Sevilla se ha subido por fin al carro de las ciudades que apuestan por el verde gracias a un crecimiento exponencial de los parques y jardines desde que arrancara el siglo actual. En este momento son algo más de mil hectáreas de zonas verdes las que se expanden sobre suelo de la capital, con unos 178.000 árboles y una ratio por habitante de 14 metros cuadrados, de acuerdo con los datos que ha expuesto el Ayuntamiento en su nuevo modelo de gestión de las zonas verdes.
Una media que sitúa a la ciudad, y ya era hora, dentro de los márgenes –entre 10 y 15 metros cuadrados– que fija la Organización Mundial de la Salud (OMS) como recomendables. Ha costado...
Y es que la evolución de los grandes parques urbanos de Sevilla se ha disparado en los últimos 15 años, cuando se ha triplicado la superficie y el número de extensiones de esta tipología ha crecido hasta la docena, ocupando unas 580 hectáreas en total.
Si nos remontamos un siglo atrás, la ciudad tan sólo disponía de un gran parque, el de María Luisa, inaugurado el 18 de abril de 1914 y que no tardaría en convertirse en símbolo de Sevilla, hasta el punto de que es el único que goza de la consideración de histórico. Fue durante décadas, y junto a los Jardines de las Delicias, el único parque público de toda la ciudad.
Hasta que, por fin, en la década de los setenta, abrió el Parque de los Príncipes, de carácter más paisajista. Un hito que, empero, no tuvo continuidad hasta finales de los ochenta. En 1987 se estrenaron el Parque Amate –previsto en el PGOU... de ¡1962!– y el de Miraflores; ambos sobre auténticas escombreras.
EL ALAMILLO, UN REFERENTE
Si el de María Luisa se había levantado con motivo de la Exposición Iberoamericana de 1929, el del Alamillo se inauguraría en 1992 a cuento de la Exposición Universal. Con especies vegetales autóctonas como seña de identidad, su diseño y equipamiento lo convertirían en referente de parque moderno.
Y así, en el tramo final de los noventa llegarían otros tres parques: San Jerónimo, Celestino Mutis e Infanta Elena. Si el primero y el tercero se crean en vastas extensiones y dentro del objetivo de crear un cinturón verde que rodeara la ciudad, el segundo es más pequeño y se trata de una conquista social en la trama urbana de la ciudad. De ese modo, en apenas 20 años Sevilla pasa de 152 a 650 hectáreas.
Que serán 800 en 2006, el año en que se incorpora a la red de parques el de Los Bermejales, cuando la ciudad aún sigue por debajo de la recomendación de la OMS, ya que por entonces dispone de apenas ocho metros cuadrados por habitante.
El PGOU de ese año 2006 introduce un nuevo enfoque al fomentar la construcción de parques metropolitanos –a imagen y semejanza del Alamillo– sobre el curso de los ríos y sus afluentes. Un proyecto que se materializa gracias al convenio firmado entre el Ayuntamiento y la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir en todos los frentes: al norte se amplían y conectan los parques del Alamillo y San Jerónimo, además de crecer el de Miraflores; al este se crea el del Tamarguillo o San Ildefonso; al sur los parques Ribera de Guadaíra, Guadaíra Cauce Antiguo y Palmas Altas, que enlazan a su vez con Bermejales; y al oeste, el Vega de Triana o Charco de la Pava.
El resultado de esta progresión espectacular son las 1.700 hectáreas de zonas verdes que tendrá la ciudad cuando el vigente PGOU esté completado con el proyecto de Tablada, llamado a convertirse en el pulmón de una Sevilla mucho más verde.
LOS JARDINES
Al margen –y mucho antes– de los parques, Sevilla ha dispuesto de excelsos jardines, aunque en su mayoría no fueron públicos al menos en su origen. Tienen el marchamo de históricos cuatro espacios: los jardines de los Reales Alcázares, de las Delicias, de la Buhaira –recuperados en 1999– y de la Torre de Don Fadrique. El mismo año (1830) que los de las Delicias se inauguraron los de Cristina, y a lo largo del siglo XIX se añadirían los de San Telmo (1850) y de la Casa Rosa, ya en el epílogo de la centuria. En el siglo XX se van incorporando otros jardines de relevancia: los de Catalina de Ribera y los de Murillo a finales de los veinte; en 1984 los del Valle; en 1992 los del Guadalquivir, el Americano y los del Monasterio de la Cartuja; el del Prado de San Sebastián 1997...