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Una vida liada entre cigarros

Alex Rodríguez, maestro tabaquero dominicano, recorre el mundo mostrando su oficio artesano

13 nov 2016 / 00:26 h - Actualizado: 12 nov 2016 / 22:31 h.
"Industria","Tabaquismo"
  • Alex Rodríguez ha estado durante esta semana en Sevilla enseñando cómo se preparan estos cigarros. / El Correo
    Alex Rodríguez ha estado durante esta semana en Sevilla enseñando cómo se preparan estos cigarros. / El Correo

Con tan solo 18 años y como vía de escape para poder ganarse la vida, Alex Rodríguez empezó a aprender un oficio que le ha llevado a recorrer medio mundo hasta convertirse en uno de los más importantes maestros tabaqueros del momento. Con la única destreza de sus manos –y la ayuda de alguna maquinaria tradicional–, este dominicano elabora cada día cientos de cigarros de muy variados aromas, utilizando para ello una materia prima natural que intensifica todas las bondades del producto.

«Muchos creen que es una labor sencilla, aunque lo más importante es la buena colocación de las hojas del tabaco, sea cual sea, a la hora de hacer la liga (mezcla)». Ese, asegura, es el secreto del éxito de su trabajo artesano. Lo sabe bien y, además, lo conoce de primera mano, pues este dominicano es uno de los empleados de Tabacalera de García, la empresa más importante del sector con sede en La Romana del país caribeño. Allí trabajan diariamente unas 4.000 personas, entre ellas su propia mujer, con la que comparte el amor por una tarea que ha pasado ya del vínculo profesional al vocacional. «Es algo imprescindible para mi vida», dice.

Desde hace unos meses se encuentra de gira por medio mundo para mostrar su destreza en el arte del tabaco y mostrar las bondades de un cigarro como el Vega Fina Nicaragua. «Es más fuerte que los convencionales, con una gama más alta, digamos que para fumadores más expertos», señala. Mientras explica su composición es capaz, en menos de dos minutos, de elaborar uno de ellos. «Lleva cinco tabacos: ligero, seco, el viso o bolado, capote Nicaragua y el comérico ecuador». Toda esa mezcla se envuelve en una hoja, algo más gruesa y tersa que el resto y obtenida de una planta específica, que después se introduce en la guillotina «para hacerle la cabeza». Finalizado este paso, el cigarro se mete en un molde que se aprieta en una prensa, donde «debe estar 15 minutos de cada lado». De ahí se pasa a la fase de encapado «para que quede liso» y listo.

Esta semana ha estado en varios estancos de la ciudad para demostrar lo que es capaz de hacer con sus manos. En Sevilla ha aterrizado tras visitar Bilbao, Oviedo, Tolosa, Logroño o Madrid, entre otras ciudades. «Incluso este septiembre he estado dos semanas en Dubai». Su camino seguirá ahora por otras capitales andaluzas para terminar en Madrid a finales del mes de noviembre. En todos los lugares ha comprobado «la curiosidad» que despierta esta actividad en la ciudadanía. «Muchos solo lo han visto por televisión y al vivirlo en directo comprueban que es como imaginaban».

Es precisamente por esa capacidad de sorprender por lo que es un todo un apasionado de su tarea. Y un buen fumador, pues «para aconsejar al cliente hay que probar antes el producto». Lo que sí tiene claro es que el «placer» de un cigarro es algo tan personal «que cada cual disfruta cuando quiere y como quiere». Consejo de un maestro artesano cuyas manos ya tienen impregnado el aroma de un oficio centenario.