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El corto camino para programar un festival

A falta de asumir mayores riesgos en su definición, el certamen sevillano parece una sucursal de Cannes

04 nov 2016 / 21:06 h - Actualizado: 05 nov 2016 / 14:51 h.
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  • El Casino de la Exposición acoge los actos más solemnes del Festival de Cine Europeo de Sevilla. / El Correo
    El Casino de la Exposición acoge los actos más solemnes del Festival de Cine Europeo de Sevilla. / El Correo

Los últimos datos del Observatorio Audiovisual Europeo del año 2014 cifran en el conjunto de los 28 miembros de la Unión Europea una producción de 3.181 películas. Películas que en su mayoría se han podido ver en sus países de origen; y de las que han salido fuera, siete de cada diez de las cien más vistas habían pasado por grandes festivales. Este dato indica la importancia de la existencia de este tipo de eventos. Se trata de una plataforma importante para vender un producto cinematográfico en el exterior y también es una manera de alcanzar prestigio si se da la conjunción de talento con premio.

Son pues los grandes festivales la gran plataforma para la difusión del cine europeo. El año empieza con el primer gran festival del año, Berlín, que especializado de serie A se nutre de películas de su área de influencia, alemanas, austriacas, de países del este, de los Balcanes o de repúblicas exsoviéticas. No existe una norma establecida pero sólo hay que fijarse en su programación para constatar la importancia de estas cinematografías. A mediados del mes de mayo llega el festival de festivales, Cannes, el siguiente A, de primera categoría. La mayoría de las cinematografías quieren estar presentes en Cannes, es el certamen que lo consigue todo: juntar talento, industria y fiesta. Los mejores trabajos, las películas más diversas, las directoras y directores más aclamados, las más y los más respetados quieren pasar por su famosa alfombra roja. La fiesta, la clase y el glamur lo aportan las actrices y actores de fama y talento reconocido. Aquí la selección es rigurosa y participar en la sección oficial o en cualquiera de las secciones paralelas como Une Certain Regard, la Semaine de la Critique u optar a la codiciada Caméra D´Or ya supone una garantía mínima de difusión internacional. Mucho cine, mucha estrella y mucha industria, Cannes está considerado como uno de los principales mercados audiovisuales del mundo. Le marché du film, es el lugar ideal donde comprar, vender y planificar futuros proyectos. Tras el ciclón la cosa se relaja y en el mes de septiembre llega Venecia, otro de los grandes que sirve de plataforma al cine norteamericano y que abre su programación sobre todo a películas procedentes de oriente, lejano y medio, Iberoamérica y lógicamente no olvida prestar atención a la producción local. El último del año de categoría A es el de San Sebastián, el nacional, que como bien sabemos, echa mano de lo mejorcito de la producción local y se esfuerza en difundir la cinematografía de las cinematografías de lengua hispana, el resto muchos lo consideran descartes de los festivales anteriores que terminan encontrando la luz aquí.

Reciben este nombre Toronto, uno de los festivales más prestigiosos del mundo, conocido en los últimos años por haber crecido tanto como para servir de lanzadera para algunas películas que luego se destacan en la carrera por el Oscar y Locarno, que es el especializado en producciones independientes y el denominado como cine de autor/a.

En España podemos disfrutar además del Festival de Cine de San Sebastián del de Málaga, se celebra en el mes de abril y está especializado en cine español; el de Sitges, cuya especialidad es cine fantástico y de terror, tiene lugar en octubre al igual que la Seminci de Valladolid, dedicado al cine de autor/a, una especie de Locarno nacional.

Con tres directores a sus espaldas, el Festival de Cine de Sevilla que empezó su andadura en el año 2001 especializado en Cine y Deporte, una temática que nace agotada, ya que no se producen muchas películas con esta temática como para dedicarle un festival al año; se reorienta tres años más tarde, concretamente en 2004 y se convierte en el actual de Cine Europeo.

Trece años en que aún parece que el concepto Europa es difícil de definir; ¿existe un todo unitario?, ¿se puede hablar de una identidad propia?, ¿qué parámetros estéticos definirían al cine europeo?, ¿se puede decir que existe una escuela europea?, ¿se encuentran tendencias o temáticas presentes en las producciones que se hacen en el continente?

En el año 2004 nace el SEFF bajo la dirección de Manuel Grosso Galván y será él quien diseñe la estructura básica por el que se ha desarrollado durante todos estos años. La plantea con una sección oficial a concurso en la que pueden participar películas con producción europea o que cuenten con coproducción de al menos un país europeo, Eurodoc, una sección paralela que da cabida al género del documental, y Europa-Europa dedicada a dar a conocer lo mejor del año hecho en el continente, que en este caso son películas avaladas por haber sido exhibidas o premiadas en los festivales de categoría A que ya hemos citado. Así desde 2004 a 2007 podemos ver películas procedentes de Cannes, Venecia o Berlín y también de otros festivales; el festival no se rige por tanto por una temática ni por una línea homogénea, ni por un contenido en concreto, se puede ver lo que se produce en ese momento. Como muestras indicar que dos realizadores de la Nouvelle Vague como Jacques Rivette con Ne touché pas la hache o Alain Resnais con Asuntos privados en lugares públicos presentaban aquí sus trabajos en el año 2007.

En 2008 toma las riendas del festival Javier Martín Domínguez, año en el que Paolo Sorrentino triunfaba con su ácida visión del jefe del gobierno italiano Giulio Andreotti con su obra Il Divo y Sevilla empieza a albergar las nominaciones a los Premios de la European Film Academy. Hasta el año 2011 pasan por el festival, entre otras, las obras de directores de la talla de Carlos Saura, Giorgios Lanthimos, Michel Hazanavicius o el húngaro Béla Tarr, que en el 2011 nos regala su obra maestra El caballo de Turín, basada en un episodio que vivió el filósofo alemán Friedrich Nietzsche. El festival sigue picando aquí y allí, de festival en festival, y se trae a Sevilla una ligera muestra de lo que se produce en Europa. Durante estos años la Seminci deja ser competencia y las distribuidoras independientes quieren concursar en el SEFF, los premios son un estímulo importante para la distribución de sus películas. Son años en los que se pueden ver trabajos de Stephen Frears, Susanne Bier, Alberto Morais, Andrey Zvyagintsev, Mercedes Álvarez o Steve McQueen. Seguimos sin compromiso explícito ni línea temática destacable, se elige en función de la producción anual que se produce. Como curiosidad, señalar que el año 2009 el Giraldillo de Oro lo obtiene una película iraquí, Son of Babylon.

Con la llegada de José Luis Cienfuegos en el año 2012 procedente de la dirección del Festival de Cine de Gijón, el SEFF diversifica el abanico de sus propuestas para hacerlo crecer en un intento de unificar los intereses de industria, público y crítica. Para fortalecerlos se organizan encuentros, seminarios, exposiciones y conciertos entre otras actividades. Abrirlo a la Universidad y a los centros educativos de secundaria se puede considerar un acierto. La programación se centra más en la difusión de obras más personales y se hace un esfuerzo por traer películas de jóvenes talentos españoles con la creación de la sección Resistencias y a la diversificación de Nuevas Olas. Ahora el grueso de lo que podemos ver, sin obviar las películas procedentes de Berlín, Cannes o Venecia que parecen destinadas a formar parte de una sección oficial bastante conservadora, provienen de festivales menos mediáticos como Locarno, Karlovy Vary o Rotterdam. Aun así, este año seguimos hablando de una programación sin temática definida, esto es sin riesgo alguno. El SEFF parece una sucursal de Cannes con seis obras presentadas allí, así en la sección oficial a concurso tenemos a Dumont, Guiraudie, Assayas, Dolan, Arnold y Laxe, en una lucha por la ganar el premio de Sevilla, por ganar una pedrea vamos. El resto de películas se reparte con directores procedentes de los festivales de Venecia, Locarno, Rotterdam o Karlovy Vary mayoritariamente.

Parece que desde su creación el SEFF ha intentado abrirse un hueco en el panorama de los festivales internacionales, pero como vemos es arto difícil ya que la batalla se libra con gigantes que gozan de más trayectoria, más prestigio y más presupuesto. ¿Dónde quedan las propuestas innovadoras que buscan los denominados nuevos públicos? Quizá haya que aprovechar el talento y la imaginación para dar cabida a esas nuevas tendencias y formar de expresión, sería el punto de partida para buscarse un lugar y un espacio que el público y la ciudad merecen.