Dime lo que ganas y diré lo que pesas

19 oct 2016 / 07:00 h - Actualizado: 15 oct 2016 / 09:18 h.
"Salud pública","Temas de portada","El riesgo de la obesidad"
  • Imagen de un obeso de 32 años. / Efe
    Imagen de un obeso de 32 años. / Efe

La pandemia de la obesidad recorre el mundo desarrollado. Los datos del último Estudio Nutricional de la Población Española dejan claro que el país no se queda al margen, que los españoles son más Sancho Panza que Quijote, también en lo físico: el 39,3 por ciento de la población adulta en España tiene sobrepeso y el 21,6 por ciento directamente obesidad, según estos datos, que se hicieron públicos en mayo a través de Revista Española de Cardiología. El estudio ha contado con la participación de 3.801 hombres y mujeres entre 25 y 64 años.

Lo que el lenguaje sin pelos en la lengua llama gordos se concentran en los adultos jóvenes –25 a 44 años– en el caso de los varones, mientras que entre las mujeres el peso aumenta de forma significativa a medida que la edad avanza. Un retrato que confirma los estudios anteriores efectuados desde 2008 y que calcularon que el 22,9 por ciento en la población española mayor de 18 años es obesa, como explicó en mayo el profesor de Nutrición Comunitaria en el Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Navarra, Javier Aranceta-Bartrina, a la agencia Europa Press. No prestó demasiada atención a la diferencia de algo más de un punto entre los estudios anteriores y el actual.

«La obesidad está ligada al nivel sociocultural, a medida que este es más desfavorecido, la obesidad suele ser mayor», explicó en su momento el doctor para poner el dedo en la llaga en una de las paradojas de los estudios sobre obesidad: Las comunidades más pobres son las que acumulan más obesos, al contrario de lo que cabría esperar, puesto que las formas orondas las relaciona la cultura popular con la riqueza y los rasgos huesudos, con el hambre. Desde la segunda mitad del siglo XX dejó de ser así.

Si hay alguna influencia de la larga crisis económica que padecen las clases trabajadoras desde 2008, es que la gente «ha optado por alimentos más económicos pero menos sanos, como productos prefabricados, con más grasas y además, no ha destinado dinero al gimnasio», explica Aranceta-Bartrina.

Para estar delgados no hay que sufrir hambre. «Hay que optar por los platos de cuchara, así como más verdura y frutas y también hacer una hora de ejercicio al día. Incluso puede usarse el podómetro (es muy económico o incluso hay aplicaciones en el móvil), para contar unos 10.000 pasos al día, que pueden hacerse subiendo escaleras o andando en vez de usar el transporte público».

La Sociedad Española de Cardiología recomienda realizar un mínimo de 30 minutos de actividad física diaria moderada, como pasear, volver caminando desde el trabajo a casa o evitar el uso del ascensor. También aconseja el consumo de verduras y hortalizas (dos o más raciones al día), varias piezas de fruta cada jornada, aceite de oliva virgen, pan, arroz, pasta y otros cereales, legumbres, lácteos, pescado blanco y azul, y evitar al máximo el consumo de carnes rojas, dulces y bollería industrial.

El estudio de mayo analizó además la obesidad dicha prevalencia según comunidades autónomas. Las tasas de obesidad más altas se estiman en Asturias (25,7 por ciento), Galicia (24,9 por ciento) y Andalucía (24,4 por ciento) –casi tres puntos por encima de la media–, mientras que las tasas más bajas están las en Islas Baleares (10,5 por ciento), Cataluña (15,5 por ciento) y el País Vasco (17,9 por ciento). Las comunidades envejecidas y pobres cargan con más obesos. Las más ricas, con menos.

¿Se puede hacer algo por reducirlo? Quizá tomar conciencia individual de que la obesidad te causará problemas serios mientras las condiciones sociales generales no mejoren: El 43,2 por ciento de los andaluces vive bajo el nivel de la pobreza, según el informe presentado la semana pasada por la Red Andaluza de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social, que sitúa al 12,8 por ciento de la población andaluza directamente en la pobreza extrema. No hay indicios de que este agujero social vaya a mejorar a corto plazo, y mucho menos que vaya a invertirse.

El sobrepeso y la obesidad suponen, por una parte, «un empeoramiento de la calidad de vida del paciente, y por otra, un aumento de la carga asistencial y un coste para el sistema sanitario de salud», explica el profesor de Nutrición Comunitaria, que describe una espiral diabólica: cuanto más pobre es una región, más obesos alberga, y los gastos relacionados con sus enfermedades empobrecen aún más a la región. De esta manera, Aranceta-Bartrina sostiene que la tendencia es creciente en las tasas de sobrepeso y obesidad, y destaca la importancia de adquirir hábitos de vida saludables, puesto que la obesidad está considerada como uno de los principales factores de riesgo cardiovascular, y de cuidar todo lo que se pueda la alimentación.