Cataluña, vuelta a empezar

200 días después de la aplicación del 155, los antisistema de la CUP hacen presidente a Quim Torra para culminar el desafío indepentista

13 may 2018 / 20:19 h - Actualizado: 13 may 2018 / 20:40 h.
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  • El consejo político de la CUP, durante su reunión en Cervera (Lérida), decidía ayer facilitar la investidura del candidato de JxCat, Quim Torra, con la abstención. / Efe
    El consejo político de la CUP, durante su reunión en Cervera (Lérida), decidía ayer facilitar la investidura del candidato de JxCat, Quim Torra, con la abstención. / Efe
  • Torra, en el Parlamento autonómico la semana pasada para presentar su candidatura. / Efe
    Torra, en el Parlamento autonómico la semana pasada para presentar su candidatura. / Efe

Cuando se cumplen 200 días sin gobierno en Cataluña, bajo la versión más blanda y menos intrusiva del artículo 155 de la Constitución y al borde ya de una nueva convocatoria electoral que no parecía que fuese a cambiar mucho el panorama, hoy cambia todo. Aunque también podría decirse que hoy todo volverá a ser igual. Porque la CUP –es decir, los cuatro parlamentarios regionales de la extrema izquierda antisistema en cuyas manos está el desenlace de la situación– decidieron ayer sin grandes sorpresas apoyar finalmente al candidato Quim Torra, aquel que las fuerzas constitucionalistas han llegado a calificar como un «títere» del fugado Puigdemont y que según todos los indicios –a su discurso del sábado nos remitimos– tiene toda la intención de mantener el desafío secesionista al conjunto de España. Con la promesa de Rajoy de retirar el 155 tan pronto como hubiera nuevo poder ejecutivo autonómico, el independentismo catalán se zafa del acorralamiento institucional y retoma sus actividades al más alto nivel.

Para mantener el tipo sin muchas críticas por parte de los más radicales de entre sus filas, la CUP ya se apresuró ayer a decir que su apoyo pasivo al candidato de JxCat –o sea, la abstención que pondrá el cargo en sus manos– no significa garantizar la gobernabilidad. Pero de facto, lo que posibilita es la reconstitución de un poder que había quedado desarticulado y que ya augura sin tapujos su intención de mantener su hoja de ruta hacia la independencia final de España. Pero por si acaso esto no fuese así, ya adelantaban desde la CUP que ellos velarán para que las dos grandes fuerzas catalanistas en el parlamento, JxCAT y ERC, no den lo que a su juicio parece un «giro autonomista». Por el lado contrario, el conformismo aparente del PP –lo que algunos han llegado a denominar como el proverbial tancredismo de Mariano Rajoy, experto en aguantar haciendo la estatua mientras los problemas se resuelven solos– tendrá que bregar con un Ciudadanos cuyos líderes, empezando por Albert Rivera –quien, por cierto, sostiene a Rajoy en la Moncloa–, se tiran de los pelos pensando que al Gobierno de España se le vaya a ir de nuevo la situación de las manos.

Este es el panorama que se presenta después de que ayer tarde, el consejo político de la CUP celebrado en Cervera decidiera mantener las cuatro abstenciones de sus diputados en la votación de hoy en el Parlamento autonómico catalán, con las que harán posible la investidura de Quim Torra como presidente por mayoría simple, junto con los votos favorables de JxCat y ERC y los negativos del resto de grupos (Ciudadanos, PSC-Units, Catalunya En Comú-Podem y PPC).

En un comunicado, fiel al uso artillero de la prosa antisistema, la formación indicó que «no bloqueará la formación de un nuevo Govern» en un momento «complejo, marcado por la represión y la vulneración de derechos políticos y civiles por parte del Estado». Eso sí, para curarse en salud ante lo que pueda pasar se situarán en la oposición durante la próxima legislatura, sin garantizar la gobernabilidad del próximo ejecutivo catalán.

De todos modos, para tomar esta decisión los de la CUP han tenido que taparse –metafóricamente hablando, claro– la nariz: según el comunicado, la propuesta de programa de gobierno de JxCat y ERC «no avanza en la construcción de medidas ni republicanas ni sociales, que respondan a los derechos y necesidades de la clase trabajadora y del resto de las clases populares». Entienden, además, y como se apuntaba antes, que JxCat y ERC pretenden hacer «una reculada hacia la república» al haber dado un «giro autonomista» que lleva a la CUP a «asumir un rol de oposición activa, trabajando, dentro y fuera de las instituciones, para generar un nuevo ciclo del movimiento independentista».

Para haber mostrado tantos reparos hacia su inminente presidente autonómico que ellos mismos van a contribuir a aupar hoy al cargo, es de suponer que algo habrá influido en su decisión de abstenerse la soflama de Carles Puigdemont, mito viviente del secesionismo desde que puso pies en polvorosa y en cuyas manos ha estado la designación de Torra como alter ego suyo en Barcelona. El expresidente catalán pidió ayer expresamente a la CUP, desde la distancia, que fuese coherente y mantuviera la abstención a la investidura, como ya hizo con Jordi Turull, al tiempo que recordó a los antisistema «que siempre han dicho que el nombre no era un problema».

Puigdemont se expresó así en una entrevista en El Punt Avui, en la víspera de la segunda votación de la investidura de su sucesor, Quim Torra, quien necesitaba que la CUP hiciera cualquier cosa menos oponerse para poder ser elegido hoy como presidente. «Espero que mantengan la coherencia. Siempre han dicho que no era un problema de nombres y confío en su palabra», añadió.

Preguntado por si dará órdenes a Torra, el sucesor de Mas dijo que «todos los presidentes están a las órdenes del Parlament» y esto «debe continuar siendo así», al tiempo que aseguró que su antecesor «nunca» le dio órdenes. El líder de JxCat destacó, en este sentido, que la que sí está «teledirigida» es Cataluña, ya que está «gobernada desde Madrid» a través del artículo 155 de la Constitución, un mecanismo que ha deseado que «no dure ni un día más». En su apología, el huido defendió que Torra está «más que preparado» para el cargo y explicó que lo escogió porque «en su figura confluyen muchas características que encajan con el momento histórico que vive el país».

Si por el lado de los independentistas hay ajetreo, por el de sus antípodas las cosas no andan mucho más serenas. Desde el PP, su presidente regional, Xavier García Albiol, lamentó ayer la decisión de la CUP ya que considera que el candidato de JxCat solo representa a una minoría de catalanes. «Más de la mitad de los catalanes mañana [por hoy] tendremos un presidente que no nos representa y lo peor, ni lo pretende», escribió Albiol en su cuenta de Twitter. Una red social que, por cierto, está que arde entre unos y otros.

Otra que se sintió impelida a emitir su parecer ayer desde ese mismo partido fue la vicesecretaria de Estudio y Programas del PP, Andrea Levy, para decir que el Gobierno central va a estar «vigilante ante cualquier actuación fuera de los marcos legales que se pueda producir» en Cataluña. Lo cual ya es curioso, porque Levy no forma parte de ese Gobierno en cuyo nombre se tomó la libertad de hablar para predecir comportamientos. Cosa que, en materia catalana, tampoco se puede decir que sea el plato fuerte de los populares desde que garantizaron que no habría referéndum secesionista el 1-O. Ni papeletas. Ni urnas.

Pese a ello, el argumentario sigue intacto. Levy aseguró que «no hay impunidad para los separatistas que quieran seguir avanzando en el camino de la ilegalidad», y se dirigió a Torra para expresarle que si tanto él como sus apoyos independentistas siguen pensando que el proceso independentista va a alguna parte y «si sigue teniendo fe, allá él; pero que no arrastre a las instituciones de todos los catalanes».

Ya tardaban los líderes de Cs en asomarse a Twitter ayer tarde cuando al fin apareció el portavoz de esta formación en la asamblea catalana, Carlos Carrizosa. Lo hizo para vaticinar que «se avecinan tiempos difíciles» con la investidura del candidato de JxCat, a quien calificó de «ultra nacionalista radical». Por este mismo megáfono internáutico, Carrizosa señaló que las cuatro abstenciones de la CUP y «el voto de dos fugados de la justicia», en alusión a Carles Puigdemont y Antoni Comín, «consentido por Rajoy», «harán presidente al ultra nacionalista radical que insulta a los españoles y homenajea a fascistas».

Con ello, Carrizosa calcaba las palabras que muy pocas horas antes había expresado su compañero de filas madrileño Ignacio Aguado. El portavoz de Ciudadanos en la Asamblea de Madrid y presidente del Comité Territorial de la formación naranja calificó al candidato Torra de «reiteradamente xenófobo» y «más radical» que Puigdemont. Un político, este Torra, cuyo discurso es, según dijo Aguado, «contrario al sentido común, al respeto de los valores básicos de convivencia» ya que «llama a los españoles expoliadores».

Aguado aprovechó para pedir al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que «rectifique» y que no «salga huyendo» de Cataluña. «Le pido que siga defendiendo el interés general en Cataluña, que no condicione la aplicación del artículo 155 a las exigencias del PNV ni del nacionalismo catalán, que siga firme intentando todos los recursos que sean necesarios para que el nacionalismo en Cataluña, en concreto esta investidura, no se pueda llevar a cabo», dijo. Pero eso parece que ya no está en manos de nadie, aun en el caso de que debiera estarlo.

Por parte de los socialistas catalanes, que de un tiempo a esta parte gustaban de mostrar una faceta más o menos conciliadora entre opuestos, la portavoz del grupo parlamentario del PSC-Units, Eva Granados, se apartó ayer un tanto de esa actitud al criticar la decisión de la CUP de facilitar la investidura del candidato a la presidencia Quim Torra, a quien definió como «un ultranacionalista supremacista de derechas que odia a la mitad» de los catalanes. «Qué país tan chulo se nos está quedando con una izquierda anticapistalista y unos que se hacen llamar republicanos haciendo presidente a un ultranacionalista supremacista de derechas que odia a la mitad de la sociedad que quiere gobernar», escribió Granados en su perfil de Twitter en alusión a Torra. La socialista añadió a su mensaje la etiqueta #TorraYoSoyColona?, en referencia a los múltiples escritos del independentista criticando a los españoles.

Quien sí que tiró por la vía del ecumenismo fue el podemita Íñigo Errejón. Aunque dejó claro que Torra no le hace ninguna gracia, el secretario de Análisis Estratégico de los morados exhortó ayer a los ejecutivos catalán y español, si se forma Gobierno en Cataluña, a recuperar «de forma urgente» el diálogo porque, a su juicio, se ha perdido mucho tiempo en «la confrontación entre territorios» en España y toca ya empezar a «gobernar para una Cataluña diversa y plural».

En resumen, vuelta a empezar. El tancredismo, el desafío, las posturas irreconciliables, los conflictos internos, la sordera colectiva y las dudas sobre el futuro, mientras el mundo asiste perplejo a un espectáculo estruendoso en el corazón de la civilización y que quizá ni siquiera comprende.