Menú

En busca del equilibrio

Plantación. Los expertos abogan por combinar especies autóctonas, que requieren menos cuidados, con otras exóticas más ornamentales. Restan importancia a la caída de árboles

27 dic 2017 / 22:55 h - Actualizado: 28 dic 2017 / 11:54 h.
"El estado de los jardines"
  • En busca del equilibrio

La experiencia es la madre de la ciencia y esa cualidad aplicada a los jardines sevillanos la atesoran en cantidades industriales Benito Valdés Castrillón y José Elías Bonells, dos eminencias en jardinería y botánica que, si bien llegados de fuera –el primero es de Calatayud (Zaragoza) y el segundo de la Colonia Güell (Barcelona)–, han pasado medio siglo entre plantas y árboles de Sevilla, estudiándolos y mimándolos con rebosante pasión.

Valdés entiende que a la hora de plantar «habría que buscar un equilibrio entre lo ornamental y lo más práctico», por lo que aboga por tomar el ejemplo del Parque del Alamillo, «característico por sus especies autóctonas, con lo que el mantenimiento es más sencillo. Y a eso es a lo que hay que tender: árboles, plantas y arbustos que no necesiten tanto riego ni tanto tratamiento contra las plagas y enfermedades».

A este aragonés radicado en Sevilla desde hace medio siglo –hijo adoptivo de la ciudad– no le parece «necesario tanto arbolado de carácter ornamental cuando se pueden plantar encinas, algarrobos (que cuando se desarrollan son muy bonitos), álamos, olivos, alcornoques como los que hay en República Argentina, palmitos, adelfas, madroños, almeces, romero... El mantenimiento sería más llevadero y económico si se optara por especies de nuestro entorno», insiste, si bien no rechaza las especies exóticas: «Los palos borrachos, las tijuanas o las jacarandas son vistosas, desde luego», reconoce. Valdés opina que «también se podrían plantar más naranjos amargos, que no son autóctonos pero se adaptan muy bien a los periodos de sequía».

Por su parte, Elías reconocía en una reciente entrevista publicada por este periódico que siente «predilección» tanto por árboles «más duraderos como el roble, la encina o el almez» como por otros «más tropicales que introdujimos con fuerza en las calles de la ciudad: la jacaranda, la tipuana... Son árboles grandes, de mucha sombra», sin duda un bien preciado en una ciudad con épocas del año caracterizadas por temperaturas más que elevadas. Elías, que ha trabajado durante 49 años en el Servicio Municipal de Parques y Jardines, considera que la evolución del clima de la ciudad también debe tenerse en cuenta. Y pone un ejemplo: «En 1956, descartábamos plantar muchas especies por temor al frío y a las heladas durante el invierno. Ahora es al revés, por eso se aclimatan con facilidad especies como jacarandas, tabebuias, tipuanas, bauhinias o palmeras de Cuba», esgrime aludiendo a los efectos del llamado cambio climático.

Tanto Valdés como Elías coinciden de algún modo en que se otorga excesiva relevancia en los últimos tiempos al asunto de la caída de ramas de los árboles.

Elías sostiene que «no hay tantas caídas como puede parecer a tenor de algunas noticias». Eso sí, recalca que «la ciudad ha de ser consciente de que es muy necesario gestionar bien su mantenimiento, controlar su estado y analizar las causas de cualquier caída para prevenir». No obstante, este experto admite que no siempre es evitable, ni mucho menos: «Si ocurre un vendaval especialmente fuerte, caerán muchas ramas y algunos árboles, porque estos se desarrollan en función de las condiciones habituales de la climatología. Y al no haber en Sevilla habitualmente vientos fuertes, no se protegen de eso», argumenta.

De similar opinión es Valdés, para el que «el hecho de que se desprendan ramas de los árboles tiene que ver más con las condiciones ambientales que con otra cosa, no hay quien lo prevea, salvo en los casos en los que el árbol está muy afectado y hay que quitarlo», dice antes de dejar una sentencia: «Los árboles urbanos no son eternos y hay que reponerlos». En ese sentido, se reafirma en que «los plátanos y acacias negras que se caen y pueden dar lugar a accidentes yo los cambiaría por almeces, que dan sombra, o por algarrobos, que ya casi no se ven».

Espacios mal conservados

«El problema es que el Ayuntamiento debe destinar un montón de recursos a mantener esas áreas arboladas y a veces los presupuestos no dan de sí», justifica este aragonés de nacimiento, que no tiene reparos en señalar los espacios verdes de la ciudad que a su juicio presentan un mantenimiento más deficiente: «Los que dejan mucho que desear son todos los espacios ajardinados de la Isla de la Cartuja y en especial el Parque y Jardines del Guadalquivir, que son estupendos y deberían mantenerse mejor. Se hizo hace unos años una restauración pero no total y de nuevo están abandonados». Y, por supuesto, sale a colación el Jardín Americano, que «es una joya y aunque se ha perdido la mitad, lo que queda aún allí merece mucho la pena seguir manteniéndolo».

Elías está muy de acuerdo con esas apreciaciones: «Se te cae la cara de vergüenza por el estado penoso de las antiguas huertas del Monasterio de la Cartuja. Y peor aún está el Parque del Guadalquivir, ya alerté en el Ayuntamiento antes de que se hiciera que Sevilla no iba a conservar bien ese parque. Lo más escandaloso es cómo se abandonó el Jardín Americano, fruto de la mayor operación de introducción de plantas desde América a un lugar de Europa: 642 especies. Todos los que estamos metidos en Sevilla en temas de botánica y jardinería hemos sentido vergüenza, y lamentamos cómo ha quedado. En cambio, envidiamos lo bien que tiene Gijón su jardín botánico. Córdoba también nos da cien vueltas con el suyo», admite Elías.

Aunque Valdés exime en parte al Ayuntamiento de Sevilla de la responsabilidad: «Siempre han tenido responsables de Parques y Jardines muy concienciados. Lo que ocurre es que a veces todo resulta más complejo de lo que se quiere por culpa de los pliegos de condiciones, las normas, los plazos... y hay que entender que los plazos que requiere la vegetación no son los mismos», concluye.