—Es verdad que nos volcamos mucho en la protección de nuestros pequeños y no tanto en la de los mayores. Sin embargo, la neumonía todos los inviernos mata a la cantidad de gente equivalente a que se estrellase un Boeing cada hora. Por suerte, esto está cambiando y se está haciendo una campaña muy activa para vacunar a nuestros mayores de esta enfermedad que tiene tanta tasa de morbilidad y de mortalidad. Igualmente ocurre con la vacuna del herpes, vacunas meningocócicas que están saliendo ahora de distintos serotipos y por supuesto la de la gripe, que también causa controversia porque es verdad que no es la mejor vacuna que hay, pero sí es la mejor manera que tenemos para prevenir la gripe, que también causa mucha letalidad y morbilidad en pacientes mayores.