Susana, Pedro y el compás de tres por cuatro

El reencuentro entre líderes socialistas fue una sevillana efímera, que no llegó ni a la tercera. Una hora de aburrido tangai donde se notó demasiado la incomodidad de los políticos feriantes

13 abr 2016 / 23:15 h - Actualizado: 14 abr 2016 / 14:44 h.
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  • Pedro Sánchez y Susana Díaz. / Pepo Herrera
    Pedro Sánchez y Susana Díaz. / Pepo Herrera

Una figura esbelta cruza la portada. Americana oscura, pitillos azules e impoluta camisa blanca. Ni rastro de castellanos: zapatos de ante con suela de goma. Si no fuera por el pin de la portada en la solapa, nadie diría que Sánchez se ha zafado de nada menos que un Pleno del Congreso para pisar el albero de Los Remedios. La escena deja caer un Ya huele a Feria por doquier. Pero a lo que realmente apesta es a urna y voto. Son las llamadas electorales lo que espolean la aparición de políticos por el Real. Si el año pasado estaban frescas las andaluzas y ya se hablaba en clave municipal, este año se olisquea la repetición de generales.

Selfis, piropos y besos. Hasta la Jurado parecía cantarle desde el cielo la historia de una amapola que escapó de entre los trigos. El líder socialista es un adonis en la tierra del hedonismo. Hablando de sustrato, ya sonaba a lo lejos esa de los Ecos: Yo soy del Sur. Y es que en el Sur no manda Pedro. Sevilla tuvo una niña y le pusieron Triana, que diría el Pali. Regateos de feria, quiebros por sevillanas que hicieron que en la primera posta de postín, la recepción de la Caseta Municipal, Susana fuera la única musa del compositor diletante. Una cofradía de concejales, consejeros, delegados y otros cargos la flanqueaban. Volantes verde agua que flotaban por un ambiente distendido, como si gambetearan al son de los Cantores de Híspalis. A bailar, a bailar. Resultó curioso que el líder nacional del PSOE no acudiera a la copa que ofrecía el anfitrión. Al sarao del alcalde socialista más importante de España. Se rumoreó en Pepe Luis Vázquez 53-57 (Caseta Municipal) que Sánchez había tomado rumbo de Jiménez Chicuelo 53. Sí. Allí está la caseta El Esquinazo. Pero no. Guiado por su cicerone Gómez de Celis, Sánchez aterrizó en la caseta de la Ser, donde llegaba la onda expansiva del paso de Díaz por la Municipal, con la que comparte calle. Sueña la margarita con ser romero.

Haciendo tiempo, manzanilla en mano, Pedro se sintió a gusto en una mezcolanza extraña: Juan Marín y Teresa Rodríguez, homólogos andaluces de quienes le niegan el acuerdo a tres. Sin rebujito, no hay tripartito. Tras un buen rato de espera, el Consejo de Gobierno andaluz itinerante llegó, con su Presidenta al frente. Esta niña viene tarde. Cualquiera diría que había pocas ganas de saludar al jefe del federal. El encuentro no fue en Sánchez Mejías, 25 (Caseta El Encaje) sino en la propia Ser. Mírala cara a cara (que es la primera). Arremolinados en una mesa sevillana, traseros en sillas de enea y con aroma de choquitos de Huelva, llegó el momento del beso en el día internacional del ítem. Que bien podría serlo de la ojana feriante. ¡Ay que te como, ay que te voy a comé! Que no es que el Mani tuviera hambre, aunque sería lo lógico a las 15.12, hora zulú de la carantoña impostada. Viandas, líquidos y morbo. Mucha guasa. Fotógrafos a la caza de la foto de la semana. Plumillas garabateando libretas a la velocidad de la luz. Y Sánchez y Díaz ajenos a lo que a su alrededor se cocía: «esto, pues al final no llueve». «Psst, sí. Está bien así». Dios de mi vida, eso no es charla de feria, sino de ascensor de tanatorio.

La superchería no daría para más, y una aburrida hora después, Los Romeros de la Puebla se hicieron notar: Todo termina en la vida. El Consejo de Gobierno nómada tomó las de Villadiego, quedando Sánchez solo con su anfitrión Gómez de Celis. «¿Y Sevilla es mi bastión?», debió pensar el apolíneo feriante cuando cogió la ruta opuesta de sus colegas socialistas, que parecían silbar algo así como Viva mi Andalucia. Y Sánchez se fue a Madrid, tras pasar por la caseta de UGT. Pedro, para la próxima, no te olvides de los Amigos de Gines, porque En Sevilla hay que morir.