Un sevillano a lomos del ‘Rocinante de metal’

Guillermo Díaz Cortés irá pedaleando desde Estocolmo hasta Bruselas en un viaje solidario para ayudar a los ciclistas víctimas de accidentes de carretera

09 jul 2016 / 20:03 h - Actualizado: 09 jul 2016 / 20:07 h.
"Ciclismo","Viajes"
  • El sevillano Guillermo Díaz Cortés posa en Madrid con una bicicleta, su compañera en esta aventura. / El Correo
    El sevillano Guillermo Díaz Cortés posa en Madrid con una bicicleta, su compañera en esta aventura. / El Correo
  • Trayecto que realizará por etapas. / El Correo
    Trayecto que realizará por etapas. / El Correo

Sobre la mesa una botella de agua con gas para él. Un cortado, como de costumbre, para mí. Centro de Madrid. Si hay una zona castiza es esta. Muy cerca del viaducto, muy cerca del Madrid de los Austria.

Guillermo Díaz Cortés es sevillano, es inquieto, un hombre siempre en movimiento. Licenciado en Derecho y pianista. Aficionado a la escritura y a la lectura. Desde 2002 hasta hace diez meses, ha ido residiendo en distintos países de todo el mundo. Vivió en primera persona la Primavera árabe estando en El Cairo y tiene, además, experiencias importantes allá donde ha estado. Y, ahora que se ha vuelto a instalar en España, intenta culminar la primera fase de un proyecto que le tendrá pedaleando durante cuarenta días para ir desde Estocolmo a Bruselas. Pero no crean que se trata de un viaje de placer o una aventura sin un sentido último que no vaya más allá de lo personal, no crean que todo termina al bajar de la bicicleta. La cosa es mucho más de lo que parece. Porque Guillermo es emprendedor, pero es, también, solidario.

«Estando en Londres, descubrí que no había forma de llegar a mi destino sin perderme. Soy ciclista y se me hacía imposible no tener que parar para preguntar o ir pendiente de un navegador que me distraía de lo fundamental; es decir, la carretera. Por otra parte, cada año mueren ciclistas en las carreteras de todo el mundo, en las ciudades de todo el mundo. Y fue cuando pensé que desarrollar tecnológicamente alguna solución a este problema era necesario», explica.

Esta idea de Guillermo surge en Londres después de haber aprendido lo necesario sobre carpintería («siempre me había interesado y esas cosas no pueden quedar en nada»), de haber dedicado los conocimientos a la restauración de tiendas y restaurantes, de haber adquirido un par de barcos para su arreglo y posterior conversión en casas flotantes en el Támesis.

«En Londres disponía de mucha información estadística para comenzar a trabajar. Descubrimos que con el desarrollo de nuestro proyecto (hardware y software) se llegarían a reducir del 58 al 37 por ciento los accidentes que sufren los ciclistas en las vías públicas», avanza.

Guillermo habla moviendo las manos con cierta tranquilidad aunque con la fuerza suficiente para matizar cada cosa que va diciendo.

«En ciudad, los giros, las intersecciones y los cruces, son terribles. En esos momentos, en esos puntos, se producen casi todos los accidentes. Y en las ciudades en las que la tradición ciclista es mayor el índice de siniestralidad es menor. Por ejemplo, en Madrid no existe esa costumbre de ver a un ciclista por las calles y eso provoca que los ciclistas nos atrevamos menos, que sintamos miedo. Ahora bien, también soy crítico con los ciclistas. A veces se ven unas maniobras que resultan peligrosísimas y de las que los conductores de automóvil no son responsables. Es muy hippie eso de la bici, pero es necesario respetar las normas. Todos. Por otra parte, en carretera, ya sabemos todos cómo se producen los accidentes».

El proyecto de Guillermo y su equipo de trabajo consiste en sensibilizar sobre el peligro de los accidentes y tratar de evitarlos. Es de los que creen que muchas herramientas tecnológicas se pueden poner al servicio de la bicicleta para que el ciclista pueda disfrutar del recorrido de forma segura.

«Las soluciones van desde la navegación a las asentadas sobre los efectos lumínicos. Lo imprescindible es que el ciclista pueda ocuparse de lo que tiene delante. Estamos desarrollando lo necesario para controlar lo que tiene detrás».

Buscando cierta relevancia comenzará su viaje el 18 de julio. Llegará a Estocolmo, desde España, para montar la bicicleta donada por Bicicletas sin Fronteras de Suecia. Y la montará allí, con los miembros de la organización, para conocer la mecánica con exactitud. Serán 2.000 kilómetros y conviene conocer bien la máquina. Las ciudades a las que irá llegando son; además de Estocolmo; Göteborg, Copenhague, Hamburgo, Amsterdam y Bruselas. Durante el trayecto, irá publicando en un blog sus reflexiones y el resumen de las etapas y, además, podremos seguir su peripecia a través de un canal de YouTube. La financiación del viaje se está realizando a través de Crowdfunding.

«El viaje no es barato y toda ayuda será poca. Además, hay que terminar de desarrollar las aplicaciones y nos vendrá muy bien cualquier aportación. De lo recaudado, haremos una aportación a una asociación que tenga que ver con los daños que sufren las personas que tienen al circular en bicicleta».

Le comento a Guillermo que, efectivamente, hay asociaciones que tratan de ayudar a personas que han sufrido accidentes ciclistas. Muestra gran interés al saber que una secuela que se produce tras el accidente en bicicleta, mucho más habitual de lo que podríamos pensar, es la afasia. Una persona sufre un accidente que le provoca un daño cerebral y eso causa que deje de comunicarse. Es una secuela, la afasia, tremenda y cruel. Toma nota del nombre de la asociación sevillana ARPA (Asociación para la Rehabilitación y Prevención de la Afasia) como posible candidata a esa donación.

«Durante el viaje, a través de la página bikesandtech.com (en este momento informativa aunque será muy dinámica una vez que comience el viaje), el que quiera sabrá dónde estoy en cada momento. Y espero que las donaciones permitan terminar con el proyecto. Al fin y al cabo, lo importante es conseguir que se produzcan menos accidentes».

Terminamos nuestra conversación hablando de jazz, de ópera, de asuntos que nada tienen que ver con esta maravillosa idea. Pero que sirven para constatar que el destino, una vez más, me proporciona la posibilidad de conocer a gente que merece la pena.

Por cierto, Guillermo se lleva un ejemplar de El Quijote en la mochila. Porque, al fin y al cabo, es sevillano, es español, y este año recorrerá parte de Europa sobre su Rocinante de metal.