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Ansón en el centro, entre Antonio Muñoz (i) y Juan Espadas (d) y otros miembros de la AIBG.
Si Camilo José Cela decía que «no es lo mismo estar dormido que estar durmiendo» –el resto ya lo sabe usted, dilecto lector–, Sevilla es ahora Capital de la Cultura de la Tapa, que no es lo mismo que ser capital de la tapa. Las viejas tinajas de Casa Morales lucían orgullosas esta inscripción, escrita con la misma tiza que con suma y delicada precisión llevan las cuentas de los parroquianos en las barras de madera de las antiguas tascas, tabernas, abacerías y bodegas.
Porque la tapa en Sevilla es algo más que un simple acompañamiento a la bebida. La tapa es un «instrumento de socialización», indicó el alcalde de la capital hispalense, Juan Espadas. «La tapa no solo es comida, sino una tradición, una amplia cultura y un motivo para la convivencia», apuntó el presidente de la Academia Iberoamericana de Gastronomía (AIBG), Rafael Ansón.
Por esta razón, esta entidad declaró ayer a Sevilla como Capital de la Cultura de la Tapa. Este reconocimiento se hizo oficial con la firma del protocolo de la declaración y tiene el objetivo de promocionar la tapa como «emblema de la tradición» de Sevilla, la cual se ha extendido hacia «diversas culturas gastronómicas internacionales», explicó Ansón.
Espadas aprovechó ese apellido de «Iberoamericana» para destacar que esta capitalidad es una «oportunidad para estrechar lazos entre Sevilla e Iberoamérica». Además, este reconocimiento se extenderá hasta 2019, justo cuando comiencen los actos relacionados con la conmemoración del V Centenario de la Primera Vuelta al Mundo.
Para Ansón, «el mayor elogio que puede recibir la tapa» es que sea declarada Patrimonio Cultural Inmaterial del país, tal y como lo confirma una resolución del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte con fecha de 16 de febrero y que podría aspirar a ser Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. «Sevilla y las tapas alegran el corazón y son una razón más para vivir», concluyó Ansón.