Bitcoin: la revolución del dinero virtual

La criptomoneda nacida en 2009 ha transformado el mundo digital con una tecnología innovadora donde no existe la jerarquía ni la intermediación

06 feb 2018 / 17:42 h - Actualizado: 07 feb 2018 / 14:00 h.
"Economía","Tecnología","Finanzas","La era de las criptomonedas"
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La tecnología avanza a una velocidad de vértigo, muy por delante de la normativa reguladora que debe controlar que su uso no derive en actividades ilícitas. El universo de las criptomonedas, cuestionado por la posibilidad de que sean usadas con fines de blanqueo de capitales, financiación de organizaciones criminales y para el tráfico y comercio de bienes ilícitos, supone un caldo de cultivo sobre el que la Agencia Tributaria ha puesto el foco. «Es uno de los desafíos más exigentes en la actualidad», reseñan desde el organismo.

En el plan de control antifraude de 2017, Hacienda ya mencionaba que iba a realizar un especial análisis de las criptomonedas, junto a las plataformas mediadoras de pago y los abonos desde dispositivos móviles, ya que «pueden facilitar la opacidad de las operaciones». Se trata de una senda abierta en la que profundizará este año.

El origen de este fenómeno se encuentra en el Bitcoin, la primera moneda virtual en ver la luz en 2009 diseñada por un programador anónimo bajo el pseudónimo de Satoshi Nakamoto. Su uso no solo brinda opciones en la deep web –internet profundo– sino que ha abierto un sinfín de posibilidades más allá de las transacciones financieras tradicionales que conocemos, aquellas tuteladas por bancos centrales y que cuentan con el respaldo de los gobiernos. Así lo reseñan los defensores de este nuevo modelo revolucionario de entender las finanzas.

Uno de ellos es Ismael Santiago Moreno, doctor en Económicas y Empresariales y profesor de Finanzas en la Universidad de Sevilla, que considera que la gran aportación del Bitcoin reside principalmente en «la descentralización», lo que permite agilizar operaciones comerciales y financieras sin necesidad de intermediación. «Hay muchos países en el mundo, entre ellos el África subsahariana, en los que no hay bancos, pero el Bitcoin sí permite el acceso a financiación; es la moneda que puede permitirles desarrollarse», explica.

Es consciente, sin embargo, de la deriva que ha tomado esta divisa virtual, que más que utilizarse como un medio de pago para comercio online, se ha convertido en una «reserva de valor», esto es, un valor refugio.

No extraña si se mira hacia atrás y se ve la evolución en la cotización de la moneda. En 2010 no superó los 0,39 dólares y alcanzó la paridad con el dólar en 2011. Pero en 2017 llegó a tocar los 20.000 dólares, año que comenzó en torno a los 1.000 dólares. Echen cuentas.

Eso sí. Se trata de una inversión no apta para todos los públicos ni para corazones delicados. El elevado riesgo y la altísima volatilidad hacen que igual que se puede ganar mucho dinero con la compraventa de Bitcoins se pueda perder a la misma velocidad. Veamos un ejemplo. El pasado 29 de enero la criptomoneda cotizaba a 11.247,93 dólares, según la página web www.blockchain.info, mientras que una semana después, el pasado 5 de febrero, se intercambiaba a 7.590,98 dólares. Una escalofriante pérdida de valor del 32,5 por ciento. Pero, ojo, que el valor, que puede seguirse a tiempo real, cambia a cada segundo.

Ismael Santiago Moreno señala que la cotización se establece en función de la oferta y la demanda, «al igual que una acción» en Bolsa, aunque esta divisa tiene la particularidad de que no sobrepasará la cantidad de 21 millones de Bitcoins en el mercado. ¿Por qué? Porque fue la cifra que estableció su fundador. Se estima que la última moneda se genere en torno al año 2140, lo que hace que «un Bitcoin valga hoy menos que mañana, en teoría». Los intercambios se realizan en plataformas online de compraventa –existen varias en el mercado– y se puede comprar una parte de Bitcoin, no tiene por qué ser una moneda completa.

La revolución del Bitcoin es su operativa: una moneda que no existe físicamente y que no depende de ningún gobierno o banco central, sino que se apoya en una cadena de bloques. ¿Y eso qué es? Es un libro contable público y transparente donde quedan registradas todas las transacciones realizadas entre dos usuarios sin necesidad de que participe un tercero. Eso es posible gracias a la interconexión de una multitud de nodos (ordenadores) que están conectados entre sí sin jerarquías. Las operaciones son validadas por los nodos que integran la red y una vez que se confirma la información de la transacción –que es pública a través de un código de 33 caracteres encriptados, por lo que no ofrece detalles de comprador ni vendedor–, ésta no se puede manipular ni corromper. «Es un sistema basado en la criptografía, que proporciona seguridad y posibilita que no se falsifiquen operaciones como pagar dos veces por la misma moneda», precisa.

¿Quién se encarga de verificar las transacciones? Es una tarea que asumen los mineros. Se conoce con esa denominación a aquellos miembros de la red que compiten entre ellos para resolver un problema criptográfico. El que lo resuelve verifica la operación y obtiene Bitcoins como compensación. Así es como se generan las nuevas monedas.

Bitcoin fue solo el comienzo. A día de hoy coexisten 1.495 monedas virtuales, un número que no deja de crecer. La incógnita es anticipar cuáles seguirán sus pasos y se consolidarán en el mercado –haciendo millonarios como con el Bitcoin– y cuáles se perderán por el camino.