Una placa y todo el cariño para el frutero Cristóbal

Sus vecinos y clientes del Mercado de Triana le homenajean y le recordarán siempre por «su sonrisa, su arte y su compás»

25 jul 2016 / 20:58 h - Actualizado: 26 jul 2016 / 10:32 h.
"Triana","Mercados","Carmen Castreño"
  • Elena y Ana (nietas de Cristóbal), su esposa Dolores, sus hijas Isabel y Loli y su yerno Juan Antonio posan bajo la placa. / Fotos: Pepo Herrera
    Elena y Ana (nietas de Cristóbal), su esposa Dolores, sus hijas Isabel y Loli y su yerno Juan Antonio posan bajo la placa. / Fotos: Pepo Herrera
  • Loli Romero atiende a una clienta.
    Loli Romero atiende a una clienta.
  • El homenaje, a título póstumo, forma parte de las actividades que jalonan los días señalaítos en el barrio. / Foto: Pepo Herrera
    El homenaje, a título póstumo, forma parte de las actividades que jalonan los días señalaítos en el barrio. / Foto: Pepo Herrera

El Mercado de Triana hizo al mediodía de este lunes un paréntesis en su frenética actividad para rendir un sencillo y sentido homenaje a uno de sus grandes valedores, el frutero Cristóbal Romero, fallecido el pasado 1 de febrero pero perenne en la mente de sus vecinos y clientes, para los que «su sonrisa, su arte y su compás serán siempre recordados», como rezaba la placa que le dedicó el distrito a petición precisamente de una de sus más fieles compradoras, María José.

Esta clienta, que no pudo asistir al acto por enfermedad, envió una propuesta a la junta municipal del distrito, que fue aprobada por unanimidad. Así lo recalcó la delegada Carmen Castreño, encargada de descorrer la tela que cubría la placa: «Triana quiere agradecer a sus hijos más señalados y Cristóbal ha hecho mucho por el mercado y por el barrio. Es un homenaje modesto pero de corazón de los trianeros y trianeras», dijo la representante del Ayuntamiento.

Cristóbal Romero Pastor, nacido en 1932 en los portales de San Jacinto pero vecino de la calle Ardilla, llevaba toda la vida en la plaza de abastos, desde que llegara con seis años para vender bollos en una panadería. «Cuando se jubiló el dueño, vio que era muy trabajador y apto para tratar con el público y le traspasó el negocio. Él empezó luego a vender cebollas, ajos y más tarde ya se dedicó a la fruta y dejó la verdura a su hermano Antonio», relata su hija Loli, que regenta el puesto número 17 del mercado junto a su marido Juan Antonio desde finales de los ochenta. «En 1989 Cristóbal sufrió un primer infarto y nos dejó el negocio», explica su yerno, que matiza que «desde entonces no dejó de venir jamás, todos los días se daba su paseíto y saludaba a sus clientas de toda la vida». Siempre dispuesto a ayudar, hasta el día de su muerte: «Se levantó y se estaba vistiendo para venir a echar una mano... se murió ayudando», recuerda emocionada Loli.

En el mercado, Cristóbal conoció a su mujer, Dolores Losquiño, que trabajaba en una peluquería y que estaba muy orgullosa: «Se lo merece porque era un trianero nato», acertaba a decir mientras su hija añadía: «Se puede trianear bailando, sacando un paso o llevando un puesto de fruta con cariño, era un trianero ejemplar».

Loli no se cansa de hablar de su padre: «Luchó mucho por el mercado. Gracias a él y a otros dos o tres tenderos tenemos el parking. Tenía el arte de hablar con los políticos sin enojarse», explica la que fue desde el primer momento su sucesora en la frutería: «Empecé muy chiquitita y apenas me tuvo que enseñar porque enseguida se dio cuenta de que sería su sucesora. A mi marido también le gustaba la vida del mercado, que es muy bonita por el contacto con la gente», añade Loli. Su hermana Isabel también echó una mano en la frutería hasta que se colocó en el hospital Macarena como técnico de laboratorio, igual que Ana y Elena, hijas de ésta y que estuvieron algunos ratos tras el mostrador durante cuatro años.

Las claves de su éxito

Todos recuerdan con cariño y admiración a Cristóbal; no sólo sus familiares, también sus clientes como Manoli Sánchez, vecina de San Jacinto: «Mi madre ya le compraba y yo también. La verdad es que tenía una fruta muy buena, una familia muy agradable y siempre con una sonrisa para los clientes», detalla como las claves de que fuera alguien entrañable.

Y lo era incluso para la competencia. En el puesto número 45 está otro puesto de fruta y verdura, el de Pepe Mora, fundado en 1933, que regenta su hijo, también Pepe Mora: «Cristóbal estaba siempre entre Bormujos y Triana. Era muy fanático de la Esperanza de Triana y un profesional muy bueno. Mi padre y él fueron incluso socios una temporada: compraban juntos los melones, las sandías, los tomates... tenían una amistad muy estrecha. Y yo con sus hijos. En 40 años nunca hemos tenido ni un sí ni un no», explica Mora.