«Se proclama la unidad de España pero se disuelve en Cataluña y País Vasco»

José Antonio Peña. Profesor de Ciencia Política de la Universidad Olavide. Ha creado el Índice Mundial de Libertad Electoral, que aúna 55 indicadores y valora los sistemas políticos de 198 países. España está en el puesto 56, penaliza la crisis del orden constitucional en Cataluña

Juan Luis Pavón juanluispavon1 /
19 may 2018 / 21:07 h - Actualizado: 19 may 2018 / 21:14 h.
"Son y están"
  • José Antonio Peña Ramos, en su domicilio en el centro de Sevilla. / Manuel Gómez
    José Antonio Peña Ramos, en su domicilio en el centro de Sevilla. / Manuel Gómez

Puede preguntarle por la democratización de la India, por las prohibiciones a las mujeres saudíes, por las elecciones en República Dominicana y por las sanciones a los belgas que no van a votar. Tiene respuestas para eso y para mucho más porque su universo es el estudio del modelo político y electoral de cada país del mundo. No le pregunte cómo se eligen las canciones de Eurovisión. José Antonio Peña Ramos es el autor del Índice Mundial de Libertad Electoral / World Electoral Freedom Index. Cuya presentación y resultados de la primera edición están dando pie a que opinen desde Cheen Soon Juan, secretario general del principal partido de la oposición en Singapur, al Instituto Empresarial de Varsovia, el Hibernia Forum de Irlanda, parlamentarios neozelandeses o el Acton Institute norteamericano. Todos quieren saber más para valorar cómo tener en cuenta el contenido que sustenta la clasificación de este Índice creado y dirigido desde Sevilla por un profesor de la Universidad Olavide.

-¿Cuál es su mapamundi biográfico?

-Nací hace 35 años en Vélez Málaga. Mi padre, José Antonio Peña, ha sido toda la vida guardia civil, y mi madre, María Victoria Ramos, primero ama de casa y posteriormente asistenta social. Tengo una hermana mayor que estudió Traducción e Interpretación y es profesora. Vivo en Sevilla desde 2011, cuando gané la plaza de profesor en la Olavide, estoy casado y esperamos ser padres por vez primera dentro de seis meses. Mi esposa, Pilar Cerdera, trabaja en Sevilla en el departamento de Personal de una empresa, hizo la carrera de Relaciones Laborales. Mi infancia transcurrió por muchos pueblos pequeños debido a los destinos que le asignaban a mi padre en la Guardia Civil. Él es quien más ha marcado mi vocación por el estudio de la política.

-¿Dónde estuvo?

-Los tres primeros años de mi vida fueron en Bielsa (Huesca). Era la época de los terribles ‘años de plomo’ por el terrorismo de ETA. Mi padre patrullaba junto a la frontera francesa en el Pirineo aragonés. Después viví en el Cerro de Andújar, donde éramos 40 habitantes. Todos los niños éramos de guardias civiles, campesinos o pastores, íbamos a una escuela unitaria y nos enseñaba un profesor que llegaba desde Andújar. Y aprendí muchísimo mezclado con niños de más edad que yo, tenía que ir al ritmo de los grandes y me solté leyendo y escribiendo. Después residimos en Pegalajar, y de 1989 a 2000 en Campillo de Arenas, también de Jaén y limítrofe con la provincia de Granada. Y en la capital granadina hice la carrera de Ciencias Políticas.

-¿De qué manera le influyó su padre?

-En despertarme el interés por la historia política, no por el politiqueo. Recuerdo ver con él de niño en televisión más de una vez los videos de la serie sobre la Transición que dirigió Victoria Prego.

-¿Qué destaca de su curriculum?

-He tenido siete premios. El primero fue en 2004, al Mejor Expediente del Primer Ciclo de la Licenciatura en Ciencias Políticas. Al año siguiente, el Premio de Investigación y Ensayo de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología. En 2006, el Premio Extraordinario de Licenciatura de Ciencias Políticas, en Granada, y el Primer Premio Nacional de Fin de Carrera al mejor expediente de mi promoción en toda España. Luego me dieron el Primer Premio Extraordinario de Sociología en Granada, el Mejor Expediente de Sociología de Andalucía y el Premio Extraordinario de Doctorado.

-¿En qué universidades extranjeras ha agrandado su formación?

-He logrado becas para estancias en Oxford, en la London School of Economics, en Lisboa, en las italianas de Macerata y Nápoles, en Santiago de Chile y en Nuevo León (México).

-¿Cuál fue el primer tema en el que se especializó para investigarlo a fondo?

-Cómo las comunidades islámicas influían o no en el proceso político en España. Fue el tema de mi tesis doctoral, había ocurrido el terrible 11-M de 2004 en Madrid. Y así podía integrar en un estudio la ciencia política, la seguridad y la defensa. Tuve mucha y buena relación con la comunidad islámica de Granada, que siempre ha entendido el papel de los investigadores. La mayoría de los musulmanes nada tiene que ver con el terrorismo y han comprendido que si no reaccionan en contra de la violencia, son los primeros señalados por las críticas.

-¿Y entienden el islamismo integrado en nuestros principios constitucionales?

-El pulso en los últimos 15 años está en consolidar un Islam español o un Islam en España. Hoy por hoy, lo que predomina es lo segundo. No hay un Islam autóctono fuerte, con lógica política y social interna. Sobre todo hay un Islam que forma parte del tablero geopolítico internacional. Y las relaciones entre comunidades dependen de lógicas geopolíticas internacionales, de la influencia de países como Marruecos, Arabia Saudí o Irán.

-¿Cómo se concreta?

-Por ejemplo, Marruecos está interesado en controlar que no surjan desde España grupos marroquíes con una idea de renovación democrática que pueda influir en Marruecos. Ni tampoco que cambien la visión propia y estatal que tiene del Islam. Muy distinta a la de otros gobiernos que alientan planteamientos mucho más radicales. Porque el llamado Daesh o Estado Islámico no es posible que se articule por un grupo de terroristas. Es impulsado y financiado indirectamente por gobiernos a través de fundaciones y asociaciones. Lo difícil es demostrarlo.

-¿Qué otra área geopolítica le interesa especialmente?

-Rusia, y como influyen los conflictos secesionistas en la Europa del Este para su beneficio geoenergético.

-¿Cómo decide crear un Índice Mundial de Libertad Electoral?

-Porque existen índices de libertad económica, de libertad de prensa, y de otros muchos temas, pero no estaba medida la libertad electoral. Por ejemplo, la Universidad de Berkeley ha creado un índice para medir el grado de eficacia de cada parlamento nacional, que lo aprobado se corresponda después con lo realizado. En mi caso, crear un ‘ranking’ para ayudar a la comparación de los países y a la mejora de los sistemas políticos desde criterios democráticos, y desde un profundo sentido liberal y libertario del empoderamiento individual, se ha convertido en mi gran proyecto.

-¿Qué apoyos logró para hacerlo realidad?

-La Fundación para el Avance de la Libertad y la Universidad Autónoma de Chile. Ambos han financiado el proyecto, en buena medida, y propiciar que yo pudiera crear un pequeño equipo de tres colaboradores y técnicos.

-¿Cuáles son sus principales fuentes de documentación?

-Bases de datos en Naciones Unidas y en la OCDE. En la web idea.int del Instituto Internacional para la Democracia y los Procesos Electorales (IDEA). En la web aceproject.org de la Red de Conocimientos Electorales. En los informes de Reporteros sin Fronteras, Amnistía Internacional, y otras organizaciones. Hay una cantidad enorme de información. Faltaba sistematizarla para crear indicadores y convertir todo lo que se estudia en 11.000 cifras para elaborar un ‘ranking’ homogéneo de 198 países.

-Tiene mérito estar al tanto de la coyuntura política de cada país.

-No puedes leer el Boletín Oficial del Estado de doscientos países, pero hay muchas fuentes y muchos grupos de investigación, que te facilitan la perspectiva. Por ejemplo, la web de Election Guide, que hace un seguimiento de todas las elecciones del mundo y difunde los datos de sus resultados.

-Quien investiga la política y la gobernanza, ¿tiene la misma libertad que quien lo hace sobre filología o bioquímica, o está más condicionado por quienes influyen políticamente en una universidad o en una fundación?

-La libertad es muy amplia. Desde la superioridad jerárquica no se interfiere en lo que investigas. Además, en el formato ‘investigador low cost’ que predomina en España en las Ciencias Sociales, con tu ordenador y por tu cuenta puedes trabajar y escribir muchas cosas. Y si en una revista no puedes publicar, pues buscas otra. Las Administraciones Públicas (el Estado, la Junta, las Diputaciones...) sí marcan su sesgo ideológico cuando financian proyectos de investigación y seleccionan. Por ejemplo, es más fácil en Andalucía estudiar el movimiento agrario que el liberalismo, pese a ser una de las cunas del liberalismo. Se propaga muy poco esta vertiente de Andalucía.

-¿Cuáles son los parámetros en los que basa determinar la calidad de los procesos de los sistemas electorales en cualquier país?

-El índice mide mucho más que los procesos electorales. Mide la libertad electoral en toda su amplitud, desde las normas que regulan la edad de acceso al voto, hasta cómo se hace el recuento. Son 55 indicadores que se engloban en cuatro subíndices: subíndice de desarrollo político, porque es importante saber cuáles son las precondiciones de los países a la hora que el individuo ejerza su libertad electoral, como la libertad de acceso a internet, la renta per cápita, etcétera; el subíndice de libertad del sufragio activo, todo lo relacionado con la emisión del derecho de sufragio; el subíndice de libertad de sufragio pasivo, todo lo relacionado con quiénes pueden ser elegidos, quiénes son elegibles, dificultades que hay para concurrir, si es fácil o no crear partidos políticos, etc.; y el subíndice de empoderamiento del elector: qué capacidad efectiva tiene determinado órgano del Estado y el propio individuo para revocar una decisión del gobierno, si se puede expulsar al presidente del gobierno o a un ministro, si hay opción de referéndum, etc.

-Hay muchos sistemas de elección y de representación. ¿Cuál es para usted la referencia?

-La capacidad de elegir del individuo. Por eso el índice penaliza ligeramente los sistemas mayoritarios en comparación con los proporcionales. Ambos son legítimos, y responden a lógicas de cada país. Pero los mayoritarios permiten menos pluralidad en los parlamentos, tienden a que solo haya bipartidismo o a elegir solo un candidato por circunscripción. Los sistemas proporcionales son mejores.

-¿Se puede consensuar a nivel académico lo que usted propone?

-No podemos determinar de modo categórico cuál es el sistema electoral que funciona mejor. Por ejemplo, en Italia los gobiernos duran un promedio de 10 meses. Y en Israel el Parlamento está muy fragmentado pero eso no se considera un demérito. Si se opta por el sistema más plural, el proporcional puro es el mejor, como decía Sartori. Si se quiere potenciar la gobernabilidad, entonces el mejor es el mayoritario anglosajón.

-¿Cómo homogeneizar parámetros en países con dinámicas históricas tan distintas como, por ejemplo, Corea del Sur, Uruguay, Noruega y Kenia?

-Todo se puede convertir en números de forma racional y lógica. Sin aplicar solo la mentalidad europea occidental, ni de modo automático. Por ejemplo, se suele considerar indicador de madurez democrática el número de partidos en un país, o si celebra elecciones cada cuatro años. Pero hay países como Corea del Norte donde hay varios partidos y eso no significa democracia ni pluralidad, porque todos están controlados por el régimen. En Cuba, por ejemplo, donde hay elecciones y son muchas las dificultades a la pluralidad, los elementos de resistencia al régimen son más significativos que en otros países, etc. El último país en el ‘ranking’ es el sultanato de Brunei, donde no hay elecciones desde hace más de 40 años y solo cabe valorar cierta permisividad al derecho de reunión.

-¿Qué factores necesita argumentar mejor?

-En muchos contextos se considera que el voto obligatorio es altamente positivo. En este Índice penaliza ligeramente, porque eso no es libertad electoral. Hay países donde puedes ser condenado a la cárcel por no votar. Otro ejemplo distinto que resta puntuación: Noruega y Suecia, que son dos democracias muy consolidadas, no permiten la posibilidad de concurrir a las elecciones con listas que no sean de partidos políticos. No se da validez a una lista al Congreso formada por electores independientes.

-¿Va a tener periodicidad anual?

-Sí, ya estamos preparando el Índice que se presentará en 2019. La Universidad Autónoma de Chile está satisfecha y lo apoya para posicionarse más internacionalmente. El trabajo de campo no cubre exactamente la anualidad desde el 1 de enero al 31 de diciembre, puede ser de noviembre a noviembre.

-¿Qué reacciones ha suscitado su presentación y difusión?

-Muy diversas. En países como Irlanda, que es el número 1; en Chile, que es el 17; en Singapur, que está en el 173, muy atrás en comparación con su posición en la élite de los ‘rankings’ de nivel económico y educativo. Donde ha tenido más repercusión hasta la fecha es en Nueva Zelanda. Incluso se habló de él en el Parlamento neozelandés porque la diputada Amy Adams lo sacó a colación en un debate sobre un proyecto de ley que puede limitar bastante la capacidad de un diputado para desobedecer las órdenes de la cúpula de su partido. Dijo que puede provocar que su país, ahora en el puesto 39, caiga muchos en el ‘ranking’ y perjudique su imagen internacional. Otro país donde se ha hablado mucho de él es en Malasia, usando el Índice como referente para proponer reformas electorales que mejoren su democratización.

-¿No le ha condicionado la línea política de dicha Fundación, presidida por el escritor y periodista cubano en el exilio Carlos Alberto Montaner?

-No. He trabajado con total libertad. La Fundación no ha influido en colocar a tal o cual país en mejor posición de la que mereciera. Eso yo no lo haría ni lo consentiría. Véase cómo Estados Unidos queda en el puesto 44. Y España está en el 56, por debajo de la media de Europa occidental. También están retrasados países como Alemania (64) y Bélgica (85).

-Un ejemplo de normativa o hábito que baje la nota de Estados Unidos.

-Hay estados donde si se reclama un segundo recuento de los votos por posibles irregularidades, lo tiene que pagar quien lo pide, ya sea un ciudadano o un partido. Eso no es propio de países avanzados electoralmente.

-¿A España le penaliza la insubordinación en Cataluña, con ‘elecciones plebiscitarias’?

-Claro. No se cumple la Constitución en una parte de España. Un gobierno autonómico celebra un referéndum que es ilegal. Las cargas policiales en colegios electorales. Las presiones desde los gobiernos a los jueces y fiscales. Si todo eso ocurriera en Burkina Faso, también penalizaría.

-¿Sus colegas de otros países le preguntan ahora mucho más por la actualidad política en España?

-Sí, me preguntan sobre todo por cuatro temas: Cataluña. La corrupción. Qué pasa con Podemos. Y, en menor medida, por Ciudadanos.

-Comparta su respuesta. ¿Sobre Cataluña?

-Los dos grandes partidos, PP y PSOE, han hecho un uso irresponsable del nacionalismo y del independentismo. Desde el Estado han subvencionado y fomentado el nacionalismo. Han tolerado excesos del nacionalismo. Y ahora los partidos nacionalistas no están de su lado. Y ahora llegan las lamentaciones y nos echamos las manos a la cabeza. Lo que está sucediendo es un problema de encaje de élites y de ajustes dentro de la élite. En España, el Estado se está reestructurando mediante negociaciones que no se ven en los telediarios. El PNV le pide al PP a cambio de su apoyo en el Congreso de los Diputados que pueda reforzar el Estatuto hasta el punto de ser de facto un estado más que una autonomía. No tiene sentido que España sea técnicamente un solo Estado, y proclamar la unidad de España, pero que a la hora de la verdad quede disuelto en tres: España, Cataluña y País Vasco.

-¿Qué opina de la estrategia de ETA para anunciar su disolución?

-Estoy completamente en contra de la negociación con cualquier banda terrorista. Creo que ha habido negociación política con el PNV, y de ahí que se insinúe el acercamiento de presos a cárceles vascas. No parece haber mucho interés en investigar 300 asesinatos cometidos por etarras y aún sin esclarecer. Los independentistas se van a consolidar dentro de las instituciones, recibiendo también financiación pública, y me preocupa que dentro de unas décadas habrá gente que tenga la convicción de que con acciones terroristas se pueden conseguir cosas.

-¿Su análisis sobre la corrupción en España?

-A mis colegas extranjeros les confieso que el nivel de corrupción en España es absolutamente inadmisible.

-¿Sobre Podemos?

-No creo que la salida acertada de la crisis sea tener en España un partido de extrema izquierda con 80 diputados en el Congreso. Italia y Grecia son los únicos países de nuestro entorno democrático que han acabado la crisis de esa guisa, dándole poder a un partido como Podemos.

-¿Y sobre Ciudadanos?

-Es un partido socialdemócrata más, que puede tener un cierto aire de renovación, pero que en su esencia no dice nada nuevo para la profundización de los derechos y las libertades. Es más bien una operación de marketing.

-En este contexto, ¿cómo ve el presente y el futuro de Andalucía?

-España en general, y Andalucía en particular, han perdido durante la crisis una ocasión muy buena de haber hecho reformas muy profundas para favorecer el cambio del sistema productivo. Estamos a la cola europea en inversión para la investigación e innovación. Veo con frecuencia cómo Andalucía aparece en las posiciones traseras de muchos indicadores. Así Andalucía tiene pocas opciones de recortar su distancia con otras comunidades españolas y con otras regiones de la Unión Europea. Hay una situación acomodaticia, pensar que esto es lo que nos ha tocado vivir, cuando en realidad han transcurrido muchos años de democracia para haber resuelto algunas de esas diferencias.