Los sindicatos de Sevilla han convocado para el lunes la manifestación del 1º de Mayo, este año con el lema No hay excusas. Aunque la justificación es el paro, los salarios indignos, la precariedad y la amenaza a las pensiones, el eslogan casi recuerda a las víctimas de la crisis que la Feria de Abril está muy bien, pero que o luchan por salir del pozo o nadie les va a regalar nada.

{¿Prevén compensar el previsible pinchazo de público por esta coincidencia de fechas?—(Ambos): Cuando no ha habido Feria ha habido puente. A la Feria se puede ir después. El 1 de Mayo debe ser la explosión de la ciudadanía de Sevilla, y sobre todo, debe acudir toda la gente que lo está pasando mal.

—Precisamente la Feria arranca con una huelga de Metro.

—Alfonso Vidán: Los sindicatos de clase defendemos los servicios públicos, y de eso a veces se olvidan otras organizaciones sindicales. Creemos que las reivindicaciones tienen salida en el convenio colectivo si se sientan las dos partes. La empresa no se debe obcecar.

—Juan Bautista Ginés: Esa obcecación no puede culpar al trabajador, al que no dejan más salida que la huelga. Los dirigentes de esos servicios públicos parece que no pierden ocasión de poner a la ciudadanía en contra de esos trabajadores.

Esta entrevista la celebramos en una semana negra, con el duodécimo fallecido en accidente laboral en Sevilla, y se publica el día que los sindicatos reivindican la seguridad en el trabajo. ¿Qué está pasando?

—AV: La dejación de las empresas. No vale echar la culpa a las imprudencias del trabajador. La seguridad es responsabilidad de las empresas. ¿Por qué hay tantos accidentes mortales? Por la precarización laboral. Porque la mayoría de las empresas no desean delegados de prevención, porque si reclamas trabajar seguro puede que no te renueven.—JBG: La crisis y dos reformas laborales han dejado a los empresarios con la capacidad de abusar de los trabajadores, pero además está la dejación del Gobierno en su obligación de vigilar, controlar y prevenir.

—Uno de los titulares, cuando hace unos días se celebraron los 40 años de CCOO Sevilla, rezaba «Queremos seguir siendo el referente del movimiento obrero». ¿Dan así por sentada la erosión de los sindicatos?

—AV: En las elecciones sindicales sumamos el 75% de los representantes entre UGT y CCOO. Queremos además seguir siendo el referente de los trabajadores que se han quedado en paro, serles útiles también. Y eso es un reto.

–JBG: Los sindicatos son más necesarios que nunca, tras dos reformas laborales y una crisis, la Ley Mordaza, el retroceso de derechos –incluido el de huelga– y el acoso a miles de trabajadores. Ahora tenemos a dos compañeros del sindicato de Servicios, Movilidad y Consumo que se enfrentan a una petición de ocho años de cárcel por la huelga general de 2012, antes estuvieron los Ocho de Airbus. Y CCOO y UGT somos un sindicato de clase. Eso es una diferencia, una garantía de calidad: luchamos por los trabajadores, estén o no afiliados.

—¿Cómo han cambiado las relaciones laborales desde la crisis de la que estamos saliendo?

—AV: Estamos cayendo en el tercermundismo y la explotación. Una muestra es la huelga general en el campo [convocada a partir del 10 de mayo]. Otra, que los empresarios de la hostelería presumen de haber ganado un 30% y siguen casos como el de las camareras de piso. Por eso UGT y CCOO exigimos la derogación de las reformas laborales: no han servido de nada y han bajado las condiciones tanto que lo más común es ser trabajador pobre.

–JBG: La situación es drástica, con un 93% de contratos en precario en toda España. Es que no pueden mantener a sus familias. Pero es que Europa le dice a España que esas medidas están equivocadas. Solo hay trabajo sin derecho a protestar, por el que puedes morir [en un accidente laboral].

—El trabajo ha dejado de estar concentrado en grandes fábricas. Las empresas cada vez son más pequeñas, dispersas. Lo llaman atomización. ¿Pueden responder los sindicatos a este nuevo fenómeno laboral?

—AV: Con el paro, es otro de los grandes retos. El 98% de las empresas son pymes o micropymes y nos esforzamos por que tengan representación sindical. Es un trabajo muy capilar, en el que las nuevas tecnologías ayudan, como el esfuerzo de muchos militantes que visitan a esos trabajadores, a los que es muy difícil llegar. Además esa llamada atomización no resulta buena para la economía.—JBG: Un sindicato de clase precisamente es el que está dispuesto a atender, con el esfuerzo de todos, a cualquier trabajador con problemas. Con una alta exposición y dedicación, porque en esas pequeñas empresas hay miedo a la representación.

También la afiliación es muy baja. ¿Eso lo explica algo más que la mala imagen de los sindicatos?

—AV: El trabajador no le ve ventajas. En parte porque los logros de un sindicato se extienden a todos los trabajadores y no solo a sus afiliados, como pasa en Alemania. Aún así, UGT y CCOO tenemos cada una en España un millón de afiliados, 20 o 25 veces más que cualquier partido político. Tampoco queremos la afiliación obligatoria anglosajona.

—JBG: Los españoles nos autoflagelamos, pero fuimos de los últimos en llegar a la democracia, hemos levantado una sanidad que Obama ponía de ejemplo, y también tenemos una afiliación alta con respecto a otros países de Europa. A los sindicatos de clase nos atacan, y no puede ser que una fruta podrida nos repercuta a todos.

¿Pero no es una disfunción que haya más afiliación en el sector público que en el privado, que es donde más se necesita a los sindicatos?

—AV: Ahí juega un papel el miedo que han instalado en el trabajador eventual. Nos es imposible pasarles las cuotas por la nómina, nos piden que no se sepa que están sindicados. Y también la capacidad económica: con un 30% de trabajadores que cobra la mitad del salario mínimo la cuota sindical es un gasto inasumible. Claro, en el sector público el empleo es más estable y los salarios más altos.

—JBG: También hay un círculo: a mayor afiliación las condiciones laborales mejoran, no lo hacen solas. Igualmente, en la administración hay mucho más empleo. En Fasa Renault, por ejemplo, de 150 trabajadores 90 están sindicados, pero son 150.

—¿La creación de empleo relativiza el alto desempleo?

—AV: El paro no es un problema secundario. En Sevilla hay 250.000 personas sin trabajo según la Encuesta de Población Activa (EPA). 119.000 sin ninguna protección social ni ingreso. El paro es el principal problema, y las condiciones de los parados son de miseria. ¿Cómo nos acercamos a ellos? Los sindicatos hemos impulsado 700.000 firmas con una iniciativa legislativa popular para instaurar una renta mínima garantizada. Los desempleados deben entender que su principal apoyo está en nosotros y tienen que salir de sus casas, porque nadie les va a regalar nada.

–JBG: Las cláusulas sociales que reivindicamos deben llegar a quienes más lo necesitan, y aunque hemos adelantado mucho en comedores sociales, si no estás conforme con la situación te tienes que unir. Nadie te va a sacar las castañas del fuego. No podemos más que presionar, recogemos firmas y sabemos que la única forma de cambiar las cosas es la lucha obrera, sindical y por derecho. Y logramos cosas: ahí está el ERE de Alestis, resuelto sin despidos. Y de forma más general, en los tribunales hemos logrado el fin de la ultraactividad [la caducidad] de los convenios colectivos y el fin de la discriminación en las indemnizaciones por trabajo temporal.

—¿Ha habido algún logro a pesar de la crisis?

—AV: El gran triunfo ha sido mantener la negociación colectiva en las empresas, que se han querido dinamitar para sustituirla por la negociación individual [desde el Gobierno] y que a continuación desapareciéramos los sindicatos por no tener razón de ser. Volvemos al caso de Alestis porque es paradigmático: gracias a la unidad de acción se ha logrado que no haya despidos.–JBG: Sin convenios, sin sindicatos, un trabajador no sabe cómo defenderse. Derecho, negociación y salario resultan fundamentales y deben ser prioritarios para cualquier partido que pretenda hacer políticas de izquierda.

–AV: Gracias a la acción sindical nos hemos hecho todos eco del caso de las camareras de piso.

–JBG: Sus empresas ya se sientan a negociar condiciones porque se ve su lado oscuro.

–AV: Y ahora queremos que se sepa que esa joya de la corona para todas las administraciones que es el turismo tiene unas condiciones laborales tercermundistas. La sociedad reacciona porque sabe que el explotado es su hijo.

Hasta la patronal CEOE ve favorable una subida de sueldo. ¿Cómo va esa negociación?

—AV: Parece que las posiciones se aproximan y saludamos el avance de la patronal, que ya acepta entre un 1,8 y un 3% en función de la productividad.

—JBG: Antes estaban cerrados y no querían ninguna subida. Deberíamos pedir no el 1,8%, sino el 8% por lo que hemos perdido durante la crisis, pero somos conscientes de lo que hay.

—AV: También saben que una subida salarial también incrementará la producción empresarial y las cotizaciones de la Seguridad Social, ahora que las jubilaciones están en riesgo por los bocados que ha dado el Gobierno a la hucha de las pensiones.

¿Cómo puede reactivarse la economía de Sevilla?

—JBG: Hemos apostado muy fuerte por un Plan de Industria en el que hemos comprometido a empresarios y administraciones para que no sigamos perdiendo tejido productivo. No podemos seguir solo con hoteles. Además, la Junta no pide responsabilidades a quienes se llevan subvenciones y se van.

—AV: Hay que cambiar el modelo productivo: que el sector agroindustrial no se limite a la recolección, sino que manufacture alimentos, y que el sector industrial se diversifique: más allá del sector aeronáutico están sus empresas auxiliares. Y hay que saber que el turismo no es la gallina de los huevos de oro. Cuando se estabilice geopolíticamente el norte de África no podremos competir en precio.

El gran fracaso industrial en Sevilla tiene un nombre propio: Abengoa.

—JBG: Esa empresa, cuando carecía de representantes sindicales, manejaba hasta dónde podían comer sus empleados. Parecía puntera, pero solo tenía el nombre y no haberle hecho un seguimiento ha provocado esa situación. Además, las mejores empresas también compiten en cómo tratan a sus trabajadores, y los ingenieros tenían unos sueldos muy bajos. Podrá ser rentable a partir de ahora, pero hay que pedir responsabilidades. Quienes han dejado esto no pueden irse a sus casas. Tampoco entendemos que un proyecto renovable que apoyó Zapatero caiga porque se deje de apoyar a las renovables y caiga de joya de la corona a la situación de ahora.

—AV: Los trabajadores han sufrido una gestión del siglo XIX en un proyecto industrial del siglo XXI.