Una vivencia traumática de la que se puede salir

Historias. Cuatro testimonios que corroboran la dureza y la crudeza de una enfermedad a la que se puede, y se debe, plantar cara siempre

04 feb 2017 / 07:00 h - Actualizado: 04 feb 2017 / 13:09 h.
"Salud","Vencer al cáncer es posible"
  • Esperanza Martínez ha sorteado varios cánceres a sus 43 años. / El Correo
    Esperanza Martínez ha sorteado varios cánceres a sus 43 años. / El Correo

La detección precoz y los avances médicos contrarrestan el envejecimiento de la población para dibujar un panorama en el que la incidencia del cáncer sigue creciendo en Andalucía y en España, si bien la mortalidad del mismo se reduce con el paso de los años.

Y a esa realidad es a la que deben asirse con fuerza las más de 30.000 personas a las que se les diagnostica esta maldita enfermedad cada año en nuestra comunidad.

Los cuatro testimonios que acompañan estas líneas dejan patente que el sufrimiento que conlleva un tumor es terrible y, en ocasiones, de muy largo plazo. Que las cirugías que se practican son dolorosísimas y los tratamientos –de la quimioterapia a la radioterapia– devastadores en muchos sentidos. Que a veces pueden cercenar los sueños. Que machacan cuerpo y mente con saña.

Pero igualmente estos testimonios dejan entrever que la sanidad pública andaluza (y la sevillana, en particular) cuenta con unos especialistas de lujo, «de chapeau» en palabras de uno de los entrevistados. Que se pueden extraer valiosísimas lecciones de vida aun cuando todo invita a rendirse. Que por eso mismo es perentorio armarse de fuerza, optimismo y entereza para plantarle cara a la adversidad. Y, sobre todo, que nada, ni siquiera el cáncer, puede borrar la sonrisa a personas como Esperanza, que en la plenitud de su vida ha debido encajar y encarar este golpe no una ni dos, sino cuatro veces. Y ahí sigue, luchando cada día sin desfallecer, sin perder la ilusión. Porque, como ella misma dice, «hay que intentar ser felices en el camino». Por mucho que el camino sea jodido.


Esperanza Martínez / A sus 43 años, esta filóloga ha superado un cáncer de colon; y no sólo eso: tras padecer metástasis, tres de pulmón y dos de hígado.

«Cuando el cuerpo no puede, la mente tira del cuerpo. Hay que ser felices en el camino»

Esperanza no pierde la sonrisa. Podría haberlo hecho, y con motivo. Pero esta filóloga sevillana tiene una vitalidad a prueba de cánceres: con 36 años le diagnosticaron uno de colon y, tras superarlo, el destino le ha seguido desafiando: otros tres cánceres de pulmón, dos de ellos acompañados de otro de hígado... y ahí que sigue ella dispuesta a todo: «Hay que intentar ser felices en el camino», afirma.

Su pelea contra los tumores comenzó en el año 2011: «Llevaba dos años con molestias a la hora de hacer la digestión. Me decían que eran gases... hasta que tuve un sangrado intestinal. Me hicieron una colonoscopia en el Virgen del Rocío y allí mismo me diagnosticaron cáncer de colon. No tuve tiempo ni de vestirme, me costó asimilarlo».

La enfermedad estaba en el estadío 4 (el más avanzado), de manera que le mandaron «cirugía urgente, tenía el intestino obstruido. La operación salió bien, pero detectaron que tenía ganglios metastasiados», si bien ningún órgano estaba contagiado. «Me dijeron que estaba limpia y curada y salí muy contenta». Sin embargo, su pulso al cáncer no había hecho más que empezar.

A los tres meses, en un TAC aparecieron «dos nódulos en un pulmón», por lo que tuvo que pasar por el quirófano de nuevo: «Fue una operación traumática porque al respirar se abría la herida». Tras ese segundo round vino un tercero: «En 2013 me diagnosticaron otros dos nódulos en el mismo pulmón y uno en el hígado. Me dieron quimioterapia pero no me hacía efecto». Otra vez al quirófano. Y otra vez la misma historia: otros dos nódulos en el pulmón y uno más en el hígado.

Este desapareció con la quimio, pero los del pulmón persisten aún. «He parado la quimioterapia para someterme a radioterapia, a ver si es la definitiva», dice. Y es que Esperanza ya no puede operarse porque no le queda capacidad pulmonar.

Toda esta concatenación de tumores y de golpes no acaban con su optimismo:_«Creo que, después de todo, parezco más joven», afirma esta vecina de Coria del Río, que tiene claro que la vida sigue su curso:_«No voy a ser deportista de élite, pero puedo llevar una vida medianamente normal haciendo descansos». Una vida que, eso sí, no incluye trabajar, ya que tiene reconocida una minusvalía absoluta. «A los 36 años, con mi carrera de Filología terminada y con cinco idiomas –habla árabe, alemán, italiano y francés, además de castellano– no he podido ejercer y me he quedado sin cumplir mi sueño».

El cáncer metastásico requiere un tratamiento de por vida y «el cuerpo va a peor», explica Esperanza, que también acumula una operación de espalda fruto de unas células que se escaparon en una de las intervenciones, afectando a la musculatura del costado.

«Yo siempre digo que lo importante es ir arañando días. A lo mejor mañana sale la quimioterapia que me cura», dice convencida. Mientras tanto, «hay que intentar ser felices en el camino», apunta con razón. Ella lo sabe mejor que nadie: «Cuando el cuerpo no puede, la mente tira del cuerpo. El dolor es algo a lo que te tienes que enfrentar, pero el sufrimiento lo eliges, es algo mental», añade antes de dejar otra frase atinadísima: «Por lo menos, que no me duela el alma». Pues sí.

Antonio Ramos / A este antiguo ingeniero le diagnosticaron cáncer de hígado con 69 años. en abril hará un año desde que venció al último de los tres tumores

«Los especialistas que me trataron son de ‘chapeau’, pero el sistema no funciona»

Antonio, natural de Heliópolis aunque residente en Gerena, rebosa vitalidad. Se nota porque antes que a explicar los sinsabores que le ha deparado el cáncer le da prioridad a su saludable modo de vida para un varón de 71 años: «Voy al gimnasio todos los días, soy culturista y amante de la naturaleza. Procuro vivir mi vida con toda la intensidad que puedo», expone a modo de carta de presentación.

Este sevillano, ingeniero de profesión, llevaba una vida relativamente apacible. Hace ya bastantes años aceptó la prejubilación de su último trabajo en Hytasa (en una empresa llamada Mediterráneo Técnica Textil) y desde entonces trabaja como voluntario en la asociación Ecologistas en Acción llevando los asuntos mineros, ocupación a la que dedica «ocho o diez horas diarias».

Pero todo cambió después de «una analítica en la que vieron una desviación importante de los parámetros hepáticos. La conclusión era muy clara: tenía cáncer de hígado». En concreto, le detectaron tres tumores cancerosos en el citado órgano. A partir de ahí comenzó un calvario. «Los dos primeros tumores –relata Antonio– me los pudieron quitar por enolización. Te meten una aguja hasta llegar al tumor y te inyectan etanol para secarlo, para quemarlo con alcohol. El dolor te llega desde el hígado hasta el hombro», dice recordando una experiencia verdaderamente traumática, «más doloroso que un parto», dice que le reconocieron los propios médicos que le intervinieron. Y es que esta operación se practica sin anestesia «porque tienes que ayudar al médico, que te dice en un momento dado que dejes de respirar».

Un horror que debió padecer por partida doble en el hospital Virgen Macarena, donde fue ingresado por dos días en cada operación. «Al final, estuve seis semanas con este tratamiento», recuerda.

El tercero de los tumores se hizo más de rogar. «Por la situación en donde estaba y por su tamaño y constitución no valía la misma técnica y me lo quitaron por radiofrecuencia en el Virgen del Rocío», explica este sevillano, que quiere resaltar la profesionalidad y buen hacer de los médicos que le trataron en uno y otro hospital:_«Los especialistas que me trataron son de chapeau, de lo mejor del mundo. Me ayudaron a superar esto tanto física como psicológicamente», dice antes de cargar contra el sistema: «No funciona, es un desastre, pero las personas que trabajan para el sistema son maravillosas».

Tras dejar atrás la enfermedad en abril de 2016, Antonio tiene revisiones periódicas, pero se encuentra «perfectamente. Lo único es que tengo la prohibición de tomar alcohol ni para una herida que tenga en la pierna», bromea. «Por lo demás, llevo una vida totalmente normal, voy al gimnasio, salgo a correr, soy muy deportista», recalca.

Y muy optimista, por supuesto. «Uno no se puede rendir ante la enfermedad, hay que plantarle cara y pensar que al menos uno tiene la suerte de que la enfermedad es grave pero se puede luchar contra ella», dice. Y añade otra verdad como un templo: «La muerte le llega a todo el mundo antes o después y eso hay que aceptarlo. Pero hay que empeñarse en vivir, el cáncer no se cura sólo con tratamientos químicos; hay que ayudar».


Juan Esquivias / En el año 2000 le detectaron un cáncer de vejiga que se le reprodujo años más tarde, pero por fin parece haber dejado atrás el infortunio

«Yo no he dejado de vivir, no me he privado de nada. La actitud es muy importante»

Juan se declara «ciudadano del mundo» y es que su profesión, marino mercante, ha llevado a este sevillano por todo el planeta a través de los mares, aunque en la actualidad, a sus 72 años, vive de forma relajada en Villanueva del Ariscal. Hacia el año 2000 ya había dejado de navegar y trabajaba en una naviera en tierra. Fue ese año del cambio de siglo cuando tuvo la desgracia de conocer al señor cáncer.

«Tuve un proceso con una hemorragia aparatosa en el pito que fue lo que encendió la alarma. Fui a un especialista y me dijo que debía ser del riñón. Pero yo, que ya había pasado por varios cólicos nefríticos, no me fiaba porque no me pareció que fueran los síntomas», explica antes de añadir:_«Entonces entré en contacto con un oncólogo del hospital de Valme llamado Eduardo Camacho que me hizo unas pruebas y me diagnosticó cáncer de vejiga».

Suerte que tomó esa decisión: «Me dijo que gracias a la detección prematura podíamos actuar rápido y eso jugaba mucho a mi favor». Así que no se lo pensó dos veces y aceptó pasar por el quirófano. «Me dijeron que cuanto antes, mejor. Fue en cuestión de quince días que me llamaron y me operaron. Me rasparon la vejiga por dentro para dejarla limpia. Lo recuerdo perfectamente, fue el 7 de septiembre de 2000», señala con exactitud sobre una fecha que ya no se le olvida.

A partir de ahí debió someterse a un tratamiento de quimioterapia «muy fuerte» para intentar dejar atrás la enfermedad. Pero aún no había acabado la batalla. «En 2009 se me reprodujo el tumor y me volvieron a operar, sólo que esta vez cambiaron el tratamiento y optaron por uno que se llama BCG (bacilo de Calmette-Guérin) o bacilo de Cock, que se utilizaba en casos de tuberculosis», explica Juan. El tratamiento es igualmente doloroso: «Te lo inyectan en la vejiga y con eso se consigue inhibir el crecimiento y desarrollo de las células cancerígenas. Los nódulos se restringen en su reproducción».

Tras años de tratamiento, por fin el pasado mes de enero recibió una grata sorpresa:_«El año pasado ya prácticamente pude dejar el tratamiento, pero fue el pasado día 19 cuando fui a la revisión y me dijeron que el bichito estaba controlado y prácticamente muerto. De manera que me han dicho que no vuelva hasta enero de 2018. Me han dado una especie de año sabático en cuanto a medicación», dice aliviado.

Todas estas penurias durante los últimos 16 años no le han hecho perder el ánimo. «Mi calidad de vida la he mantenido». Y en ello ha tenido que ver, como en el resto de casos, la forma de encarar la situación: «La actitud es muy importante a la hora de luchar contra la enfermedad. Yo no he dejado de vivir, no me he privado de nada».

Juan quiere resaltar también el mérito de los médicos: «Uno no puede rendirse, es obvio, pero los héroes son los especialistas, los oncólogos. Con lo que no pueden, no pueden porque tampoco hacen milagros, pero creo que los médicos que tenemos en Andalucía son encomiables. A mí me han salvado la vida», asevera.

Este sevillano insiste en una idea: «Los dos pilares son la prevención y el diagnóstico precoz, por un lado; y la enorme calidad de los especialistas. Hay que mimar y proveer de medios a los médicos». ~


Ángela Casillas / Esta extrabajadora de iberia fue diagnosticada de cáncer de mama en 2013 y ya está en la recta final de la superación de la enfermedad

«Cuando te lo diagnostican, lo único que se te pasa por la cabeza es la muerte»

El cáncer de mama es quizás uno de los menos letales, pero sin duda lastra a todos los niveles (físico, emocional, psicológico, de relación con los demás, de autoestima...), por lo que es preciso afrontarlo con entereza y ánimo positivo. Es algo que tiene muy claro Ángela Casillas, una antigua trabajadora de Iberia –era jefa de venta directa de Andalucía, Extremadura, Ceuta y Melilla y Gibraltar– que se prejubiló en su día y que llevaba una vida tranquila cuando, en el año 2013, recibió el mazazo: cáncer de mama.

«Tuve una mastitis. El médico de cabecera me puso un tratamiento con antibióticos, pero no mejoraba. Me hicieron mamografías, una resonancia magnética... dio todo negativo», explica esta mujer a la que tardaron dos años en diagnosticar el cáncer. Y fue casi por casualidad: «En una ecografía en el otro pecho descubrieron algo. Entonces me hicieron una biopsia y me vieron un carcinoma. El cirujano decidió abrir los dos pechos a ver qué se encontraba», explica Lita.

Y lo que se encontró fue que tenía dos tipos de tumores diferentes, uno en cada mama (triple negativo y dependiente hormonal). «Me sometí a una mastectomía radical en los dos pechos y al vaciamiento axilar de uno de ellos. En diciembre de 2013 me empezaron a dar quimioterapia». Con ello lograron acabar con uno de los tumores, pero el hormodependiente se resistía:_«Para ese me pusieron una medicación con pastillas durante cinco años, que actúan como un inhibidor de estrógenos», matiza.

Ya tiene más que asimilada la realidad del cáncer, pero en su momento fue terrible:_«Cuando te diagnostican cáncer, lo único que se te pasa por la cabeza es el enfrentamiento con la muerte. Piensas a ver cómo salgo, se te cae el mundo encima, pero tienes que presentar batalla», afirma convencida. «Al principio estaba agobiadísima, tenía muchísimo miedo, hasta que decidí que había alternativas».

Lita reconoce que «los tratamientos son muy fuertes y largos en el tiempo, pero es un camino que tienes que recorrer por narices. Sabes que vas a perder el pelo, que es algo que no le gusta a nadie, te hinchas, tienes vómitos, no puedes tirar de tu cuerpo...». Y luego, los demás: «La gente te mira por la calle, no se atreve a preguntarte... la verdad es que es una enfermedad que estigmatiza mucho».

Pero de la que, en suma, se puede salir, y a veces hasta ayuda: «Ahora estoy muy bien. El cáncer me ha marcado y me ha servido para aprender a valorar muchas cosas: la gente que tienes alrededor, los amigos, la familia, los médicos que te han tratado...». Y es que una enfermedad tan dura se sobrelleva mejor con el apoyo de los seres queridos:_«Hay que tener unos pilares muy fuertes porque en un momento o en otro te vas a venir abajo».

Lita lo sabe bien y por eso es voluntaria de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC). Recomienda «llevar una dieta sana, vigilarse el peso, no fumar, hacer ejercicio... todo eso ayuda». A ella le ayuda, además, practicar yoga y pintar, una de sus grandes pasiones. Ambas cosas le sirven para evadirse de una enfermedad que va dejando atrás: «Estoy en el final del ciclo. Me han puesto unos expansores para reconstruirme los pechos».