Chiquito de la Calzada: el ‘fistro pecador’ que se nos fue

Málaga dijo en 2017 adiós a uno de los artistas más importantes e internacionales. Su lenguaje universal y sus gestos, imitados por todos, son su gran legado

30 dic 2017 / 21:36 h - Actualizado: 01 ene 2018 / 08:38 h.
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«¿Qué es la vida? Un frenesí./ ¿Qué es la vida? Una ilusión,/ una sombra, una ficción,/ y el mayor bien es pequeño;/ que toda la vida es sueño,/ y los sueños, sueños son». Segismundo no conoció a Gregorio Esteban Sánchez Fernández, pero su monólogo bien podía haber estado escrito para el candemor.

Dicen que el genial Chiquito de la Calzada soñó parte de su esencia e hizo justo lo que preconizó Calderón de la Barca en 1637 con La vida es sueño, no poniendo trabas a su libertad como ser humano y sin dejarse llevar por un supuesto destino.

Soñó con una vida de artista, soñó con cantar flamenco, soñó con viajar por el mundo –aunque fuera en avión–, soñó con una vida con alguien a quien adorar, soñó con un idioma universal que le catapultaría al éxito y soñó con hacer reír. Su espectacular sentido del humor, su mejor legado, venía de la mano del que dicen era una gran persona, que dejó muchos hijos que no necesitaron ser biológicos para ver en él a un padre en lo personal y en lo profesional. Quiso y supo querer, y quiso tanto que sigue estando presente, aunque su cuerpo y sus andares cortitos ya no paseen por Málaga, ni la luz de su piso del barrio la Trinidad esté encendida para ver cada noche fotos de su querida Pepita, ni tampoco se deje caer por el restaurante Chimitas para comer con sus amigos. 2017 se ha llevado a un genio, a un hombre bueno y querido que, hasta el último momento, no perdió su arte ni ingresado en la UCI. «¡Al ataquer!», increpaba a las enfermeras cuando ya casi no tenía fuerzas para hablar con los «pecadores de la pradera».

Las últimas semanas fueron difíciles para el gran Chiquito. Una caída, una angina de pecho y una infección dejó sin su genialidad a este país y al mundo, porque Chiquito supo también hacerse respetar en lugares remotos, muy alejados de su Málaga natal. Viajó a California y se subió al trasatlántico de Vacaciones en el mar, y luego se llegó a montar cada día, haciéndose entender con su mímica, en el metro de Japón hasta el tablao que le escuchaba cantar todas las noches. Ese fue el Chiquito que soñó un día con ser artista, y que dijo soñar con el idioma que lo haría famoso con 62 años, después de que Tomás Summer lo descubriera. Pasar con él unas horas era sumergirte en su sueño, cargado de anécdotas e historias en las que siempre estuvo acompañado de su mujer, de la que solo un infarto fulminante la separó desde que se conocieran en Córdoba, motivo por el que no hizo bolos y actuaciones tras su muerte, y a la que no dejó de echar de menos ni un solo minuto de su vida.

El mago del humor, todo un fenómeno sociológico, tuvo en la televisión su pase directo a la fama. Y aunque no hablara idiomas, fue capaz de soñar y crear su propio lenguaje universal. Gran cómico y referente del humor blanco, imitado por todos, no hay nadie que no sucumbiera a su jerga y a su chispa. «Fistro pecador», «no puedor, no puedor», «¿cómorrr?», «a candemor e narrrr», «¡te da cuén!», «¡Fuegorrrrr!», «por la gloria de mi madre», «agromenauer»,... fueron frases suyas que hicimos nuestras. Un chiste malo convertido en obra maestra.

De ganarse el jornal como pudiera, a toda una fortuna que nunca gastó, porque no lo necesitó. Él era feliz con su mujer, con su barrio, con su familia y con una vida sencilla cargada de humor. Hoy la polémica por su herencia está servida, pero Chiquito ya no lo verá. Desde que muy joven se subiera a un escenario adentrándose en lo jondo, o cuando llegó a deslumbrar desde la pequeña y la gran pantalla, el denominador común siempre fue él y su gracia sin fin.

Chiquito de la Calzada se ha ido, pero sus sueños continúan vivos. En este balance sobre su persona cuesta trabajo saber donde acababa Gregorio y empezaba Chiquito. Solo sabemos que si en algo le cambió la fama fue en que le permitió acabar con su sufrimiento por las alturas. El coche y el tren fueron los que le ayudaron a moverse por España, siempre junto a Paquita, que presenció cada actuación de su carrera y que, a buen seguro, le esperó a las puertas del hospital de Málaga cuando tuvo que hacer su último viaje. Una vez más, con ella de acompañante.