La de Sevilla fue la primera muestra universal que nació con vocación de permanencia. Ya cuatro años antes de que se diera el pistoletazo de salida, en 1988, la Sociedad Estatal Expo’92 había planteado a los países y empresas participantes la posibilidad de construir pabellones permanentes, siempre que su utilización posterior se integrase en el conjunto científico y tecnológico previsto. Desde el principio, el objetivo era poner las infraestructuras para construir «un atractivo emplazamiento para centros de investigación y difusión científica y de empresas innovadoras de alta tecnología». De hecho, Expo’92 levantó 16 pabellones con esta idea y 16 países y empresas contribuyeron con sus edificios a poner en marcha el ambicioso proyecto de convertir el terreno baldío de la Cartuja en el parque tecnológico puntero que es hoy.
La de la capital hispalense es, de hecho, la Exposición Universal que más activos ha conservado tras su cierre. A 12 de octubre de 1992, fecha de la clausura, estaba previsto que fueran diez los que sobrevivieran. Actualmente se conservan 50 edificios de los 118 que se construyeron. La sociedad gestora hizo 16 permanentes y 16 efímeros, de los que se mantuvieron 7; y los países participantes 16 permanentes y 70 efímeros, de los que se han reutilizado 11. A ellos se les suma cuatro edificios singulares, la adecuación del Monasterio de la Cartuja y un importante número de zonas comunes. Un hecho que es motivo de orgullo para quienes han gestionado el espacio desde entonces pues, a la luz de las cifras, se reutilizaron el 53 por ciento de los edificios.
Ya en el 20 aniversario, el director de lo que entonces era Cartuja 93, Isaías Pérez Saldaña, presumía de que la Exposición Universal de Sevilla «ha sido la más aprovechada de la Historia». Y miraba hacia París o Bruselas, donde sólo la Torre Eiffel y el Atomium, respectivamente, son testigos de sus muestras universales. Del mismo modo la actual directora general del Parque Científico y Tecnológico Cartuja (PCT Cartuja) –heredero de Cartuja 93–, Teresa Sáez, pone en valor que «es un ejemplo único de reutilización de una Exposición Universal en un Parque Científico y Tecnológico, con una rentabilidad innegable para Andalucía por la cualificación empresarial, investigadora y como área generadora de empleo».
Y es que el recinto, de 650.000 metros cuadrados de superficie construida y que recibió a 42 millones de visitantes, se convirtió en un foco de innovación gracias a que contaba con avances poco comunes por aquel entonces como una red de fibra óptica y de comunicaciones.
Pero la idea se topó con la crisis, y el desarrollo de Cartuja 93 fue más lento de lo esperado. «El principal reto surgido tras la Expo’92 para hacer realidad el proyecto gestado en los años 80 era atraer a empresas tractoras. Las multinacionales como Rank Xerox, Fujitsu o Siemens, a pesar de haber construido pabellones propios para mantener su actividad tras 1992, se marcharon empujadas por la crisis de mitad de esa década. Fue un grupo de spin-off provenientes de la Escuela Superior de Ingenieros de Sevilla, ubicada también en el parque, el que fue conformando el recinto tecnológico. Fueron pymes andaluzas quienes hicieron realidad el proyecto de Parque Científico y Tecnológico», explica Sáez, quien pone el acento en que el PCT Cartuja «es, sin duda, la mejor herencia de la Exposición Universal».
De hecho, según datos de la gestora del parque, de los 16 edificios permanentes que levantó la Sociedad Estatal Expo’92, solo cuatro están sin uso o con uso parcial.
El Pabellón del Futuro está pendiente de la apertura en parte de sus dependencias del Archivo General de la Junta de Andalucía. En concreto, se actuará sobre dos de los cuatro pabellones autónomos que forman parte de todo el inmueble. Los trabajos se producirán en los pabellones del Medio Ambiente y la Energía, que ocupan la parte norte. Los otros dos, el de las Telecomunicaciones y el del Universo, quedan fuera de estos trabajos de adecuación. Con un matiz: la mayor parte de la superficie de sótanos de todo el edificio, de los cuatro pabellones, se utilizarán como depósitos, y contarán además con una sala de lectura y una pequeña biblioteca para visitantes e investigadores.
El Pabellón de la Naturaleza, también perteneciente a la empresa pública de la Junta de Andalucía (Epgasa), que gestiona los activos de la Expo’92, está ocupado parcialmente por el Consulado de Marruecos. A ambos se les suma que dos de los cinco edificios de servicios de la Banda Oeste también están sin actividad. Uno propiedad de la constructora Detea y otro de la misma empresa que fue demolido y entregado como dación en pago al Banco de Santander.
El resto sigue en funcionamiento con usos bien diversos. El de España –ahora parte de Isla Mágica–, la Plaza de América –sede de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de la Universidad de Sevilla–, el Teatro Central, el Auditorio, el Edificio Expo, el Centro de Prensa, las instalaciones de atletismo, las de piragüismo y remo o el Monasterio de la Cartuja, rehabilitado por la Junta de Andalucía para 1992 y que ahora acoge el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC), el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico y la Universidad Internacional de Andalucía, son muestras de ello.
La Sociedad Estatal Expo’92 desarrolló igualmente 16 pabellones efímeros de los que luego siete fueron reutilizados y siguen en uso, salvo el Pabellón del siglo XV, que actualmente acoge parte de los fondos del CAAC. Una institución que pretende su gestión al igual que entidades culturales, como La Carpa, que hace un par de años solicitó a la Junta de Andalucía su puesta en valor como espacio cultural. Si bien, su futuro aún no está definido. Otros nueve, entre los que se encuentran la plaza Expo o el Palenque –sobre cuyo solar se va a levantar un edificio de oficinas con aparcamiento subterráneo–, fueron demolidos.
Los participantes
Los países que estuvieron presentes en la muestra universal levantaron 16 pabellones de carácter permanente. Francia, Italia, Marruecos, Cuba, Puerto Rico, Andalucía, el Comité Olímpico Internacional, la ONU y los países incluidos en la Plaza de África –hoy sede de la Confederación de Empresarios de Andalucía– concibieron sus pabellones como edificios permanentes y todos ellos siguen en uso en la actualidad. También las empresas Siemens, Rank Xerox, Cruzcampo, Retevisión y la organización ONCE proyectaron sus pabellones para que duraran más allá de los seis meses de la Expo’92. Sin embargo, y pese a que todos estos edificios mantienen su actividad, tras la celebración de la muestra, y sobre todo a raíz de la crisis, sólo la ONCE y Retevisión siguen usando sus pabellones. Siemens cedió las instalaciones diseñadas por Gunter Standke a MacPuarsa. El gran cuadrado hueco por el centro creado por Manuel Carrilero de la Torre para Rank Xerox está ahora en manos de Inerco (Ingeniería Energética y de Contaminación).
La Fundación Cruzcampo, aunque convirtió su pabellón en un restaurante tras la clausura de la muestra universal, cerró el espacio en 2007. Desde entonces ha salido a la venta en dos ocasiones (2008 y 2015), sin mucho éxito. Una suerte similar han corrido los antiguos pabellones de Turquía (propiedad de la Junta) y Chile (Bogaris), que están sin actividad.
De los 11 pabellones de los participantes de la Expo que se concibieron como efímeros pero luego fueron reutilizados, únicamente el de Hungría permanece sin actividad. El edificio, una de las obras cumbres del destacado arquitecto Imre Makovecz, es uno de los más bellos de la muestra universal y, de hecho, fue declarado Bien de Interés Cultural por la Junta de Andalucía en 2008. El destino del inmueble, que sufre un gran deterioro tras estar sin uso desde hace nueve años, sigue en el aire.
El resto mantienen su actividad. El de Mónaco, por ejemplo, es la actual sede de Emasesa y guarda en su interior el primigenio acuario que tuvo Sevilla. Actualmente, el espacio sigue acogiendo las mismas instalaciones, «pero con variaciones». Pues los tanques ahora acogen las especies que habitan el bajo Guadalquivir. Curioso también era el edificio de México, con una gran X para que nadie dude cómo escribirlo, que alberga un centro de empresas o el de Kuwait, sede de la Agencia Andaluza de Medio Ambiente y Agua, que lamentablemente está muy lejos de presentar el estado de hace 25 años cuando el edificio de Calatrava desplegaba su cubierta móvil para el deleite de los visitantes.
Otros 59 no corrieron tanta suerte y dijeron adiós, demolición o traslado mediante, tras el 92, como el de Japón, o unos años más tarde de la mano de nuevo de la resabida crisis. Bélgica (2003), Austria (2007), Checoslovaquia o la Santa Sede, carísimo de climatizar por su arquitectura de cristal negro, (2008), son algunos de los ejemplos.
Además, durante la muestra universal se levantaron cuatro edificios singulares de la Cartuja que siguen en uso: Torre Triana, utilizado por varias consejerías de la Junta; el Pabellón de la luz, sede de Red Eléctrica de España; el Estadio Olímpico, obra de los arquitectos Cruz y Ortiz donde funciona también un hotel y un centro de empresas; y el centro regional de RTVE.
Pasada la Expo’92, los terrenos que una vez acogieron pabellones se han levantado 35 nuevos edificios, hay siete de ellos en desuso o con uso parcial, como la sede de la Confederación Empresarial Española de Economía Social, Cepes, donde se levantaba el Pabellón de la Santa Sede. También, en la antigua Plaza Sony se está ejecutando el Centro de Transferencia Tecnológica de la Universidad de Sevilla, Centrius. De los cinco restantes, todos sin uso, destaca la situación de abandono en la que se encuentra el auditorio de la Sociedad General de Autores de España (SGAE), pese a la inversión millonaria que supuso.
Pabellones BIC
Para preservar la riqueza arquitectónica y patrimonial que se levantó gracias a la Exposición Universal, la Junta de Andalucía declaró Bien de Interés Cultural seis pabellones de la muestra en el año 2008. Los edificios que representaban a España, Andalucía, Francia, Hungría, Finlandia así como el de la Navegación fueron los seleccionados. Un año antes, el gobierno autonómico ya había catalogado los Jardines del Guadalquivir así como el Jardín Americano, uno de los principales atractivos naturales de la Expo’92, que fue reabierto en 2010 después de una inversión de 8,5 millones, y que durante años ha sufrido el abandono y el vandalismo. Se espera que vuelva a estar en plena forma con motivo del 25 aniversario.
Como curiosidad cabe apuntar que la Plaza de España y el Pabellón de México de la Exposición Iberoamericana de 1929 forman parte de este registro de inmuebles protegidos también desde 2007.
Andalucía de los niños
El parque de maquetas Andalucía de los Niños fue uno de los mayores atractivos de la Expo’92. Formado por algunas reproducciones a escala de los principales monumentos de Andalucía, tras la clausura fue explotado por los parques que funcionaron en la Cartuja. Isla Mágica se encargó del recinto hasta 2012, fecha en que se lo devolvió en perfectas condiciones a su propietario, la Junta de Andalucía, que lo cerró. Entonces el recinto, realizado por Ignacio Aguilar García y con un valor de 800 millones de pesetas, quedó abandonado víctima del vandalismo. El gobierno andaluz sacó a concurso varias veces el conjunto para su explotación. El pasado verano lo adjudicó de forma directa a la empresa Kosmoarte-Barqueta S.L. por un plazo improrrogable de 20 años, y buscaba la restauración progresiva del conjunto del parque de maquetas. Explicó entonces la Consejería que la rehabilitación se llevaría a cabo en tres fases. En la primera se acometería el arreglo de las siete maquetas menos deterioradas en un plazo de unos cinco meses. A continuación, debían restaurarse 31 maquetas con un grado de deterioro medio. El plazo: 30 meses. La última fase se emplearía en los trabajos sobre las maquetas más deterioradas. Además, se daba luz verde a la creación de un espacio cultural y de ocio con instalación de carpas, programación de actividades al aire libre, talleres artesanales, conferencias y ciclos de proyecciones. Precisamente así, con el ocio y los eventos por bandera, es como reabrió el recinto el pasado verano, reconvertido en River Park.
Pabellón de Japón
Fue el primero en alcanzar los cuatro millones de visitantes más de un mes antes de la clausura. Es decir, el 16 por ciento de los más de 25 millones de visitas recibidas hasta final de agosto de 1992, había pasado por este pabellón. Muestra de que este edificio, hecho solo de madera, causó gran sensación entre los visitantes de la Exposición Universal es que a su término no querían que desapareciera. Finalmente, el pabellón se desmontó y su arquitecto Tado Ando, que ya contaba con reconocimiento internacional, terminó siendo Premio Pritzker en 1995. Hoy es un solar sin uso alguno.