Tráfico de sillas en la Carrera Oficial: un mercado negro que mueve miles de euros

Llegan a firmarse ‘contratos’ en los que el dueño de la silla cede y consigna las cantidades económicas que recibe

29 mar 2016 / 22:02 h - Actualizado: 30 mar 2016 / 19:04 h.
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Una red perfectamente organizada dedicada al tráfico ilegal de sillas de la Carrera Oficial estaría detrás de lo que es un auténtico mercado negro de asientos de este itinerario acotado de la Semana Santa de Sevilla. La trama, compuesta supuestamente por al menos tres individuos, actuaría como intermediaria entre abonados y compradores, sumando cantidades que superan por mucho los precios que el Consejo de Hermandades establece como oficiales y a los que posteriormente había dado su visto bueno el Ayuntamiento.

Si bien en la ciudad es vox populi la existencia de reventa de abonos de su cotizada Carrera Oficial, documentos recabados por El Correo de Andalucía atestiguan la existencia de una auténtica organización ilícita estructurada para ir más allá de un saldo individual hasta llegar a mercadear con destreza y buenos resultados algutinando una oferta superior a las 160 sillas y palcos sólo de Jueves a Sábado Santo.

Esta práctica, aunque no está tipificada en el Código Penal y únicamente constituye una infracción administrativa de carácter leve, sí genera miles de euros de forma fraudulenta, directamente relacionados con el aprovechamiento indebido de una de las tradiciones más arraigadas en la urbe.

Tráfico

El modus operandi va desde la recompra a abonados con uso preferente de sus asientos por días sueltos, media semana o para todas las jornadas procesionales, hasta la comercialización semiprofesional de estas captaciones, incrementándose el precio oficial del Consejo hasta un 190%. La red elabora completos estadillos de control de sus asientos, convirtiéndose en una suerte de central de venta de abonos paralela a la establecida por el Consejo, concesionaria de las sillas en la Carrera Oficial y que dispone de más de 35.000 plazas al día, aunque los abonos reglamentarios solo se pueden adquirir al completo, es decir, para toda la Semana Santa.

Precisamente son las características de esta oferta legal las que motivan el desarrollo y éxito de una trama tan peculiar como efectiva. La demanda de abonos es infinitamente superior a la disposición existente, a lo que se suman las dificultades que el regimen de adjudicación ideado por el Consejo contempla. Éste establece una preferencia por orden de antigüedad a la hora de acceder a la compra del pase, así como un derecho hereditario de transferencia. El reglamento permite además una reserva de un año para abonados que tienen adjudicado el uso, lo que significa que pasada una Semana Santa podrá recuperar su asiento.

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Estas disposiciones hacen muy dificultosa la tarea de acceder a alguna de las 35.000 sillas existentes, pese a que los precios no son disparatados. De hecho, el más económico, ubicado en la Plaza Virgen de los Reyes, es de 70,27 euros. Los palcos principales de la Plaza de San Francisco son los que quizás se presenten más inasequibles -789,55 euros-, si bien contemplan un espacio que alberga seis sillas, con lo cual, el importe unitario por asiento bajaría considerablemente. Un abono en Campana, cuyo precio del Consejo es de 121,80 euros es comercializado por esta trama a más del doble, 350 euros, para toda la semana, o por 200 euros si se vende solo para la jornada estrella de la Semana Santa, la Madrugá. En la documentación que este medio tiene en su poder figuran transacciones de palcos que oscilan entre los 1.000 y los 1.900 euros, los cuales habían sido previamente adquiridos por sumas inferiores.

La trama revende de forma ilegal sillas y palcos en virtud de un índice de precios establecido, si bien, sus tarifas finales oscilaron durante la recién acabada Semana Santa según fluctuara la demanda, e incluso bajó a precios básicos a los que habían comprado previamente el asiento a los abonados originales si llegaban los días clave y no habían conseguido venderlo.

La relación de ventas se organiza a través de distintos apartados, todos manuscritos. Uno de ellos es un catálogo de «disponibilidad», donde se citan, con pelos y señales, los nombres de los abonados a los que compran, incluyéndose precio y teléfono. Otro de los capítulos es relativo a solicitudes, de las que este periódico ha logrado conocer que fueron logradas en su mayoría tras el ofrecimiento del género en conocidas páginas webs de segunda mano. Esto explica además que muchos de sus últimos clientes fueran de lugares allende al territorio sevillano, como Madrid, Albacete, Ciudad Real o Alicante, amén de muchas otras, adquirieron pases transitorios gracias a esta vía.

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Pero la praxis concebida no acaba aquí. Los responsables de la red concertaban citas directas para hacer la reserva, en la que se requería el adelanto del 50% del total pactado en concepto de «entrega a cuenta», y un segundo encuentro, casi siempre el mismo día al que pertenecía la entrada, o el primero de una serie de días consecutivos de procesión, para la entrega de la mercancía y el correspondiente pago de la misma. En ocasiones, el abono debía ser devuelto porque sólo se adquirió para días sueltos, con lo que los revendedores obligaban al comprador a depositar una cifra en concepto de «señal», que aseguraba su devolución.

Entre el ingente material que delata el funcionamiento de esta red organizada también se integran las anotaciones de citas, que tenían por localizaciones lugares cercanos a las calles donde se ubican las sillas y palcos. De hecho, uno de los encuentros en los que supuestamente intercambiaron abonos por sumas de dinero tuvo lugar en la propia calle donde se levanta la sede del Consejo, San Gregorio.

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Otro de los aspectos que se destaca del sistema ideado para revender los asientos es la formulación de contratos ficticios de compraventa. Estos títulos escritos a mano sobre folios sucios u hojas de cuadernos no buscaban revestir de legalidad la operación, sino marcar una especie de garantía entre vendedor y comprador para remarcar los conceptos acordados. Tanto es así que incluyen número de documento de identidad, teléfono e incluso dirección, además de la validación mediante la firma de ambos. Fotocopias de DNI, de abonos con indicaciones e incluso anotaciones de las fechas en las que el Consejo había indicado que debían renovarse y recoger los pases figuran entre los muchos legajos, algunos escritos en servilletas de cafetería, que componen el material que revela cómo se articulaba la trama.

Tal es el nivel de organización que incluso disponen de teléfonos móviles de tarjeta prepago para la consecución de sus labores. De esta forma pretenden dar esquinazo a posibles identificaciones por el uso de sus terminales personales. Incluso se desprende del material un anexo que registra las llamadas recibidas con cierto interés, no confirmado, en adquirir localidades.

Expulsión de abonados

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El Consejo de Hermandades y Cofradías es la única institución que tiene potestad para la venta, distribución o cesión de estas plazas en la Carrera Oficial, en virtud de una concesión otorgada por el Consistorio. Este convenio establece además que sea el Consejo el encargado tanto de la instalación como de la gestión de toda la Carrera Oficial.

Las posibles repercursiones legales que puedan derivarse de las ilícitas actividades de esta red organizada son mínimas, al tratarse, como se ha referido, de una infracción que no está inserta en el Código Penal. Sin embargo, el reglamento de uso y adjudicación actualmente vigente por la institución de cofradías sí establece obligaciones que en este caso se pueden aplicar a los abonados que ceden sus asientos colaborando con esta práctica irregular. La normativa avala la extinción unilateral del derecho de uso de la silla o del palco por incumplimiento por parte del usuario de las condiciones del reglamento, entre las que está que es el Consejo el único que tiene potestad para la venta y que en caso de cesión, aunque sea por «la compra de un bolígrafo», como en algún anuncio se ofrece, debe darse la preceptiva autorización desde la institución de San Gregorio.