Cuando la profesión te escoge y se convierte en tu modo de vida

Empleos no tan provisionales. Ser teleoperador, limpiador o encuestador son profesiones que, en ocasiones, se convierten en estables pese a la imagen de precariedad que poseen

16 oct 2016 / 08:00 h - Actualizado: 15 oct 2016 / 22:11 h.
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  • José Manuel Porras es uno de los teleoperadores más veteranos de Sevilla. / José Luis Montero
    José Manuel Porras es uno de los teleoperadores más veteranos de Sevilla. / José Luis Montero
  • Cuando la profesión te escoge y se convierte en tu modo de vida

Hay profesiones que rápidamente se tildan de precarias. Seguramente el adjetivo se habitúa a colocar con más rapidez de la cuenta. Sin embargo, en ocasiones, hay trabajos que saltan a las manos. Habitualmente se aspira a ser médico, piloto de aviones o periodista. Por el camino se fracasará o no, pero en estos casos hay metas más o menos claras. Sin embargo, casi nadie quiere ser, no al menos de una manera voluntaria, teleoperador, limpiador o encuestador, por citar tres ejemplos. Nadie se alista con ilusión para desempeñar estos puestos. Sin embargo, una radiografía del empleo en estos sectores –tomados como botón de muestra– diagnostica que muchas de las personas que los ejercen han hecho de ellos su legítimo y esforzado modo de vida.

José Manuel Porras lleva 13 años y tres meses trabajando como teleoperador en Arvato-Qualytel Sevilla. Entró por un mes y ha superado, de largo, la década. En todo este tiempo su sector ha pasado por diversas etapas: «Hace más de diez años era un trabajo precario, en el que la gente estaba de paso, luego se estabilizó y hoy, con la crisis, la gente vuelve a verlo como una oportunidad a tener en cuenta para trabajar», explica. Sea como fuere su caso tiene ribetes de heroicidad. Durante todo este tiempo ha visto a 1.500 compañeros perder su empleo dentro de su misma empresa.

«Te acostumbras a ver que unos salen y otros entran, y por añadidura, también se aprende a convivir con la idea de que cualquier día te tocará a ti», comenta. De momento se ha librado. Y su gesta le convierte en uno de los teleoperadores más veteranos de Sevilla; habría que ver si también de España. «Algunos compañeros me preguntan cómo lo he logrado. Y creo que ha sido debido a un cóctel en el que la suerte ha tenido mucho que ver. Pero también la implicación, el tomarse en serio el trabajo, pensar que esto es una tarea como otra cualquiera en la que si se pone un poco de pasión, de ganas, los éxitos serán mayores», detalla. Qualytel comenzó como una pequeña empresa de tres socios, hoy es parte de una multinacional.

«Aquí todos somos números, sí, pero a la empresa no le pasa desapercibido quienes se entregan más. Nunca me planteé que ser teleoperador se convertiría en el trabajo de mi vida, pero así parece que ha sido, supongo que valgo para esto; empatizo con el cliente y tengo mucha paciencia y bastante capacidad de soportar a clientes maleducados», reconoce.

¿Se puede vivir de ser teleoperador? «Sí, aunque cada vez las condiciones son peores», dirá. José Manuel Porras no ha visto jubilarse a nadie. Aunque sí ha sido testigo de de compañeros que han entrado a trabajar con 58 años y se han jubilado con 65. «Debe ser de las pocas cosas buenas que tiene esto, la edad no es importante, se valora la experiencia por encima de todo», concluye.

Como él, Sofía Mármol tampoco eligió ser encuestadora. Iba a estudiar Veterinaria en Córdoba cuando pensó que antes de marchar a la capital vecina podía ser buena idea ahorrar algo de dinero. Entró entonces a trabajar en una empresa que realiza encuestas a pie de calle. Desde entonces han pasado ocho años, y nunca acudió –al menos para estudiar– a la ciudad de los califas. «Empecé a hilvanar un contrato con otro, cuando pensaba que ya me iba a ir me ofrecían otro, y otro, y otro más», rememora. Y descubrió que le gustaba. Además, las posibilidades de escalar puestos en su empresa eran muchas. Hoy es coordinadora, antes fue supervisora. Y por supuesto se metió en el cuerpo muchas horas de calle, de hablar con la gente, de intentar convencer a los transeúntes de que le dedicaran diez minutos a cambio de un llavero de propaganda o un par de bolígrafos. «Hoy me encuentro que tengo un trabajo que me gusta y que me permite vivir razonablemente bien. Es cierto que este tipo de empresas no son muy estables pero actualmente, ¿dónde se está seguro?», se pregunta.

A su futuro no le pone muchos interrogantes: «Lo que tenga que ser, será. Este trabajo me eligió a mí y se convirtió en mi forma de vida; si me tengo que adaptar a otra cosa, intentaré hacerlo lo mejor que pueda pero... ¡me gustan las encuestas!», concluye.

El de María Josefa Ruiz es un caso diferente. Pero también la suya es una profesión con la que nadie suspira por las noches. «Soy limpiadora, me gusta limpiar, es así», confiesa con una sonrisa perenne. A los 14 años le comunicó oficialmente a su madre que no quería estudiar más. Y se puso a la faena. Hoy tiene 48 y, por medio, han pasado unos cuantos años. «Alguna vez me he arrepentido sí, pero cuando veo que tengo compañeros y compañeras que son hasta licenciados, pues asumo con mayor tranquilidad que el mundo es así de injusto, y que ser limpiadora es un trabajo tan digno y necesario como el que más», cuenta.

María Josefa trabaja en el Edificio Santa Lucía de la avenida de la Constitución. Pertenece al Grupo Eulen y su mejor credencial –aparte del suelo de mármol blanco que hace relucir– es afirmar que la quieren en toda la calle. Que no es cualquiera. «Mucha gente me conoce, porque ser limpiadora es un poco como ser portero; parte de tu trabajo consiste en estar ahí, para lo que los inquilinos puedan necesitar», comenta.

En España el 63 por ciento de los trabajadores considera que las contrataciones temporales representan el primer paso hacia un empleo estable. Y sólo el 8 por ciento de los empleos comúnmente considerados temporales devienen con el tiempo en contrataciones estables.

Según el portal especilizado en empleo Laboris.net solo el 8% de los trabajos temporales acaban convirtiéndose en estables en España.