Un aniversario al ralentí

El Año Murillo ha estado marcado por la interinidad del Gobierno central, la falta de consenso entre las administraciones y el relevo en Plaza Nueva

07 nov 2016 / 22:02 h - Actualizado: 08 nov 2016 / 08:00 h.
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  • El alcalde de Sevilla, Juan Espadas, en su visita a Londres con el director de la National Gallery, Gabriele Finaldi, y el embajador de España en Reino Unido, Federico Trillo. / El Correo
    El alcalde de Sevilla, Juan Espadas, en su visita a Londres con el director de la National Gallery, Gabriele Finaldi, y el embajador de España en Reino Unido, Federico Trillo. / El Correo

Dos presentaciones, dos proyectos y dos alcaldes distintos y una consideración estatal de evento de excepcional interés que no termina de llegar en más de 20 meses. Ese es el resumen, muy a grosso modo, del periplo que ha sido hasta ahora, y lo que le queda, el Año Murillo, que ha estado marcado por la interinidad del Gobierno central, la falta de consenso entre administraciones y el relevo en Plaza Nueva.

En abril de 2015 tuvo lugar su primera puesta de largo. Entonces aún estaba el actual ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, en la Alcaldía de Sevilla. Con las elecciones municipales a la vuelta de la esquina, el entonces regidor hispalense se plantó en el salón de los Tapices del Real Alcázar para presentar los actos del Año Murillo. En aquel entonces, los festejos iban a comenzar en septiembre de 2017, unos meses antes del nacimiento del pintor sevillano, y sería, en palabras de Zoido, «el mayor fasto cultural en Sevilla desde la Expo 92». Ese fue solo uno de los grandes titulares que dejó el responsable de la cartera de Interior que apuntó que la ciudad sería «la auténtica capital cultural de Europa» gracias al programa de exposiciones que se abriría con una Antológica de Murillo en el Bellas Artes. El evento, al que también comparó con el Año Greco de Toledo, contemplaba varias muestras expositivas con sede en Santa Clara, el Alcázar o la Catedral entre otros.

Ya entonces, el exalcalde del PP era consciente de la importancia de que el Estado diera al evento la consideración de excepcional interés público. Algo que va más allá de ser una cuestión de pompa. La declaración permite más que suculentas desgravaciones a quienes patrocinen actividades de la efeméride y es, por tanto, la puerta por la que entrarían no ya las empresas que habitualmente colaboran en los asuntos sevillanos, sino las más potentes, las del Íbex-35, como se pretende. Esto llevó a Zoido a verse con la vicepresidenta del Gobierno, la también popular Soraya Sáenz de Santamaría que dijo entonces ver «con buenos ojos» el proyecto y prometió a Sevilla «su apoyo como lo hizo con Toledo».

Pero llegaron las elecciones municipales y cambiaron las tornas en la Plaza Nueva. Aunque Zoido salió vencedor no lo hizo con la suficiente mayoría y el socialista Juan Espadas, gracias a un pacto de investidura con IU y Participa Sevilla, le arrebató el bastón de mando y con él, la organización del Año Murillo.

En poco menos de una semana, Espadas ya contaba con el respaldo de la Junta de Andalucía, algo que se le había resistido a su antecesor en la Alcaldía que criticó la «falta de rigor» del proyecto del PP «en aspectos esenciales como el presupuesto». La administración autonómica ofreció al socialista «estar al lado del Ayuntamiento en un año emblemático para la ciudad».

Ese primer empujón que dio el alcalde a su llegada quedó un poco en el olvido con el verano. Pasaron los meses y poco o nada se sabía de los preparativos municipales de cara a la organización del evento ni, por supuesto de la ansiada consideración estatal que facilitaría las inversiones. La interinidad casi eterna del Gobierno de Mariano Rajoy dificultaba en gran parte cerrar este punto crucial.

El PP llevó a pleno una moción urgente para reclamar medidas que permitieran avances y tres días más tarde, el ya exalcalde Juan Ignacio Zoido se reunió con el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, a quien dijo haberle arrancado, por segunda vez, el compromiso de respaldar el evento. Pero lo cierto y verdad es que la confirmación oficial, todo lo que podía confirmar un gobierno en funciones, no llegó hasta meses más tarde. En agosto, y vía carta, Montoro anunciaba al alcalde, Juan Espadas, que se incluiría en los presupuestos la deseada consideración.

Pero no fue hasta más de un año después de que se pusiera por primera vez sobre la mesa la idea de celebrar a lo grande el nacimiento de Murillo cuando el proyecto dio su primer paso real. A finales de mayo se constituía el comité científico encargado de supervisar la programación para la efeméride. Una cita que ya no comenzará en septiembre sino en diciembre de 2017 (el pintor sevillano nació el 31 de ese mes) y el grueso de las celebraciones se centrará en 2018.

El proyecto, semejante al ideado por Zoido, contempla exposiciones, itinerarios que recorrerán la Sevilla murillesca o la casa Murillo –que la Junta ha cedido al Ayuntamiento para la ocasión–, actividades divulgativas y de calle, artes escénicas y musicales así como investigación y publicaciones. Cinco grandes bloques que darán cuerpo a una conmemoración que pretende no quedarse en la fecha sino ir «más allá» para «restaurar de forma perenne la huella de Murillo en la ciudad».

La primera muestra sobre el pintor arranca hoy. Velázquez. Murillo. Sevilla, es la antesala de lo que está por venir. Fundación Focus-Abengoa celebra en los Venerables la primera de las seis exposiciones que jalonarán los fastos de su nacimiento.

Mientras, el alcalde, consciente de que el tiempo apremia, ha comenzado a promocionar la cita fuera de nuestras fronteras. Ya con Gobierno en firme, y por tanto las ventajas fiscales más cercanas, Espadas inició el viernes un periplo por ferias internacionales y museos donde espera captar apoyos en la recta final de los preparativos del Año Murillo que «volverá a poner a Sevilla en el foco del turismo cultural».