9.885 jóvenes se presentan en Sevilla, entre el lunes y el miércoles, a las Pruebas de Evaluación de Acceso a la Universidad, para las que se ha inventado un acrónimo tirando a aparatoso (PEvAU) y que para casi toda la comunidad educativa se siguen llamando Selectividad. Están citados a las ocho y media de la mañana, y a las nueve ya estarán enfrascados con su primer examen.
La parte del león, como es natural, se la lleva la Universidad de Sevilla (US). En la Hispalense serán 8.658 los estudiantes que se examinarán en la convocatoria ordinaria, 442 menos que el año pasado. En la Pablo de Olavide (UPO) serán 1.225 estudiantes.
Todos ellos afrontan una prueba muy similar a la que sus predecesores han hecho durante décadas, al menos en su estructura. Lo que sí ha sido bien diferente ha sido el curso que han pasado, en el que han sumado a los nervios habituales la incertidumbre de no conocer cómo sería realmente la prueba que definirá su futuro universitario. Similar incertidumbre, y similar cabreo, han soportado los profesores encargados de impartir Segundo de Bachillerato, un curso claramente enfocado a preparar a los jóvenes para unos exámenes cruciales para ellos.
El Gobierno anunció cambios en la prueba, que luego fue variando noviembre, en diciembre, en febrero y en marzo. A tres meses escasos de los exámenes. Un despropósito se mire como se mire. Y todo para, al final, casi calcar la Selectividad (otra vez: en su estructura).
Nada quedó de medidas aprobadas por el Gobierno, como la obligatoriedad de aprobar la PEvAU para obtener el título universitario y las polémicas reválidas, que el Ejecutivo estaba dispuesto a solventar con un test.
Así es la PEvAULas Pruebas de Evaluación de Acceso a la Universidad, su estructura y funcionamiento, pueden explicarse de manera resumida. Así:Constan de dos fases, la de acceso y la admisión.
La fase de acceso, obligatoria para estudiantes procedentes de Bachillerato Lomce, versa sobre las materias generales del bloque de asignaturas troncales del Bachillerato y consta de cuatro ejercicios: Historia de España, Lengua Castellana y Literatura II, Lengua Extranjera y una materia troncal general de segundo curso elegida por el alumno entre Fundamentos del Arte II, Latín II, Matemáticas II y Matemáticas Aplicadas a las Ciencias Sociales. Para superar la prueba es necesario alcanzar al menos una calificación de 4 en esta fase. La nota de acceso a la universidad se obtendrá de la suma del 60 por ciento de la nota de Bachillerato más el 40 por ciento de la nota de la prueba.
La segunda fase, la de admisión, tiene como finalidad evaluar los conocimientos y la capacidad en unos ámbitos disciplinares concretos relacionados con los estudios que cada alumno pretenda cursar. Es la que permite mejorar la calificación obtenida en la fase de acceso, en la que la nota máxima es el 10 de toda la vida, que con esta opción adicional puede elevarse hasta el 14. En este caso, los alumnos pueden presentarse desde una a cuatro materias del segundo curso de Bachillerato.
Posteriormente, cuando al alumnado solicite plaza en los distintos grados, el sistema de preinscripción elegirá automáticamente los resultados de las dos asignaturas que más lo favorezcan, tras multiplicar la nota obtenida por el coeficiente relacionado con los estudios de grado a los que pretenda entrar.
Pero sí que hay cambios
La estructura de la PEvAU es, ya está dicho, muy similar a la de la Selectividad. Los cambios han ido por otro lado. Y, entre otras cuestiones, han servido para sumir en el desconcierto a los alumnos y sus profesores.
Varios ejemplos.
En los institutos quedan, además de los alumnos de la LOMCE, algunos de la LOE con asignaturas pendientes. Pues bien, el Gobierno emitió una nota informativa el 23 de diciembre –una fecha estupenda– en la que confirmó que esos alumnos del plan antiguo iban a poder ingresar en la universidad sin hacer las pruebas de acceso, sólo con la nota de Bachillerato. Sí tendrían la opción de presentarse a la fase específica. De manera que existe un grupo de estudiantes que accederá a la Universidad sin pasar por la PEvAU.
Más: los alumnos de ciencias sociales pueden llevar la asignatura de Matemáticas en la parte específica o en la general, porque es una materia de su modalidad. Es decir, que habrá alumnos que se examinarán de un único examen, cuyo resultado le contará en dos sitios diferentes, con la ventaja que ello supone: preparar una asignatura menos. Y con una asignatura menos que pagar en las tasas.
Y también está el caso de Historia de España. Para empezar, todos harán Historia de España, cuando hasta el año pasado era posible elegir también Filosofía. Además, este examen sí que ha variado de forma sustancial. Cambió en los últimos días de febrero, que ésa es otra, porque fue en esa fecha cuando los profesores tuvieron que entrenar a sus alumnos a toda velocidad para un examen totalmente distinto al que habían venido preparando hasta esa fecha.
Hasta el año pasado, el examen consistía en el desarrollo de un tema, a partir del cual había que comentar unos documentos, como mapas, gráficos, otro texto... Este año, los estudiantes se enfrentan a un tema para desarrollar, que se valora con cinco puntos y medio –por los siete de las ediciones anteriores– y tres preguntas dobles cortas. Un modelo inequívocamente más enfocado a un saber memorístico. Justo lo contrario de lo que las autoridades educativas de todos los ámbitos defienden una y otra vez.
Los resultados por institutos, un inesperado motivo de polémica
Quienes inventaron la Selectividad, y a su hija más joven, la Prueba de Evaluación para el Acceso a la Universidad, debían ser unos enamorados de los listados. Porque a las listas de presentados, las de las calificaciones y las de las notas de corte se añade cada año el ranking de los centros cuyos alumnos obtienen la mejor puntuación.
Eso sí, el año pasado se produjo un punto de inflexión. Lo que debía ser una mera enumeración se convirtió en motivo de polémica. El motivo: que la Universidad de Sevilla cambió el criterio con el que elaboró las listas, y que esa decisión supuso que algunos centros públicos ascendieran a lo más alto del ranking y desocuparan a algunos privados que acostumbraban a ocupar esa posiciones destacadas. ¿Cuál fue ese cambio? Sencillo: la US confeccionó su lista con la media de las mejores 20 calificaciones de cada centro, y no con la media de todos los alumnos de cada uno. Y se produjo el vuelco. El Fernando de Herrera (9,03) y el Martínez Montañés (8,86) ocuparon las dos primeras plazas, y la quinta fue para otro público, el Murillo (8,80). Tercero y cuarto fueron dos privados: el Portaceli (8,83) y el Colegio Internacional Europa (8,82).
El Colegio Buen Pastor, que el año anterior tuvo las mejores calificaciones, mejoró su media con el nuevo criterio (8,57 por 8,371 de 2015) pero descendió al decimoquinto puesto. Segundo en 2015 fue el Compañía de María, que este año acabó en el puesto 20 con un 8,44. El San Francisco de Paula completó el podio en 2015, y este año acabó en la plaza décima, con un 8,67. Notas excelentes, que se mueven a menudo en diferencias de décimas.
Buena parte de la imagen de los colegios privados se basa en publicitar sus resultados como superiores a los de los concertados o privados. En consecuencia, cuando conocieron el listado de la US 2016, confeccionado con un criterio no sólo negativo para sus intereses, sino inesperado, no tardaron en protestar. El Buen Pastor, concertado excepto en el Bachillerato, envió una nota a la US en la que hablaba de «manipulación vergonzosa».
En la Pablo de Olavide mantuvieron el criterio tradicional, y ahí dominaron los privados: el colegio Alemán Alberto Durero y Maristas San Fernando, que alcanzaron una media de 8,16 y 7,96, respectivamente.
Y una última prevención: conviene ser prudente en la valoración, porque lo que se mide en esta prueba es la capacidad de los alumnos de hacer unos exámenes concretos, y no su formación, entendida en un sentido más amplio. Así que, si era discutible afirmar como una certeza que los privados eran mejores colegios en función de los resultados que arrojaba la Selectividad en las ediciones anteriores, también es peliagudo asegurar que ahora los públicos son mejores.