Un catéter prodigioso que ahorra hasta un centenar de pinchazos

El Virgen del Rocío tiene desde abril una consulta específica de acceso venoso para pacientes que precisen tratamientos intravenosos de larga duración

03 ago 2017 / 09:56 h - Actualizado: 03 ago 2017 / 13:00 h.
"Salud","Salud pública","Hospital Virgen del Rocío"
  • Inés Durán, Paco Montes, Charo Muñoz y Vicente de la Osa, los cuatro integrantes de la consulta de acceso venoso del Virgen del Rocío. / El Correo
    Inés Durán, Paco Montes, Charo Muñoz y Vicente de la Osa, los cuatro integrantes de la consulta de acceso venoso del Virgen del Rocío. / El Correo
  • La enfermera Charo Muñoz revisa el catéter de Álvaro Herranz. / El Correo
    La enfermera Charo Muñoz revisa el catéter de Álvaro Herranz. / El Correo

Un verdadero alivio para las personas que presentan accesos venosos limitados, que requieren tratamientos intravenosos de larga duración y, en general, que tienen pánico a las agujas. Se trata de un catéter que se inserta de manera periférica mediante una técnica ecoguiada en el brazo del paciente y que puede durar hasta un año, de manera que la persona puede llegar a ahorrarse hasta un centenar de pinchazos y no pocos desplazamientos innecesarios al hospital.

Este prodigio, de enorme utilidad sobre todo para enfermos de Oncología y Hematología, viene usándose desde hace años pero el Virgen del Rocío ha querido ir más allá y a finales de marzo ha estrenado una consulta específica, pionera en Andalucía, para realizar este tipo de inserciones. Lo que se llama un Equipo de Terapia Intravenosa (ETI), integrado por cuatro profesionales de Enfermería especializados en la colocación de estos catéteres: Vicente de la Osa y Paco Montes, jefes de bloque de Hematología y Oncología, respectivamente, e Inés Durán y Charo Muñoz, que son las enfermeras expertas en esta técnica y las que llevan adelante el trabajo diario de esta consulta.

«Desde 2013 disponemos de este material y se ha ido formando a enfermeros en la técnica, que han ido a Barcelona», explica Montes. De hecho, se empezó a utilizar en el Hospital 12 de Octubre de Madrid y en el Clínic de Barcelona. «Hasta que por fin, después de mucho insistir, la dirección se ha hecho eco y nos ha dotado de personal para poder montar esta consulta exclusiva para la colocación de este tipo de catéter», añade De la Osa.

Este profesional cuenta que «este catéter tiene una duración en torno al año. Es cuatro veces más caro que otro convencional de uso semanal, pero a la larga supone un notable ahorro», ya que hay pacientes que precisan «unos 12 pinchazos al mes para analíticas, transfusiones, etc. y a lo mejor su tratamiento se alarga ocho meses, con lo cual al final son 90-100 pinchazos que se evitan al paciente».

El objetivo es preservar en las mejores condiciones el capital venoso del paciente, máxime cuando debe someterse a tratamientos que pueden deteriorar el sistema vascular periférico por la duración, periodicidad o agresividad de la terapia.

El trabajo de estos profesionales consiste en insertar catéteres venosos centrales de manera periférica mediante técnicas ecoguiadas. Esto minimiza el riesgo de infección y las complicaciones del procedimiento. «Toda la vida hemos pinchado un poco a ciegas porque no sabías el calibre de la vena y ese es el gran avance de esta técnica, que se hace mediante eco», recalca De la Osa. Así, esta técnica ofrece con respecto a la estandarizada un mayor éxito en las inserciones, ya que se logra en el 98,9 por ciento de los casos; y una reducción del número de flebitis y trombosis por la posibilidad de elegir el calibre más adecuado a la situación del paciente.

Los profesionales de la consulta de accesos venosos, puesta en marcha el pasado 29 de marzo, han atendido ya a 60 pacientes en este trimestre: 22 de Oncología, 28 de Hematología, 5 de Neurocirugía, 2 de Medicina Interna y uno de Cuidados Paliativos, Infecciosos y Dermatología. Las enfermeras Muñoz y Durán se encargan de llevar un registro de estos pacientes y de hacer un seguimiento de su tratamiento. Además, gestionan la coordinación entre atención primaria y hospitalaria para evitarle a los pacientes desplazamientos para la extracción de analíticas o el mantenimiento del catéter, que debe ser revisado cada 7-10 días dado que hay que cambiarles el suero y la heparina.

Uno de los usuarios de esta técnica es el joven de 24 años Álvaro Herranz, que inició un largo tratamiento en noviembre de 2016 cuando le detectaron un linfoma. «Tengo pánico a las agujas y para mí era un problema tener que pincharme todos los días, era terrible», cuenta. Al principio, era reticente a colocarse el catéter porque «pensaba que sería una especie de operación complicada, pero me pusieron una crema y me dieron dos pinchacitos menos dolorosos que cuando te sacan sangre».

Álvaro asegura que «es como si no llevaras nada, muy cómodo. Me puedo duchar, incluso bañar en la piscina –para ello se envuelve el catéter en un film–». De hecho, ahora tiene un mes hasta la próxima analítica, «pero prefiero tenerlo puesto».