A la Feria no se viene a ser finolis

Las cartas de las casetas cada vez son más variadas, pero los clásicos siguen triunfando. Los Remedios ofrece múltiples opciones, aunque no todas son más baratas

19 abr 2018 / 22:34 h - Actualizado: 20 abr 2018 / 00:05 h.
"Gastronomía","Feria de Abril 2018"
  • Eva da de probar un choco a los miembros de su familia, que disfrutan de un espléndido día de Feria. / Reportaje gráfico: Jesús Barrera
    Eva da de probar un choco a los miembros de su familia, que disfrutan de un espléndido día de Feria. / Reportaje gráfico: Jesús Barrera

Las agujas del reloj rozan las dos de la tarde y las cocinas de las casetas ya están con los fogones a pleno rendimiento para empezar a sacar los primeros platos. En una de esas casetas de socios, casi a los pies de la portada, Inés espera a sus hermanas. «Hoy es día de comer en familia». Lo harán en El Emperaó, afincada desde hace décadas en Gitanillo de Triana, 22.

Allí lleva cocinando más de veinte años Francisca, una mujer que entró «estando soltera». Está terminando de elaborar uno de los platos del día: paella. Exquisitez que la pequeña Alejandra espera con ansia, mientras picotea un poco de salmorejo –en brick– que su madre lleva en una bolsa cargada de chuches y aperitivos.

Francisca guisa todos los días un plato especial. Este jueves también tocaba carne con tomate. Pero la carta es amplia. «Lo que más salen son pavías, jamón, la tortilla de papas o las tablas de anchoa y salmorejo», explica su hermano Julio, mientras prepara una ración de pata negra. «Aunque una de sus especialidades es el lomo con champiñones», insiste Inés, mientras se wasapea con su marido para saber sobre qué hora llegará a comer.

En la paralela Joselito El Gallo, Eva y su familia rebañan los primeros platos de la comida. «Porque en Feria se come de poquito a poco», explica su marido Ricardo, mientras ojean la carta de la caseta del Ateneo, y sus hijos Clara y Ricardo terminan con las últimas patatas fritas que quedan en el plato. Hay de todo. Desde lo más típico, como el choco, los buñuelos de marisco o el flamenquín, hasta propuestas gourmet como una parrillada de alcachofa con crema de manzana y paté de oca, una ensalada crujiente de langostinos con rulo de queso de cabra o gazpacho de remolacha. Pero, la verdad, «a mí no me sale pedir eso en la Feria», dice Eva. Y es que al Real no se va a ser finolis.

Ricardo termina de echarle un vistazo a la carta, pero no a la de papel, sino a la que el Ateneo le envió por correo electrónico antes de que se encendiera la semana de farolillos. Al final caen unos chocos por petición popular.

En la sede de la Policía Nacional (Gitanillo de Triana esquina con Pepe Luis Vázquez), la propuesta gastronómica tampoco se sale de lo normal en Feria. Mucho frito, carnes en su punto, mariscos y chacinas típicas que no dejan de sobrevolar cabezas. Eso sí, los cocineros se esmeran en darle un toque a los platos de queso con un poco de cabello de ángel y moras tan espléndidas como fresones.

Un grupo de antiguos compañeros de trabajo lo degusta con ganas mientras están al acecho de que una mesa se quede libre para sentarse y descansar un poco los pies, que empiezan a sufrir con el calor. Javi es el encargado de ir a barra, y también el del bote. Porque la mejor manera de no arruinarse en Feria es poner un fondo común. Eso o ir de gorra a la caseta de algún amigo o familiar.

Fuera del Real

No todos tienen caseta o la posibilidad de comer a diario en el albero. Por eso, extramuros, Los Remedios ofrece múltiples opciones. Pero no piense que por salir del recinto ferial le sale más barato. En Los Gordales, justo al pasar la frontera del Real, la terraza está atestada. Hay hasta flamencas. Pero la jarra de rebujito cuesta 10 euros, «más o menos como en una caseta», explica Pedro Hernández, encargado de esta cervecería, quien reconoce que aprovechan la coyuntura de la Feria para subir estos días un poco los precios. Total, que al final el bolsillo sufre igualmente.

Si lo que uno quiere es beber rebujito a mejor precio –pero sin morir en el intento–, lo que tiene que hacer es pasarse por uno de los quioscos o los antiguos Todo a cien donde las ofertas son más que suculentas. Por el mismo presupuesto que en el albero, se puede conseguir no una, sino dos botellas de manzanilla y Seven Up con vasos incluidos.

Otros prefieren trasladar el albero a la calle Virgen de Luján. Allí casi todos los bares están al completo. «Se está más tranquilo, más fresquito que en una caseta y además se puede disfrutar del paseo de caballos sentado y en la sombra», teoriza un cliente en un bar gourmet de esta histórica calle.

Los restauradores de esta zona hacen su agosto durante la semana de farolillos. El Bodegón está de bote en bote, tanto que el encargado no para ni un segundo. Ni en la barra hay centímetro para una cerveza más. Durante estos días tienen un menú especial de Feria, que en nada se asemeja a la oferta de las casetas. Quitando el jamón y los gambones, que sí se pueden encontrar en el albero, aquí la propuesta es más exquisito, como los taquitos de salmón con mayonesa de soja o ensalada de brotes verdes y aguacate.

Al cruzar la acera, los camareros de Los Alcalareños se afanan en terminar algunos platos. Aprovechan estos días «para ganar clientes para todo el año», explica su encargado, Fernando del Águila. La mayoría de sus parroquianos recalan en este bar antes de pasar por el Real, porque la calidad es lo que marca la diferencia con respecto a las cocinas de las casetas, según Del Águila. Eso sí, el jamón es el rey de todos sus platos