Una educación que pone el foco menos en el niño, más en la familia

Cada vez más escuelas infantiles enfocan su labor no tanto en la función meramente asistencial y de cuidado de los críos y apuestan por la transmisión de valores

08 ene 2017 / 22:25 h - Actualizado: 08 ene 2017 / 22:26 h.
"Educación","Infancia","La educación infantil se reivindica"
  • Jose Naranjo atiende las explicaciones de una madre durante una de las sesiones de la Escuela de Familias del CEI Soleste. / El Correo
    Jose Naranjo atiende las explicaciones de una madre durante una de las sesiones de la Escuela de Familias del CEI Soleste. / El Correo

Hacia una nueva concepción de la escuela infantil. La antaño válida función meramente asistencial y de cuidado de los niños, en las horas en que sus padres no podían estar con ellos, que venían ejerciendo las guarderías ha sido poco a poco reemplazada por una filosofía más educacional. Un propósito más ambicioso que pretende conectar dos mundos aparentemente lejanos como son el hogar y el centro infantil pero que se revelan complementarios en el proyecto de desarrollar las potencialidades latentes del niño, sus intereses y motivaciones.

Es un método de trabajo que impulsan no pocas escuelas, como es el caso de Soleste, a punto de cumplir un cuarto de siglo –nació como Solete en 1994 en Sevilla Este y desde 2010 se halla en Alcosa, en la calle Carmen Conde– y que está regentada por el matrimonio que forman Jose Naranjo y Marian López. Trasvasar el foco desde el niño hacia la familia es la base de este planteamiento que surge de la observación: «En las tutorías y en lo que conversábamos con los padres y madres a la entrada o la salida de los niños de la guardería nos dimos cuenta de que a veces carecen de los recursos y herramientas idóneos y si siguen educando a sus hijos como lo hacen perpetúan un tipo de educación que ellos mismos no quieren», explica Naranjo.

ESTRATEGIAS ÚTILES

Tanto él como su pareja se pusieron manos a la obra. Se formaron en coaching y en cursos diversos con la idea de «facilitar estrategias a la familia para enfrentarse a situaciones que se dan en el hogar». Empezaron con una batería de actividades (mindfullness, yoga, meditación...) hasta que dieron con la tecla: había que crear una escuela de familia, lo que por fin concretaron «hace un par de años» con muy buena acogida y resultados.

Naranjo detalla que «el enfoque del cuidado y la educación del niño viene siendo el mismo; la relación con la familia es lo que se ha ampliado, ya que en la escuela de familia tratamos lo que se comenta en las tutorías o al entregar al niño pero de forma más reposada y esquematizada». Esta escuela de familia se desarrolla en horario de tarde, de forma programada en sesiones cada 15 días de una hora y media o dos horas, pues «más allá de ese tiempo agota y las ideas se pierden. Y las ideas son para llevarlas a la práctica, se marcan unos objetivos a cumplir en cada sesión», explica.

En estas sesiones, en las que participan entre 15 y 20 personas, se habla de «temas que giran en torno al niño y a sus conductas: normas y límites, rabietas, comportamientos equivocados...». Cuestan cinco euros por sesión, «sólo se paga a la que se acude, que es una forma de darle valor y un compromiso mutuo».

El 75 por ciento de los asistentes son mujeres, «quizás porque tienen el sentimiento de que el pilar de la familia descansa sobre ellas y que en ellas se deposita la educación de los niños», razona Jose Naranjo, a quien le gustaría «ver más hombres», ya que su ausencia «no responde siempre, ni mucho menos, a motivos de trabajo». Si bien recalca que «nada funciona si no hay un consenso entre los miembros de la familia».

Este educador opina que a los niños hay que inculcarles «los mismos valores que quieras para ti: empatía, solidaridad, respetar al prójimo... lo que más fallamos como sociedad es lo que más hay que trabajar con ellos», concluye.

SER MENOS INTERVENCIONISTAS Y DEDICARLES MÁS TIEMPO

Uno de los errores más repetidos en la educación de los niños es el de intentar «proyectar en ellos lo que no hicimos o no fuimos nosotros», explica Naranjo. «Hemos detectado que hay mucha buena voluntad hacia la formación del hijo pero a veces se quiere hacer sin cambiar ni una coma de nuestra propia visión de la vida», y así se asiste a escenas como ésta: «Quiero que mi hijo sea sereno y armónico pero yo no sé controlar mi estrés», lo cual «genera frustración» en los padres, que deben guiarse por un consejo muy sencillo: «Si tú lo tienes, lo puedes transmitir. Por mucho que le digas a tu niño una cosa, no lo hará si luego ve en ti otra distinta, ya que somos el espejo donde se miran», argumenta.

Otro ejemplo: «No puedes pedirle a tu hijo que comparta la bici con otro niño cuando él ve que tú no compartes nada con nadie. Empieza a hacerlo tú, que él te seguirá», dice este educador, que añade: «Los niños están programados para seguirnos, para ver qué es lo que hacemos e imitarnos». Así, antes que otra cosa se antoja necesaria la reflexión, ya que «tenemos defectos, pero no nos juzgamos. Si no lo corrijo en mí, no puedo pretender que mi hijo actúe de otra manera. Y el autoconocimiento a veces asusta», dice. «Muchos padres quieren que les dé un decálogo de actuación y yo les digo que eso no existe, que no hay varitas mágicas, tienen que empezar por ellos mismos».

En otras palabras: «Todo lo que necesita un niño para llegar a ser lo que llegue a ser está en él. Hay que detectar sus potencialidades y orientarlas hacia alguna faceta. Y ser menos intervencionistas». Y, por supuesto, dedicarles más tiempo.