Un ADN para recuperar la memoria de Pico Reja

El Ayuntamiento inicia la extracción de muestras de los familiares para identificar los cuerpos enterrados en la fosa común

22 may 2018 / 19:39 h - Actualizado: 22 may 2018 / 20:01 h.
"Justicia","Memoria histórica"
  • Algunos de los familiares de las víctimas junto a la concejal socialista Adela Castaño. / Manuel Gómez
    Algunos de los familiares de las víctimas junto a la concejal socialista Adela Castaño. / Manuel Gómez

Puede considerarse un paso más pero quizás sea uno de los más relevantes de los últimos años. Este martes, más de 80 familiares de las víctimas enterradas en la fosa común Pico Reja del cementerio de San Fernando (Sevilla) han participado en la primera jornada de extracción de ADN con el que esperar identificar los cuerpos de sus familiares, asesinados durante los años de la Guerra Civil en Sevilla. Se trata de una iniciativa impulsada por la Oficina de la Memoria Histórica del Ayuntamiento de Sevilla, con la colaboración del Laboratorio Municipal –donde se extraen las muestras– y de la Universidad de Granada, cuyos especialistas se encargarán de cotejar las muestras obtenidas estos días.

«Es un día importante. No porque llegue tarde no debe dársele el valor que tiene. Es un día reclamado por familiares y asociaciones memorialistas», explicó la delegada de Educación, Participación Ciudadana y Edificios Municipales, Adela Castaño. Tras esta primera jornada de extracciones, el gobierno local espera que sean más las familias que acudan a realizarse las pruebas de ADN y que funcione para ello «el efecto llamada». Toda vez que se contabilicen nuevas inscripciones, el Ayuntamiento citará a los interesados para llevar a cabo una jornada similar a la de este martes.

Una vez obtenidas estas muestras de ADN, el siguiente paso consistiría en cotejarlas con los restos que se encuentran en la fosa de Pico Reja. Según indico Castaño, para poder iniciar esta exhumación es necesario formalizar el convenio con la Diputación de Sevilla y la Junta de Andalucía, «que se encuentra en su última fase de elaboración». Aunque desde el Ayuntamiento se prefiere no dar una fecha exacta para el comienzo de estos trabajos, la edil socialista confirmó que la intención del gobierno es que se haga con cargo «a los presupuestos de 2018» y que, en consecuencia, arranquen antes de que finalice el año en curso. «Vamos a poner todos los medios al alcance de las familias afectadas», explicó.

Los expertos de la Universidad de Granada aseguraron que esta técnica de extracción del ADN es «compleja», especialmente «en los huesos que han pasado 80 años en unas condiciones que no siempre son óptimas», como en este caso. «Los familiares saben que aunque las técnicas han avanzado hay un alto porcentaje de que no se consiga la identificación», relataron los técnicos granadinos. Aún así, «la inquietud más común de los familiares es que se haga todo lo posible y se pongan todos los medios para hacerlo».

Castaño también se comprometió a que, «en torno al otoño de este año», se inicie la señalización de las otras dos fosas localizadas en el cementerio de Sevilla, conocidas como fosa antigua y fosa del monumento.

Pico Reja

La fosa común de Pico Reja, una de las ocho que se encuentran en el interior del cementerio de Sevilla, se extiende por más de 2.685 metros cuadrados y es una de las más grandes de las que se han localizado hasta ahora. Según los estudios previos, en su interior podrían encontrarse algo más de un millar de cuerpos de víctimas de la Guerra Civil. Para llevar a cabo estas investigaciones han resultado clave los estudios desarrollados por historiadores como José Díaz Arriaza.

Joaquín Camero

«Mi abuelo murió por defender su integridad»

Su abuelo, Carlos Romero Troncoso, fue asesinado «por una persecución personal» en el municipio de Guadalcanal. Según cuenta Joaquín, «él se dedicaba a la cacería y lo llamaron unos señoritos para que les cargara las escopetas, para un cachondeíto de ellos». Al parecer, Carlos se negó y «le amenazaron con que se atuviera a las consecuencias». Así, «cuando empezó la guerra lo denunciaron por subversivo. Lo detuvieron y al poco lo soltaron. Este señor, el que lo amenazó, lo vio por la calle, lo volvió a denunciar, y le hicieron un juicio sumarísimo en el que lo acusaron de rebelión militar, sin ningún tipo de garantía procesal. Lo metieron en la cárcel y lo ejecutaron el 2 de diciembre de 1943». Carlos piensa que su abuelo «no murió en una contienda militar sino por defender su integridad».

Ahora que han pasado los años trabaja en recuperar su memoria en nombre de la familia, especialmente de su madre. «Vengo a dar mis muestras de ADN para cotejarla en caso de que alguna vez se recuperaran sus restos. Es un día muy importante. Aquí debería estar mi madre, que falleció hace tres meses, era la última hija que le quedaba a mi abuelo. Es un día importante porque la represento a ella». Su madre se marchó «a la espera de dar su muestra». Ella «creía que era imposible, pero la ciencia ha llegado tan alta que no lo es».

Lourdes Farratel

«No busco el ojo por ojo pero sí que se visibilice»

Lourdes es la más joven de los familiares que han dado sus muestras de ADN para buscar los restos de los represaliados. Es nieta de Joaquín Farratel, un sevillano del Tardón, director del periódico Canela en Rama, al que llamaban El Loco. «Un hombre muy político y culto». Desde el punto de vista que le da su juventud, agradece «la visibilidad» después de «tantos años de silencio». Pero está dispuesta a luchar. «Es la historia de mi familia, la de mi abuelo, que no era un asesino. No busco el ojo por ojo pero sí que se visibilice. Esta es mi herencia y no quiero olvidarlo».

Por eso Lourdes relata la historia de Joaquín. «Sabemos que se lo llevaron a San Juan de Aznalfarache porque mi abuela era hija del alcalde. Allí lo fusilaron, así que es probable que lo dejaran en una carretera y lo llevaran a Pico Reja». Ella pelea ahora convencida. Lo hace por su padre. «Me emociono porque él es el que debería estar aquí. Se quedó huérfano de padre a los 7 años, le tiraron la casa abajo y lo dejaron en la pobreza más absoluta. Nos quitaron todo, y digo nos quitaron porque yo soy hija de mi padre».

Las secuelas fueron duras. «Ha sufrido toda su vida, nunca superó el miedo. Iba con él por la calle y me decía dónde había un vertedero en el que se comía las cáscaras de plátano», asegura. Por eso, si logra recuperar los restos de su abuelo, tiene claro dónde los depositará. «Los restos de mi padre descansan en el monolito que hay encima de la losa del Monumento. Si alguna vez tuviera la oportunidad de encontrar aunque sea una falange del pie de mi abuelo, la enterraría junto a él».

Mercedes Vera

«Sé que mi padre tiene que estar en Pico Reja»

Mercedes Vera no ha cejado en el empeño de encontrar a su padre. Aurelio Vera Dávila fue alcalde Marilla, un pueblo de Badajoz. «No sé por qué nos vinimos a Sevilla, a la calle Oriente. Yo tenía tres meses y se lo llevaron. Era el 26 de septiembre de 1936». En todo este tiempo ha descubierto algunos detalles de su padre. «Me he movido mucho y me han ayudado mucho, por eso creo que está en Pico Reja». Incluso se ha llegado a hacer con algún que otro documento, como su partida de defunción. «En ella aparece que lo pasaron por las armas».

No ha sido fácil. Entre otras cosas porque su familia no era proclive a ello. «No comentaban nada referente a lo mío porque eran de derechas. Ni querían que mis padres se casaran». Pero su esfuerzo ha dado ya frutos. Espera que vengan más. «Mi padre era un socialista de médula que se jugó mucho con su capital para ayudar a los que más lo necesitaban».

Pepita y Carmen Amado Roldán

«Los restos de mi padre están en un montón, como si fuera un perro»

Pepita y Carmen son dos hermanas que llevan toda su vida intentando recuperar la memoria de su padre. Con 92 y 86 años, respectivamente, aún recuerdan la noche en la que les arrebataron a su padre de sus vida. «Eran la una de la noche y vinieron unos señores a casa. Lo sacaron de la cama y nos dijeron que en seguida lo traían de vuelta. Ya no lo volvimos a ver más», recuerda Pepita, que entonces tenía ya 10 años. Aquello ocurrió la madrugada del 7 al 8 de agosto de 1936, solo unos días después del inicio de la Guerra Civil española.

Aunque sin duda lo peor vino después. «Mi madre tardó en saber que no volvería. Al día siguiente por la mañana, con un termo de café con leche y su mantita, fue a buscarlo a la cárcel, pero no aparecía», cuentan. Todo se complicó el día en el que empezaron a tomar conciencia de que ya no volvería a casa. «Un señor que tenía unas huertas por allí, que lo conocía, nos dijo que creía haberlo visto muerto en la tapia del cementerio», asegura Carmen. Desde entonces, su vida y la de sus cinco hermanos no volvió a ser la misma. «Mi madre pasó muchísimo hasta que levantamos cabeza. Ya nada volvió a ser igual».

Ahora esperan que con su ADN puedan dar un enterramiento digno a su padre. «Esperamos tener los huesos y hacer lo que se hace con todos los seres humanos. No echarlos ahí en un montón con si fuera un perros». Esa es su esperanza. También la de mantener vivo el nombre de su padre, Rafael Amado Peña, que fue concejal del Ayuntamiento de Sevilla. «Nuestro padre era republicano pero no comunista. Hizo muchas obras de caridad en el barrio en el que vivíamos», recuerdan. Una casa, en el número 10 de la calle San Hermenegildo, en el corazón de San Julián, de la que Rafael salió una noche para no regresar más.

Ramón y Ana Sánchez

«A mi tío lo mataron por ayudar a los vecinos del Cerro en el local del PC»

«A mi tío Ramón ni siquiera le hicieron juicio. Lo asesinaron los falangistas un 22 de julio de 1936 en el Parque de María Luisa. Allí dejaron su cuerpo tirado en el suelo durante varios días, nadie de mi familia se atrevía a ir a recogerlo por miedo». Este es el testimonio de Ana Sánchez, sobrina de dos víctimas de la represión que ahora espera recuperar sus cuerpos en este proceso de exhumación. Ella, junto a su hermano Ramón, llevan años peleando, con el apoyo del resto de la familia, para resarcir la memoria de sus tíos Ramón y Antonio. «A él (por Antonio) le llamaban el practicante porque tenía conocimientos de sanidad y en el juicio que le hicieron le acusaban de haber participado cuando la inundación del Tamarguillo en auxiliar a los vecinos del Cerro y Amate en el local del Partido Comunista», relata Ana. La muerta le llegó el 14 de abril de 1937.

Nada saben de ellos. Solo indicios por la fecha de su asesinato. «Ramón debe esta en Pico Reja pero cuando mataron a Antonio ya estaba colmatada, así que debe estar en la fosa del Monumento», relatan estos dos hermanos. En su lucha cuentan con el apoyo de su gente, a pesar de que su padre tenía «pánico, terror» a hablar de política en su casa. «Él también pertenecía al Partido Comunista y en la vida habló nada de sus hermanos. Solo que los habían matado pero sin querer entrar en conversaciones políticas».

Ahora, a pesar del paso de los años, esperan recuperar sus cuerpos y contar la historia anónima de Antonio y Ramón, sus tíos. «Ellos eran vecinos del Cerro del Águila. Los dos pertenecían al Partido Comunista, a las juventudes», recuerdan. Uno de ellos, Ramón, cuentan que «era cojo» y que por el ímpetu de su juventud «siempre habían tenido enfrentamientos con la gente de derecha».