Fortalece, desintoxica y permite controlar más y mejor el cuerpo y la mente. Estos son solo algunos de los beneficios del yoga, además de la consabida relajación, que desde hace años en el centro Oyoga ponen «al servicio de quienes pasan por la experiencia del cáncer» de manera totalmente gratuita.
Este espacio de la calle Curtidurías abrió sus puertas en mayo de 2015 de la mano de tres socios que se dedican profesionalmente al mundo del derecho. «Pero un día el yoga se cruzó en nuestras vidas y las cambió para bien», explica Lourdes Vidal. Tanto ella como Sergio y Begoña encontraron en el yoga las herramientas necesarias para afrontar los problemas personales y laborales a los que se enfrentaban. «Empezamos a intensificar la práctica, a leer más, a aprender y con el tiempo los convencí para abrir el centro», cuenta.
El yoga que se practica es el americano pues está más adaptado a la mente y el cuerpo occidental, es mucho más completo, explica Lourdes quien fue la que convenció a sus dos socios para poner en marcha el centro. «Como no nos dedicamos a esto somos muy conscientes del estilo de vida de la gente que tiene un trabajo complicado de horarios». Por eso en el centro las clases son de todo tipo y en horarios muy amplios –desde las 8 de la mañana a las 10 de la noche–. Hay yoga para gente deportista, para quienes no suelen hacer nada, para quienes tienen problemas de espalda, para el estrés, para mayores, embarazadas, niños... «No hace falta ser flexible», recalca Lourdes, «en el mundo occidental no es tan frecuente. Solo hay que animarse a probar, que además la primera clase es gratis».
Pero sin duda la clase más comprometida de Oyoga (www.oyoga.eu) tiene lugar en la hora blanca. El centro pone a disposición de manera totalmente gratuita sesiones para quienes pasan por la experiencia del cáncer, como le gusta decir a Lourdes. «El cáncer al final es una experiencia de la vida que tenemos que afrontar y a ser posible de manera activa», dice. La idea nace de un viaje de esta sevillana a las Bahamas. Allí conoce a una swami–para los no iniciados, la líder de un centro de meditación o ashram– que participa en un programa de yoga y cáncer. «Y me pica la curiosidad y comienzo a leer sobre las posibilidades y ventajas que tiene».
«Por aquel entonces no tenía a nadie cercano que pasara por el proceso aunque luego sí que lo he tenido y no con final feliz». Aún así Lourdes no ceja en su intento de ayudar a hacer más llevadero el proceso. «El yoga ayuda mucho a fortalecer el cuerpo. Los tratamientos debilitan los huesos, producen mucho cansancio y en las clases se mejora la forma física», explica. Además, el cáncer despierta miedo, desesperanza o impotencia, «sentimientos que ayuda a controlar el yoga y todo eso es importante para luchar contra la enfermedad y para tener fuerza para salir de ella». Estas sesiones se realizan en colaboración con Creando Lazos, un club social para las mujeres con cáncer de mama en Sevilla promovido por la oncóloga Ana Casas que también está presente en las clases. Y crean comunidad. Esa unión de las personas que pasan por la misma experiencia «también es muy potente». Lourdes insiste en la idea de que son clases gratuitas y orientadas siempre a quienes padecen la enfermedad. «No hace falta nada, solo ganas de venir».
Colores contra el cáncer
En Oyoga colaboran con todas las asociaciones contra el cáncer que reclaman su ayuda. Hace unos meses recibieron la llamada de Oncología Integrativa que les hacían un llamamiento para colaborar en la financiación de un libro que trata de explicar a los más pequeños la enfermedad.
Todo nace de la historia de Beatriz Chaves. Ella decidió, cuando le anunciaron que padecía cáncer de mama, que no se lo escondería a sus hijos. «Es también un crecimiento para ellos el afrontar las cosas que suceden en la vida con naturalidad». Quiso también afrontarlo desde una postura activa. Verlo como una experiencia más por la que transitar. Fruto de este proceso nace la intención de publicar un cuento, el que ella contaba a sus pequeños para tratar de hacerles entender la enfermedad.
En él Beatriz explica que el cáncer ha hecho que las células de su cuerpo –esas bolitas que forman la piel y los huesos– se habían vuelto grises. Tenía que ir al médico para que las pintaran de colores. Le pondrían unas bolsa con líquido (la quimioterapia) de colores dentro: un día sería azul, otro roja, otro verde y, al final, para asegurarse que no quedaba ninguna célula gris la pasarían por el arco iris (radioterapia).
Pintemos a mamá de colores es el título de este libro que necesita de 10.000 euros para su financiación. Por ello, el próximo día 21 realizarán una clase benéfica de vinyasa flow cuyos beneficios irán destinados a aportar un pequeño granito de arena a esta iniciativa. Quienes quieran participar en ella, la clase será para un máximo de 50 personas en el centro de la calle Curtidurías, 12. Los tickets, desde 13 euros, pueden adquirirse en el propio centro o bien a través de ticketea.