Y la ilusión inundó hasta el último rincón de Sevilla

Durante la mañana y la tarde, Sus Majestades recorrieron todos y cada uno de los barrios antes de dejar la capital

06 ene 2018 / 22:54 h - Actualizado: 07 ene 2018 / 00:14 h.
"Cabalgata de los Reyes Magos"
  • La cabalgata recorrió las calles de Sevilla Este a primera hora de la tarde. / Jesús Barrera
    La cabalgata recorrió las calles de Sevilla Este a primera hora de la tarde. / Jesús Barrera
  • Un total de 21 carrozas, desde las más clásicas a las que hacían alusión a los personajes preferidos de los más pequeños –como Nemo o Hércules–, se pasearon por el barrio de Triana cuando ya caía la tarde. / Jesús Barrera
    Un total de 21 carrozas, desde las más clásicas a las que hacían alusión a los personajes preferidos de los más pequeños –como Nemo o Hércules–, se pasearon por el barrio de Triana cuando ya caía la tarde. / Jesús Barrera
  • Los beduinos pusieron la fiesta en la cabalgata de Triana. / Jesús Barrera
    Los beduinos pusieron la fiesta en la cabalgata de Triana. / Jesús Barrera
  • Por la mañana los Magos pasaron por Cerro-Amate. / Jesús Barrera
    Por la mañana los Magos pasaron por Cerro-Amate. / Jesús Barrera
  • Los pajes de Baltasar en San Pablo. / Aurora Díaz
    Los pajes de Baltasar en San Pablo. / Aurora Díaz
  • Sus Majestades también estuvieron en Los Arcos. / Jesús Barrera
    Sus Majestades también estuvieron en Los Arcos. / Jesús Barrera
  • En Pino Montano no faltó la ilusión del cortejo. / Jesús Barrera
    En Pino Montano no faltó la ilusión del cortejo. / Jesús Barrera

La ilusión llegó ayer a todos los rincones de la ciudad. Y lo hizo en forma de caramelos, pitos, pelotas, esponjitas, peluches, peonzas o incluso de diademas con brillantitos. Todo esto, y una innumerable lista de cosas más, es lo que repartieron ayer sus Majestades por las calles de los barrios de Sevilla. Lo hicieron desde bien temprano, que había mucho por recorrer.

Por la mañana, cuando aún había quien no terminaba de abrir todos los regalos que los Magos habían dejado al pie de sus zapatos relucientes, ya estaban las primeras cabalgatas paseando por Cerro-Amate, Macarena, Pino Montano. Luego llegaría el turno de Torreblanca o el Distrito Sur donde junto a las carrozas ya podían distinguirse, aún con caras de sueño y alguna que otra legaña, los primeros vestidos de princesa (Frozen, Blancanieves, Bella o la Cenicienta ) bajo los pertinentes abrigos y bufandas, pues el día arrancó soleado pero frío. «¿Qué te han traído?», era la frase más repetida entre los grupos de amigos que siempre iba seguido de un: «este carrito», «este patinete» o «esta bici», acompañado de un dedo señalador hacia el regalo en cuestión. Eso sí, junto a todo ello no faltaba la clásica bolsa de plástico donde guardar todos esos tesoros que los Reyes, y sus pajes, arrojaban con un brío digno de admiración un 6 de enero desde las carrozas que conforman el cortejo. Alguna de ella ya dejaba notar el trasiego de la noche anterior y a Yupita le falta la «Y» y el cartel de «Lucha con el Corazón» se había quedado sin su «L».

Un poco más tarde, después de la parada para la comida, que Sus Majestades son magos pero tenían que llegar al otro extremo de la ciudad, llegaba el turno del barrio más poblado de Sevilla. Un poco antes de las 16.45 comenzaba a salir la cabalgata de Sevilla Este. Junto al polideportivo se amontonaban niños y mayores –y el clásico vendedor de globos–. Algunos, más cómodos, aguardaban sentados en el adoquín de la rotonda, otros buscaban el sol para calmar el frío, y los más afortunados –y pequeños– dormían plácidamente la siesta en sus carritos.

Como en Sur, también en el Este hubo princesas con abrigo, alguna minibici rosa con ruedines y su correspondiente portabebé (y su muñeco en el asiento), patinetes e incluso un yoyó que su dueño trataba –sin éxito– de jugar y terminaba enredado en su muñeca.

En la espera, el tiempo y el derbi fueron los protagonistas de las conversaciones de los mayores que se ven interrumpidas constantemente por un: «¿vienen ya?». Al poco un grupo cantaba: «que empiece ya, que el público se va» y dos gemelos se esforzaban por mejorar su capacidad pulmonar haciendo sonar sus pitos.

Cuando arrancó el cortejo, abierto por tres Reyes cabezudos, comenzó la locura. A los caramelos le acompañaban esponjitas, pelotas de goma, peluches... «¡Aquíiiii, aquíiiii!», «¡peeelooota, peeelooota!», «¡Carmeeen!», «¡Lucíaaa!», «¡Pablooo!»... Mientras, una lluvia dulce caía sobre las calles del barrio y de alguna que otra cabeza: «Mami, me ha dado un caramelo». «Pues ponte el gorro del chaquetón, que amortigua».

Tras el mar de chucherías y regalos, queda ver el botín. Ángela, de tres años, rebusca en una bolsa que es más grande que ella y encuentra algo que le ilumina el rostro: «¡mira, papi!», dice mientras enseña un móvil naranja chillón de juguete. Los adolescentes corren con sus modelos nuevos –con mucho pelo, plataformas y maquillaje– hacia otro punto del recorrido para seguir atesorando regalos.

Fiesta en Triana

Un poco más tarde, en otro punto de la ciudad, los beduinos del Juncal terminan su recorrido por las calles de Triana animando a los vecinos con su charanga para que salgan a disfrutar de la cabalgata de su barrio, una de las más esperadas.

En los alrededores del asilo de las hermanas de Nuestra Señora de la Consolación no cabía ni un alfiler. El aparcamiento en la zona era casi un imposible con doble y triple fila mediante en calles incluso no tan próximas al itinerario del cortejo. Había expectación por ver las 21 carrozas trianeras.

Desde la apertura de las puertas, el granizado de caramelos fue una constante durante toda la hora que tardó en pasar la cabalgata. Los coches estacionados en la avenida de Coria eran el asiento ideal para los más pequeños a los que tanta emoción durante la jornada les empezaba a pasar factura. «¡Pescaditos!», gritaba con su vocecita Álvaro, con dos años, que observaba de pie en el coche abrazado a su madre la salida de Nemo. Tras él, Hércules, El libro de la Selva, Egipto o La Cenicienta. El público gritaba según convenía para captar la atención de los miembros del cortejo: «Hercuuuu!», «¡Nefertitiiii!», «¡Ceniiii!».

Los beduinos y las charangas pusieron la fiesta en Triana. Desde Ya vienen los Reyes Magos o el caballo camina p’alante hicieron que todos los presentes cantasen y bailasen al son. El mayor éxito, como en el resto de cortejos, se lo llevaron las pelotas de goma. En Triana las hubo de todos los tamaños y colores. Y también hubo peonzas, cajitas de broma, palotes o regalices. Al pasar Baltasar, que como siempre se llevó la palma, un joven dio a Álvaro una bolsita de gusanitos. El pequeño, ilusionado, susurró un «gracias. ¿Me lo abres, mami?», y se dispuso a comerlos –y a esparcirlos a su alrededor–.

Y así, por cada rincón de la capital –los Magos estuvieron en una veintena de cabalgatas– y repartiendo caramelos, regalos y sobre todo ilusión, se despidieron Sus Majestades de Sevilla –que aún no de la provincia–... hasta el año que viene.