El crucificado que sustituyó al de Felipe de Ribas que pereció en el incendio de la parroquia de 1932. El mismo que talló Antonio Castillo Lastrucci por 3.500 pesetas y que se bendijo en la iglesia de San Luis de los Franceses un 3 de abril de 1938. El que cada Domingo de Ramos agita los callejones del barrio a los sones de la agrupación Santa María Magdalena en su regreso al templo ojival de la Puerta de Córdoba donde la leyenda sitúa a la Virgen encontrada por el cazador catalán. En definitiva, Cristo de la Buena Muerte, representado en un retablo cerámico, recibirá culto en la capital española a 534 kilómetros de San Julián.
La historia comienza hace aproximadamente un año. Entonces el sacristán y conserje de la iglesia de San León Magno de Madrid, Jesús Olmo Ayuso, contacta con el cofrade sevillano Sebas Gallardo a través del portal que éste tiene sobre fotografías de hermandades y cofradías. «Como amante de la Semana y de la ciudad de Sevilla, me solicitó una foto de la Piedad del Baratillo, porque al aparecer es muy devoto de esta cofradía. Pero al poco tiempo volvió a contactar conmigo para hacer un encargo mayor». Ahora el destinatario era la parroquia madrileña en la que trabaja y en la que está al frente su hermano, el sacerdote Enrique Olmo Ayuso, desde 2015.
Este templo madrileño, emplazado en la calle Concejal Benito Martín Lozano, muy cerca del Vicente Calderón, se encuentra inmerso en un proceso de mejora para rebajar la frialdad de sus instalaciones de hormigón y con predominio de líneas rectas, y hacerla más humana y atractiva para los feligreses. Dentro de esta reforma, que incluye además el adecentamiento de las zonas ajardinadas del exterior, nace la iniciativa parroquial de colocar un azulejo con la imagen de Cristo crucificado en una de las entradas al templo. Dado el conocimiento cofrade de su sacristán y conserje y tomando como referencia advocacional la oración al Cristo de la Buena Muerte de José María Pemán (¡Cristo de la Buena Muerte/ el de la faz amorosa/ tronchada como una rosa/ sobre el blanco cuerpo inerte/ que en el madero reposa/ ¿Quién pudo de tal manera/ darte esta noble y severa/ majestad llena de calma?...), se opta por la imagen cristífera de la hermandad sevillana de La Hiniesta. «Me planteó la posibilidad de tomar como base una de mis fotografías para hacer un retablo cerámico del Cristo de la Buena Muerte. Me sorprendió gratamente la idea. Más aún cuando mi padre fue bautizado en la pila de San Julián. Es un orgullo profesional y personal», comenta Sebas Gallardo, que en seguida se puso manos a la obra tras elegir la instantánea del Cristo. Se trata de una visión «diferente» y «atrevida», pues, como explica el autor de la foto que ha servido de modelo, «es un primer plano del crucificado tomado en la calle durante la estación de penitencia, donde e aprecia la cara, el torso y uno de los dos brazos».
El azulejo, que se encuentra actualmente en proceso de elaboración siguiendo «un proceso de vitrificado» para que la imagen «sea más resistente al paso del tiempo», será a todo color y con una dimensiones de dos metros de alto por 1,50 de ancho, incluyendo la cenefa. Le acompañará una reproducción del texto de la oración de Pemán «para que la gente lo lea a modo de oración al entrar o al salir del templo», ha señalado Jesús Olmo, quien además ha avanzado que la idea es que sea bendecido tras el verano, presumiblemente el próximo 14 de septiembre, coincidiendo con la festividad de la Exaltación de la Santa Cruz. La hermandad de la Hiniesta, por su parte, tiene conocimiento de este encargo, del que lógicamente se ha mostrado muy contenta. «Es una alegría enorme tener un pedacito de San Julián latiendo en Madrid», concluye su hermano mayor, José Antonio Romero Pérez.