«Yo digo que estos hombres son ángeles»

Mercedes Fernández y Rosario Martos se van de paseo por las casetas con voluntarios de la Cruz Roja

03 may 2017 / 15:35 h - Actualizado: 03 may 2017 / 20:30 h.
"Feria de Abril","Feria de Abril 2017"
  • Mercedes Fernández, Rosario Martos, Antonio Suárez y Rafael Aranda, ayer en su paseo matinal. / El Correo
    Mercedes Fernández, Rosario Martos, Antonio Suárez y Rafael Aranda, ayer en su paseo matinal. / El Correo

Pese a la confortable luminosidad de la mañana y a esa apariencia de hospitalidad que tienen las fiestas de primavera en Sevilla, la Feria amaneció ayer algo inhóspita para la prensa, a decir verdad. Si otros días basta con asomar la libreta y el boli para que los tipos más curiosos y las criaturas más entrañables acudan raudos a dar amablemente su parecer sobre tal o cual cosa, ayer el lotero de las patillas huía del cuarto poder salturreando por los adoquines y meneando los décimos como quien echa una rociada de flick; el afilador se calaba el casco y salía pitando en su motillo, mirando de reojo; un guarda de caseta aceptaba contar su vida durante tres cuartos de hora pero luego no quería fotos, que se reían de él en el pueblo; y una señora con un escobón del ancho de la calle Ximénez de Enciso decía que no. Que no hacía declaraciones. Que se reservaba para un Sábado de Luxe. Pero la Providencia, bendito socorro, siempre tiende una mano. Y así, cuando aparecieron al fondo dos jóvenes de la Cruz Roja empujando sendas sillitas de ruedas sobre el albero, una frase materna se instaló en la mente como un okupa avispado: Sigue siempre los buenos ejemplos. Mano de santo.

«Hemos salido con esta familia, que son muy buenas personas», explicaba la señora Mercedes Fernández, una de las inquilinas de las sillas junto a su «casi pariente» Rosario Martos. Señalando a los señores de los petos rojos, afirma: «Son voluntarios de la Cruz Roja, que yo digo que son ángeles. Los ángeles de la Cruz Roja, porque se portan muy bien con nosotras». Tiene esta dama la gentileza de recordar que «en la revista de El Correo» le han publicado muchas poesías. «No soy poeta, pero soy aficionada y siempre me ha gustado mucho», comenta. A la Feria no van mucho: ayer fue el primer día. «Y hemos venido, aunque sea tempranito y no haya diversión, pero al menos vemos algo», que no es poca cosa. «¿Muy arregladas? No, igual que siempre, igual que siempre», dice, con modesta coquetería. «En Semana Santa no hemos salido, porque a la señora [señalando a su amiga] se le antojó caerse, se le rompió el fémur y ya está recuperada. No nos tocamos nada, pero como si fuéramos hermanas».

A la señora Rosario Martos, por su parte, le habría gustado recibir a la prensa llevando un diario en la mano, pero no pudo ser. «Yo iba a coger un periódico y este [el señor que la lleva y que sonríe] no me ha dejado. ¡Con lo que me gusta a mí leer! Y no han consentido, me lo han quitado de las manos. A mí me ha gustado mucho la Feria de joven, pero ya de vieja me gusta poco. Y de estos hombres, ¡qué voy a decirle!, son buenísimos. A este le voy a pegar porque es muy malo, me da muchos saltos. Se pone a bailar». Y sonríe, para desbaratar la broma: «Qué va, es muy bueno.

Antonio Suárez y Rafael Aranda son los dos voluntarios. El primero lleva dos meses con la experiencia; el segundo, un año. Ambos están en la escala móvil, ayudando a personas que no pueden salir de casa y que carecen de ascensor a pasear un par de horas. Ambos coinciden en lo gratificante de su tarea. «Las señoras son muy salerosas, muy simpáticas, dan buena conversación», dice Antonio, y Rafael lamenta que, por la hora temprana, apenas haya animación. Pero los cuatro saben que eso, en el fondo, no es lo importante. No puede haber más cariño en menos metros cuadrados. Y la mañana, de repente, se ha vuelto acogedora.