Sevilla nuestra que estás en el cine

El exotismo hispalense ha atraído a los cineastas desde que los hermanos Lumière inventaron el séptimo arte y se vinieron en 1898 a inmortalizar la Semana Santa

03 abr 2017 / 23:41 h - Actualizado: 04 abr 2017 / 13:41 h.
"Cultura","Un plató llamado Sevilla"
  • Fotograma de ‘Star Wars Episodio II: El ataque de los clones’, que tuvo entre sus escenarios la Plaza de España, supuesto palacete del planeta Naboo de la joven reina Amidala (Natalie Portman).
    Fotograma de ‘Star Wars Episodio II: El ataque de los clones’, que tuvo entre sus escenarios la Plaza de España, supuesto palacete del planeta Naboo de la joven reina Amidala (Natalie Portman).
  • Ensayo de ‘Carmen’ en la antigua Fábrica de Tabacos. / El Correo
    Ensayo de ‘Carmen’ en la antigua Fábrica de Tabacos. / El Correo
  • Cameron Díaz y Tom Cruise, preparando una de sus escenas junto a la Catedral. / El Correo
    Cameron Díaz y Tom Cruise, preparando una de sus escenas junto a la Catedral. / El Correo
  • Quizá, el título más recordado de cuantos se rodaron en Sevilla: ‘Lawrence de Arabia’.
    Quizá, el título más recordado de cuantos se rodaron en Sevilla: ‘Lawrence de Arabia’.

Si se le pregunta al escultor Juan Manuel Miñarro qué siente al escuchar la palabra espada, probablemente se le irá la vista atrás hasta los más remotos años de su infancia, en que un actor de Lawrence de Arabia le regaló un sable de mentira de los que usaban para la película, que se acabaría destrozando enseguida de tanto usarlo como estoque al jugar a los toros. Miñarro vivía entonces en la Plaza de España, donde su abuelo era conserje, y sus recuerdos de chiquillo incluían toda clase de maravillas sin necesidad de ir a buscarlas (como cuando se encargaba de iluminar con el foco el palio de la Virgen de la Paz, en su regreso al Porvenir el Domingo de Ramos). Quien sí tenía que buscarse la vida era el pequeño Luis Álvarez Duarte, a la postre colega suyo, que por no residir en ambiente tan privilegiado tenía que escaparse del colegio para meter la nariz entre las rejas del Hotel Alfonso XIII a ver si se asomaba Marisol, que había venido a rodar Cabriola. Con los años, Pepa Flores acabaría siendo una gran amiga suya, pero a quien vio aquel día fue a Audrey Hepburn, de la que precisamente acababa de estrenarse en el Florida Historia de una monja. La diosa de Hollywood se le acercó y le dio un beso. Mientras tanto, en el Hotel de las Casas de la Judería comentan la distinguida discreción con que dieron hospedaje al elenco artístico y equipo técnico de El Reino de los Cielos, de Ridley Scott, y evocan con media sonrisa cómo Liam Neeson se enamoró para los restos de las alpargatas de nazareno, con el ruego encarecido de que les fuesen enviando pares de su número. Son anécdotas de una Sevilla de cine que ha sido y sigue siendo plató de espectaculares superproducciones norteamericanas y exitosas comedias patrias.

Los hermanos Said e Iván Zoido tienen publicada una guía detalladísima, Sevilla en el cine, de la que preparan una edición actualizada y donde trazan cuatro rutas para los interesados en recorrer los principales escenarios interiores y exteriores de esos largometrajes de renombre. Por sus páginas aparecen todos esos grandes títulos que el vecindario relaciona con esta ciudad, empezando por la ya citada Lawrence de Arabia (David Lean, 1962) y sin olvidar Star Wars Episodio II: El ataque de los clones (George Lucas, 2002). A lo tonto, a lo tonto, y a poco que uno eche la cuenta, lo cierto es que por la vieja Híspalis han pasado toda clase de criaturas, engendros, malvados, robots, ejércitos, tiranuelos, cantantes, desdichados y aventureros de diversa especie y catadura. Se ve que los aires exóticos y arabizantes de algunos de sus monumentos más destacados, junto con un clima que no suele jugar malas pasadas a los equipos de rodaje como no sean insolaciones, han ejercido de potente imán para ambientar en ella cualquier aventura que requiriese un paraje lo más parecido posible a la pura fantasía. Pero claro, la cosa no acaba ahí: Sevilla también empieza a prodigarse como escenario de otras películas más indígenas, incluso en ocasiones más canallas, modestas y suburbanas y menos extravagantes, donde en vez de un androide sale una motillo y en lugar de la Torre Sur de la Plaza de España aparece la fachada cochambrosa de algún callejón absolutamente poco acogedor. Si a alguien se le pasa por la cabeza 7 vírgenes (Alberto Rodríguez, 2005), no sería mal ejemplo de lo anterior.

La provincia ha tenido también participación en algunas de estas obras, desde la nacional Ispansi (Carlos Iglesias, 2010), que no se limitó a la Fábrica de Artillería y al Palacio de Monsalves sino que llevó también las cámaras a Dos Hermanas y a Carmona, hasta la hipercósmica serie Juego de tronos, que no quiso conformarse con el Alcázar y puso sus miras también para las temporadas sexta y séptima en Osuna y en Itálica. Pero es la capital la que con más contundencia ha demostrado sus condiciones para hacer de trasfondo y hasta de personaje cinematográfico. La condición le venía de lejos, pues cabe recordar que la primera cámara que plantó su trípode en Sevilla la trajeron en 1898 los mismísimos hermanos Lumière, que habían inventado el cine dos años antes, inmortalizando una procesión de la cofradía de la Estrella en la que los guardias repartían cosquis a los niños y el andar del paso no era precisamente un dechado de elegancia. Pero ahí estaba ya entonces esa fascinación del cineasta, esa atracción por lo exótico y lo sensacional, que desde aquel momento hasta el instante presente no ha dejado de surtir su efecto.

Si se siguen las rutas trazadas por los hermanos Zoido, se advierte que uno de los destinos preferentes del cine en Sevilla ha sido la Plaza de Toros: Noche y día (James Mangold, 2010), Sangre y arena (Javier Elorrieta, 1989), La joven de las naranjas (Eva Dahr, 2009), Cabriola (Mel Ferrer, 1965), Nadie conoce a nadie (Mateo Gil, 1999), Currito de la Cruz (varias versiones)... No obstante esta preferencia cañí, la diversidad es la norma: la antigua Fábrica de Tabacos hizo de sí misma en el rodaje de Carmen (Vicente Aranda, 2003). La Casa de la Moneda cedió sus empedrados a Alatriste (Agustín Díaz Yanes, 2006), que también tenía de Sevilla un decorado sonoro: la marcha Madrugá, de Abel Moreno. Desde la afamada serie Doctor Who se asomaron al barrio de Santa Cruz, y en el inmueble de la antigua Vilima, en Puente y Pellón, Álex de la Iglesia compuso en 2004 su Crimen ferpecto. Un drama de la intensidad y la categoría de El viento y el león (John Milius, 1975) necesitaba la inspiración mudéjar de la Plaza de América y los arabescos del Alcázar, y en 1999 a Benito Zambrano le pareció que ningún lugar como San Bernardo recogía mejor la historia de su mejor película, Solas. Para jugarse la vida en una moto, Tom Cruise y Cameron Díaz se pasearon por la Avenida y alrededores sorteando paisanos y tranvías para su Noche y día ya citada. Y en la esquina de San Jacinto con Alfarería, un estrepitoso atraco puso el toque tragicómico a una Semana Santa sevillana en El mundo es nuestro (Alfonso Sánchez, 2012).

Peter O’Toole, Omar Shariff, Sean Connery, Peter Dinklage, Paz Vega, Viggo Mortensen... y muchos otros actores y actrices de aquí y de fuera, como los ya mencionados antes, más todos los grandes directores de esas películas y otras que no se han nombrado pero que también se rodaron total o parcialmente aquí, han ayudado a dar más renombre a la ciudad y también a la provincia. No hay ninguna razón para sospechar que el listado de títulos míticos no vaya a seguir ampliándose en los próximos años y sirviendo de orgullo y de fuente de ingresos. Fuente sin explotar del todo, porque, de momento, en ninguno de los abanicos que venden en la Plaza de España aparece pintado el robotito R2D2. La idea ya está dada.