Sevilla, cuna del Nolla en Andalucía

La Exposición Iberoamericana del 29 trajo de la mano la expansión de este tipo de suelo en la capital hispalense. Vinculado al Modernismo y más propio de la zona de Levante, en la ciudad supo mezclarse con el Regionalismo

14 may 2017 / 08:30 h - Actualizado: 14 may 2017 / 10:08 h.
"Cultura","Patrimonio"
  • Abad y Harillo en una de las habitaciones del antiguo América Palace. / Reyes Abad
    Abad y Harillo en una de las habitaciones del antiguo América Palace. / Reyes Abad
  • El mosaico de gres porcelánico en un comercio de Santa Cruz. / Reyes Abad
    El mosaico de gres porcelánico en un comercio de Santa Cruz. / Reyes Abad
  • Detalle del pavimento del Pabellón de Colombia. / Sergio Harillo
    Detalle del pavimento del Pabellón de Colombia. / Sergio Harillo
  • Pavimento de gres porcelánico en la calle Orfila. / Sergio Harillo
    Pavimento de gres porcelánico en la calle Orfila. / Sergio Harillo
  • El Nolla se caracteriza por sus diversos diseños. / Sergio Harillo
    El Nolla se caracteriza por sus diversos diseños. / Sergio Harillo
  • Suelos Nolla que representan a ídolos prehispánicos tomados de las culturas Paracas y Tiahuanaco en el Pabellón de Perú. / Sergio Harillo
    Suelos Nolla que representan a ídolos prehispánicos tomados de las culturas Paracas y Tiahuanaco en el Pabellón de Perú. / Sergio Harillo
  • Suelos Nolla que representan a ídolos prehispánicos tomados de las culturas Paracas y Tiahuanaco en el Pabellón de Perú. / Sergio Harillo
    Suelos Nolla que representan a ídolos prehispánicos tomados de las culturas Paracas y Tiahuanaco en el Pabellón de Perú. / Sergio Harillo

Seguramente si ha paseado por alguna casa modernista del Levante o Barcelona lo ha hecho sobre un suelo tan peculiar como caro, el gres porcelánico que se puso de moda en España en el siglo XIX. Lo que quizá no sepa es que es probable que lo haya hecho también en Sevilla.

Dos historiadores del Arte sevillanos, Reyes Abad y Sergio Harillo, llevan desde 2015 investigando la presencia de estos suelos en la capital hispalense, una «verdadera rareza». Y es que este tipo de suelo se vinculó con el Modernismo, un estilo censurado en Sevilla, que apostó por el Regionalismo, tras el concurso de Casas Sevillanas de 1912. Por lo que la expansión de los mosaicos de gres porcelánico se produjo eminentemente en la zona de Levante y Barcelona.

Sin embargo, la Exposición Iberoamericana de 1929 trajo de la mano un boom constructor y reformista para poner a punto la ciudad de cara a la muestra. Un movimiento que comenzó entorno a 1911, que era la primera fecha prevista, y que permitió a la capital hispalense ser testigo de las últimas tendencias arquitectónicas y decorativas de la época. «Aquí lo curioso y excepcional está en que aunque el estilo que se impuso en la ciudad era el Regionalismo, los interiores de los edificios sí que emplearon estos suelos que eran propios del Modernismo cuando se tiene la idea de que un movimiento surge en contraposición al otro. Es bonito también ver cómo se mimetizan los estilos», explica Harillo, responsable de la web Cultura de Sevilla. «Aunque la idea que se tiene de la Sevilla del 29 es de una ciudad atrasada con los burros por la calle no tiene nada que ver con la realidad, por aquí pasaron comerciantes, arquitectos, diseñadores, artistas... de todas las partes del mundo y eso se dejó notar en los edificios», apunta Abad.

Fue precisamente el comercial de una de las fábricas más conocidas de este tipo de solería, Mosaicos Nolla S.A., el que propiciaría que en la capital hispalense se instalaran gran cantidad de estos suelos pese a su elevado coste. «No solo los materiales son caros, es que además las piezas tenían que venir en barco desde Valencia, un técnico de allí debía explicar a los operarios cómo se colocaban...», detalla Harillo.

De esta manera, y bajo el paraguas de la Exposición, el Nolla llegó a las casas sevillanas. La pasión de estos dos historiadores del Arte los ha llevado a recorrerse los zaguanes de las casas regionalistas que hay por la ciudad y, a base de llamar a los telefonillos y de echarle paciencia, de momento han localizado 14 edificios con Nolla. «No está nada mal teniendo en cuenta que Cartagena, que es uno de los sitios donde más se dio, cuenta con un inventario oficial en el que tienen registrados 28», dice Harillo. Ambos investigadores han llevado su estudio sobre este tipo de mosaico al II Congreso Nacional sobre Cerámica Nolla celebrado en Barcelona. «Éramos los únicos representantes de estos suelos fuera de Levante y Barcelona. Es algo totalmente excepcional y llamó mucho la atención. No esperaban que en Sevilla contáramos con este patrimonio», presumen.

El siguiente paso que tienen en mente es elaborar un catálogo de estas piezas en la capital hispalense. Su localización, la fábrica a la que pertenece –«porque Nolla es una marca»–, su diseño... Con la intención de protegerlos y conservarlos. «Es importante que se dé a conocer y se les de el valor que tienen», afirma Abad. «Todos los suelos tienen valor, pero Nolla introduce la innovación material al ser más resistente, con una gama de color más fuerte, con diseños... Es la continuidad de la tradición del mosaico y de la cerámica, algo muy vinculado a la ciudad. Es innovación y tradición en un pavimento», relata Abad. Su compañero en esta aventura investigadora sobre el patrimonio pone un ejemplo muy clarificador sobre la poca importancia que históricamente se ha dado en la ciudad a este tipo de suelo. «En los resúmenes de los edificios que hemos estudiado en este tiempo, se recogen datos de los diseños de la fachada, los muebles, los arquitectos, incluso de las lámparas... pero nada sobre los mosaicos». Para ellos, la explicación reside en la importancia que se le da en la época. «Se apostaba más por el fachadismo, no se le daba valor al pavimento», por ello consideran fundamental esa lucha: la conservación de los interiores, «que son el alma de los edificios. Al final, cuando se restaura, lo que queda es solo la fachada», lamentan.

Abad, que se encuentra finalizando su tesis sobre la desintegración del patrimonio contemporáneo, asegura que «ya no queda nada del XIX porque no hay conciencia. Sólo hay interés por conservar los cuatro edificios monumentales y ya, cuando lo que define a una ciudad no es eso». Ella y Harillo insisten en que «no hay una verdadera tradición de conservación, no hay conciencia y la mayoría de las personas no quieren comprometerse a mantener los interiores, cuando los materiales buenos antiguos tienen mayor vida. De hecho, la diferencia entre el coste de conservación o la reforma es de un 1 por ciento», explican.

De ahí la importancia de su catálogo pues estos historiadores del Arte consideran que «así lo valorarán, le tendrán más cariño y sentirán orgullo e interés. Que es lo que suele pasar cuando hemos advertido a alguien sobre el valor del suelo que pisan», aseguran.

Mosaicos Nolla

El empresario Miguel Nolla Bruixet patentó en España la fabricación de gres porcelánico solo una década después de su aparición en Inglaterra. Se trata de un pavimento de lujo que se extenderá por toda Europa gracias a su altísima calidad y sus ricos diseños. Nolla estableció su fábrica en una pequeña localidad valenciana, Meliana, y desde allí surtirá de piezas a los principales edificios modernistas de Barcelona y Valencia, pero también a otras ciudades como Madrid, Sevilla, Cartagena e incluso Moscú, donde los mosaicos Nolla decoran una de las estaciones de su palaciego metro.

La calidad de estas teselas, cocidas a temperaturas que alcanzaban los 1.300 grados, permitió una rápida expansión de la empresa, pero el alto coste del traslado y la posterior colocación, hará que ya a finales del siglo XIX tuviera que competir con su principal contrincante, la baldosa hidráulica, mucho más barata de producir, pero también de una resistencia menor.

Su fabricación renacerá de nuevo en los años veinte del siglo XX como Mosaicos Nolla S.A. Es en esta época donde se elaboran nuevos diseños, se amplía la gama cromática y se producen nuevos tipos de teselas para satisfacer las exigencias estéticas del último Modernismo. La belleza y calidad de estos pavimentos ha vuelto a revalorizarse en los últimos años –puede verse en revistas de diseño y arquitectura– y cada vez son más las voces que abogan por su conservación.