Una violencia edulcorada

Los micromachismos son comportamientos cotidianos mediante los que se que ejerce una violencia de «baja intensidad» contra las mujeres, perpetuando la desigualdad de género

24 nov 2016 / 22:24 h - Actualizado: 25 nov 2016 / 07:00 h.
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  • La normalización del control entre parejas de adolescentes a través del móvil es una forma de micromachismo. / El Correo
    La normalización del control entre parejas de adolescentes a través del móvil es una forma de micromachismo. / El Correo

Están tan arraigados en el comportamiento diario que pasan completamente inadvertidos, pero ahí siguen, perpetuando la desigualdad de género de forma sutil, incluso «edulcorada». Desde la pareja de chica y chico que pide una cerveza y un refresco en un bar y el camarero le sirve automáticamente a él la bebida con alcohol y a ella la limonada, pasando por el mecánico que, cuando una mujer lleva el coche a arreglar acompañada de un hombre, le da las explicaciones a él en lugar de a ella, hasta la noticia que habla de un triunfo de la selección de waterpolo y en la que, si no se especifica, se da por hecho que se refiere al combinado masculino.

Estos son solo algunos ejemplos de los conocidos como micromachismos, término acuñado en 1991 por el psicoterapeuta Luis Bonino para definir una violencia «de baja intensidad» que se ejerce sobre la mujer y que prolonga las actitudes machistas en una sociedad fundamentalmente patriarcal o androcentrista. También la periodista y vocal de comunicación de la Asamblea de Mujeres Periodistas de Sevilla, Patricia Rodríguez Pagés, coincide en señalar que son «pequeñas violencias cotidianas que se manifiestan en el día a día en forma de presiones a la mujer, llevando a una adolescente a asumir como algo normal que un empresario prefiera contratar a hombres porque ellas pueden quedar embarazadas». En este sentido, el profesor de ética y deontología periodística en la Universidad de Sevilla Juan Carlos Suárez, miembro del comité director del I Congreso Internacional de Micromachismos en la Comunicación –celebrado el pasado mes de octubre en la Facultad de Comunicación de Sevilla–, puntualiza que no hay que olvidar que este tipo de comportamientos no dejan de ser «el machismo de siempre, que simplemente se ha adaptado a una sociedad en la que ya no está bien visto el machismo grotesco y de alto voltaje».

De ahí que se hayan «descafeinado» hasta tal punto que la sociedad los ha asumido y los reproduce sin reparar en la violencia implícita que destilan y que, al traspasar la delgada línea existente entre micro y macro, pueden llegar a desembocar finalmente en la violencia explícita, como el maltrato físico o las vejaciones verbales. Estas últimas, por cierto, no han dejado de estar aceptadas socialmente en forma de «supuestos piropos» que las mujeres no solicitan, aclara Rodríguez Pagés.

Un acoso callejero que se continúa viviendo diariamente, llevando incluso a una chica sevillana a denunciar, el pasado mes de agosto, a tres ancianos que la «vejaron y maltrataron verbalmente» mientras ella caminaba por la calle Betis. Los acusados alegaron, tras ser puestos a disposición judicial por la Policía Local de Sevilla, que «lo único que hicieron fue piropearla al pasar».

Otro micromachismo perfectamente asumido es el de asociar a las mujeres con las tareas del hogar, en las que el hombre solo «colabora o ayuda», e incluso llega a ser «feminizado», cuando los realiza, critica Suárez. De igual forma, el hecho de que los cambiadores de pañales se incluyan únicamente en los baños de mujeres es un micromachismo en tanto en cuanto se continúa dando por hecho que el cuidado de niños y mayores es una labor exclusivamente femenina.

Pero ¿cómo luchar contra unos comportamientos que están tan normalizados? La clave, como en todo, está en la educación. Desde la Asamblea de Mujeres Periodistas de Sevilla, concretamente, se lleva a cabo un proyecto muy interesante llamado La igualdad es noticia, en el que se desarrollan talleres para jóvenes de entre 13 y 17 años –ya han participado más de 6.000 en toda la geografía sevillana– con el objetivo de que estos identifiquen, ayudados por un periodista, «determinados aspectos de la realidad que impiden la plena igualdad de oportunidades», tratando el caso específico de cómo los medios de comunicación y las redes sociales propagan, en ocasiones, roles y estereotipos sobre hombres y mujeres. En estas sesiones se detectan actitudes como que haya chicas que «asuman con naturalidad que tienen que mandar una foto por WhatsApp a sus parejas para que estas sepan en todo momento dónde y con quién están o qué ropa llevan puesta», lamenta Rodríguez Pagés. Y es precisamente en esa normalización donde se captan los micromachismos que es necesario combatir desde la pedagogía. Eso sí, lo cierto es que el término en sí no está exento de cierta polémica, dado que hay expertos que piensan que no se debería diferenciar entre el machismo de alta y baja intensidad ya que, de esta forma, la lucha por erradicarlo se «disgrega o difumina».

En cualquier caso, lo que sí está claro es que solo es posible combatirlos en una sociedad que sea plenamente consciente de que existen.