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Supervivientes del infierno del maltrato

Cuatro mujeres víctimas de violencia de género dan la cara y cuentan las experiencias que han sufrido y el camino que han recorrido para dejar atrás sus pesadillas

24 nov 2016 / 15:23 h - Actualizado: 25 nov 2016 / 07:00 h.
"Violencia de género","El machismo que mata"
  • Rocío, Estela, Antonia y Rosario son cuatro mujeres víctimas de malos tratos que se atreven a contar su calvario. / El Correo
    Rocío, Estela, Antonia y Rosario son cuatro mujeres víctimas de malos tratos que se atreven a contar su calvario. / El Correo
  • Rosario Rodríguez. / El Correo
    Rosario Rodríguez. / El Correo
  • Rocío Díaz. / El Correo
    Rocío Díaz. / El Correo
  • Estela Moreno. / El Correo
    Estela Moreno. / El Correo

Antonia, Estela, Rocío y Rosario son cuatro supervivientes de la violencia machista. Ellas han logrado escapar de sus maltratadores con mejor o peor fortuna, aunque las cicatrices que les han dejado las relaciones con sus exparejas son difíciles de curar. Alguna de ellas tendrá incluso que convivir con las secuelas toda su vida. Sin embargo, estas cuatro valientes han decidido salir adelante y escapar del infierno. Han aprendido a decir basta y no callar. Además, las cuatro son mujeres con amplia formación, al igual que sus agresores.

Estela Moreno es una gaditana afincada en Sevilla desde hace 20 años y con la titulación de pedagogía. Su maltratador, también universitario, fue su primera pareja, con la que tuvo un hijo. A su ex le acusa de tener una doble cara, «porque en la calle era el más simpático y divertido, pero en casa era otra cosa, porque me estaba anulando». Al principio «creí en el cuento de princesas que nos venden y pensé que era el príncipe que viene en un caballo blanco, pero me confundí». Recuerda que poco a poco le fue cambiando, «me exigía que fuese más llamativa vistiendo, que me tiñese el pelo de rubio. Me fue anulando. Yo hacía todo lo que él quería para no enfadarle». Cuando tuve al niño la situación fue a peor, «me acusaba de no valer para nada y me chantajeaba con el niño diciéndome que era para él». Decidió separarse cuando su pequeño tenía tres años porque los ciclos de violencia eran cada vez más frecuentes, pero a partir de ese momento comenzó otra batalla, en esta ocasión con la justicia. Cuando planteó a su expareja que dejaba la casa me espetó: «Antes saldrás por la puerta con los pies por delante en una caja de pino y lo de las mujeres en la tele se va a quedar en nada». Al día siguiente denunció ante la Policía Nacional, «pero no solicité las medidas cautelares». Esta mujer se fue a vivir a casa de un familiar y dejaba a su ex recoger al niño, «hasta que un día me dijo que no me lo entregaba si no retiraba la denuncia». Por ello fue al juzgado de Violencia de Género que le remitió al de guardia, donde me dijeron que no podían hacer nada porque no había medidas cautelares y que me imaginase que «mi hijo estaba de vacaciones». A partir de entonces es cuando solicitó un abogado de oficio, al que renunció por no estar de acuerdo como llevaba el caso, porque su ex le amenazaba con no volver a ver al niño si no admitía la custodia compartida. Ante esta situación se buscó un abogado privado, «pero me pasé todo un verano sin ver al niño e incluso llegué a estar hasta varios días sin poder hablar con él por teléfono». Un día fue a la casa donde estaba su hijo: «Lo cogí en brazos, pero un familiar de mi expareja me empujó contra la puerta cuando tenía al niño, por lo que nos pusimos una doble denuncia. Fue entonces cuando él me pidió una orden de alejamiento contra mi hijo, pero no salió adelante». Fue entonces cuando llegó el juicio de medidas provisionales y «el juzgado me dio la custodia del niño y el uso y disfrute de la vivienda, pero él había cambiado la cerradura y se había llevado todo lo que había en el piso». Estela se hizo cargo del pequeño, pero señala que enfermó –tenía certificado médico–, «pero cuando él fue al colegio a recogerle, como no estaba, me denunció hasta en 71 ocasiones». Esta mujer señala que su ex no se quedó contentó y fue a la casa donde ella vivía con un familiar para buscar al niño donde «agredió a mi pariente». Fue entonces cuando un juzgado de la provincia impuso una orden de alejamiento a su expareja, «pero se inhibió al de Sevilla, que retiró la orden de alejamiento, aduciendo que mi miedo psicológico no podía prevalecer sobre su libertad de movimiento». Por si fuera poco este periplo judicial, la primera denuncia por maltrato psicológico fue archivada por no considerarse violencia y en la sentencia de custodia «se abre un apartado en el que se dice que me porté muy mal cuando me quedé con mi hijo, porque alegué una supuesta enfermedad, además me avisaba de que en el próximo incumplimiento habría cambio de custodia». Estela indica que éste un somero resumen de sus «casi cuatro años de calvario judicial en el que mi abogado ha sido perseguido e imputado por defender a mujeres maltratadas». Ahora ya tiene la custodia en firme de su hijo, con un régimen de visitas para su ex, pero esta mujer cree que todo lo que ha pasado demuestra que «el sistema no funciona, hay falta de sensibilidad por parte de muchos agentes y falta de formación. Cuando veo el anuncio de mujer denuncia, no estás sola, se me cae el alma», se lamenta.

Esta venezolana nunca ha denunciado los malos tratos psicológicos que le ha infligido su exmarido, porque dependía emocionalmente y económicamente de él. Rocío estudió hasta cuarto de Derecho y su maltratador es ingeniero. Su historia comenzó cuando ella tenía 16 años, se fue a vivir con él con 20 años y su tortura comenzó a los 22: «Mi círculo de amistades comenzó a mermase, además él me acusaba de que a mi padre le había dado un ictus por mi culpa y no paraba de decirme que era una inútil y una ligera de cascos, que me eligió porque era virgen». A pesar de este maltrato psicológico, Rocío siguió a su exmarido fuera de Venezuela, donde dependía totalmente de él: «Yo quería tener hijos, pero me decía que no me los merecía y que nos iban a estorbar». Con el paso del tiempo, según relata esta mujer, su maltratador comenzó a llamarla «vieja y obsoleta y un día me llegó a quitar la documentación y el dinero. También me cambiaba las cosas del sitio donde yo las había dejado para volverme loca», se queja. Además de estos insultos, su exmarido empezó a decirle que él iba a tener otras parejas y que ella se tenía que aguantar. Rocío recuerda que su ex llegó a tener una pareja, para la que le obligaba a hacer comida venezolana, «además ella también me llamaba». Este martirio acabó en 2013, pero sigue en tratamiento psicológico, porque tiene ataques de ansiedad por los que ha llegado a estar ingresada, de hecho, está de baja por síndrome ansioso depresivo.

Rosario Rodríguez es una hondureña que ha tenido cuatro parejas y la cuatro le han maltratado, «parece que busco maltratadores», dice con mucha pena. Esta mala vida le ha dejado unas graves secuelas «porque tengo problemas con el alcohol, parece que algo en el cerebro se me ha estropeado». Esta bióloga se casó con su primera pareja con 20 años, tras quedarse embarazada, pero al año comenzaron las palizas. En una de ellas casi le mata y es cuando acudió a su madre, que le ayudó. Tres años después tuvo otra pareja. Este hombre era muy celoso y le golpeó en una ocasión. Entonces lo dejó. Años después se topó con un antiguo pretendiente, que le maltrató psicológicamente, por lo que cayó en una depresión y en el consumo de alcohol y drogas. Una vez ya recuperada, en 1995 con una beca de doctorado vino a España, donde conoció a un cocinero. En 1999 le dio la primera paliza por la que ingresó en el hospital «y mi error fue perdonar, porque al año me dio la segunda y ya ingresé en un centro de acogida, pero volvía con él por estar enganchada. Llegué a pasar por cuatro casas de acogida», recuerda.