Menú

Sevilla, casa de verano de los niños acogidos

La crisis económica amenaza la continuidad de muchos programas de verano para traer a niños bielorrusos y saharauis con familias locales

14 jul 2017 / 21:03 h - Actualizado: 15 jul 2017 / 09:38 h.
"Solidaridad"
  • Las familias esperan a los niños bielorrusos a su llegada al aeropuerto de San Pablo. / El Correo
    Las familias esperan a los niños bielorrusos a su llegada al aeropuerto de San Pablo. / El Correo
  • Los niños saharauis posan con las familias con las que pasarán las vacaciones de verano. / José Luis Montero
    Los niños saharauis posan con las familias con las que pasarán las vacaciones de verano. / José Luis Montero
  • Las familias reciben a los niños. / Pepo Herrera
    Las familias reciben a los niños. / Pepo Herrera
  • Reencuentro con pequeña acogida. / El Correo
    Reencuentro con pequeña acogida. / El Correo

A muchos kilómetros, están el sol caliente y abrasador del desierto del otro lado del Estrecho y la luz tímida de los días en Europa del Este. A esa misma distancia, se encuentran las vacaciones de verano de cientos de niños saharauis y bielorrusos que vienen a través de diferentes mediadores a Sevilla para pasar una temporada en acogida con familias locales.

Para estos pequeños de hasta 18 años, la venida del verano es un motivo de celebración cada año, ya que las instituciones y familias que los acogen se vuelcan en su cuidado y atención. A su llegada, tienen una agenda repleta de actividades que van desde tardes en el cine o en museos hasta la visita a parques acuáticos, de atracciones o a las playas. En este tipo de encuentros se promueven los planes en grupo para fomentar la integración de los pequeños en el día a día de la ciudad y se busca apartarlos de los males que asolan sus lugares de origen.

La pobreza, la tierra ardiente y la radiación son las causas principales por las que todos los años vienen estos niños a Sevilla, una ciudad que los recibe con los brazos abiertos. Muchos de ellos repiten la experiencia año tras año con una misma familia hasta que superan la edad para participar en los viajes.

Sin embargo, la crisis económica es la gran amenaza que se cierne sobre estos programas. Con el paso de los años y el agravamiento de la cuestión monetaria, especialmente en las unidades domésticas, la acogida resulta un sobreesfuerzo para las familias, lo que se ha traducido en un decrecimiento de peticiones para alojar a niños y hace peligrar la continuidad de varias de estas iniciativas.

Las asociaciones y organismos vinculados a este proyecto subrayan la importancia vital que estas «vacaciones» tienen para los niños y los beneficios que aportan a su salud. Por ejemplo, los pequeños bielorrusos se reponen aquí de la alta radiación a la que están expuestos todos los días en su país que permanece desde la catástrofe de Chernóbil en 1986. Según los datos de la Organización Mundial de la Salud, cada mes que pasan en España con buena alimentación y recibiendo sol, su esperanza de vida se prolonga de año y medio a dos años, además de que vuelven a Bielorrusia con radiación cero en sus cuerpos.

De igual manera, los niños saharauis se alejan por unas semanas de los días más pesados de calor desértico –la temperatura llega a alcanzar los 60 grados– y aquí se tratan las carencias que presentan en materia de alimentación, educación y sanidad.

Una de las organizaciones que se dedica a gestionar la venida de estos niños es la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui en Sevilla, quienes, a través de su programa Vacaciones en Paz, hace llegar a Andalucía a pequeños saharauis desde campamentos de refugiados de Argelia para que pasen una temporada en los hogares sevillanos.

La asociación reconoce que el programa no pasa por su mejor momento, puesto que en otros años llegaron a contar con suficientes apoyos como para recibir hasta casi 3.000 niños, mientras que este verano ronda alrededor de los 300.

Ana participa en Vacaciones en Paz, y lleva varios años acogiendo en casa a Warda, una niña saharaui. Como novedad, este año se ha decidido a traer también a su hermano pequeño, Mohamed, de diez años. «En esta zona participábamos antes ocho familias y este año somos 16, aunque es verdad que la gente se lo piensa mucho con esto de la crisis y menos niños son reclamados».

Los pequeños, provenientes de la zona de Tinduf en Argelia, recibieron la visita de Ana y otras familias el pasado invierno para conocer el lugar en el que viven a través de un proyecto de recogida de material escolar. «Me encantaría que mi niña Warda viniese a estudiar a España, pero al que me llevaría también es a su otro hermano, que es minusválido, porque allí no hay medios para ayudarlo. Me impactó mucho verlo constantemente tirado en el suelo». El aumento de personas que se deciden a participar en su entorno enciende la esperanza en esta madre de acogida: «yo recomendaría este viaje a todo el mundo, es una experiencia increíble. Con lo poco que tienen, ellos te acogen aunque no tengas familia a la que visitar».

Por otra parte, Rafael Buzón, presidente de la Confederación de Hermandades san Cirilio y san Metodio, que tramita la llegada de niños bielorrusos mediante las hermandades, señala que la bajada en las acogidas no solo tiene que ver con la crisis, sino que implica otros factores que afectan al resultado: «hay muchos niños que, por edad, ya no pueden venir en el grupo, y las familias de acogida no se atreven en su inmensa mayoría a volver a repetir con otro. Luego está el asunto de que la Junta de Andalucía no permite que sean padres de acogida las personas mayores de 65 años. Yo creo que los abuelos son los que briegan con los niños, a veces incluso más que los padres, pero es una norma que pusieron hace unos años y, claramente, también influye».

La Confederación, que tuvo su pico más alto en 2007 con la venida de más de 700 niños, recibe este verano solo a 91. A pesar de las dificultades, Buzón, que también tuvo a una niña en acogida, no se muestra pesimista ante estos números y apela a la solidaridad de la gente: «sabemos que estamos en las horas más bajas del programa, pero el equipo no tira la toalla y queremos revitalizar la iniciativa para que se apunten familias nuevas porque puedo asegurar que estos niños dan más de lo que tú les das a ellos».