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Encantados de la vida

La Casa de la Ciencia. Sevilla, territorio de pasiones, reserva un hueco frente al Parque para una institución del CSIC que hace bandera del entusiasmo por descubrir y conocer

20 ene 2018 / 18:40 h - Actualizado: 21 ene 2018 / 20:08 h.
"Ciencia","Sevilla también es ciencia"
  • Visitas escolares en las puertas de la Casa de la Ciencia, en el que fuera Pabellón de Perú de la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929. / El Correo
    Visitas escolares en las puertas de la Casa de la Ciencia, en el que fuera Pabellón de Perú de la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929. / El Correo
  • Uno de los talleres infantiles organizados por la institución. / El Correo
    Uno de los talleres infantiles organizados por la institución. / El Correo
  • Figuras de cetáceos conforman una exposición permanente. / El Correo
    Figuras de cetáceos conforman una exposición permanente. / El Correo

Y luego dirán que la ciencia es cara. Atención, pregunta: ¿Cuál es el presupuesto anual de funcionamiento de la Delegación del CSIC en Andalucía? 400.000 euros. Atención, otra pregunta: ¿Cuál es la subvención del Congreso de los Diputados en 2016 a su cafetería? 950.000 euros. Más del doble. Pues bien: con bastante menos de la mitad de esa partida destinada al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (solo 258.000 euros van para los servicios externos: limpieza, seguridad...), la Casa de la Ciencia, institución hispalense con sede en el Pabellón de Perú y que ahora cumple diez años, ha conseguido hacerle un sitio en Sevilla al entusiasmo popular por el descubrimiento y el saber. Combatiendo el tópico de que esta es una ciudad con un serio problema de cataratas para ver más allá de sus tradiciones, los 65.000 visitantes del año pasado –pese a que estuvo cerrado en julio, agosto y septiembre por obras– en las 370 actividades (entre exposiciones, charlas, talleres, presentaciones de libros y otras) dejan claro que el interés hacia el saber científico no es un problema de desgana de la ciudadanía, sino meramente presupuestario.

Dirigido por Miguel Ferrer –coordinador del CSIC en Andalucía, licenciado en Biología, doctor en Ecología y doctorando en Filosofía, investigador de la Estación Biológica de Doñana y apasionado por las águilas imperiales, como reza en su tarjeta virtual de presentación–, este museo junto al Parque de María Luisa hace migas en particular con los niños, consciente de que son ellos los llamados a cambiar el orden de prioridades de España; un orden donde estén presentes, de forma destacada, el rigor, la sostenibilidad y el respeto por el medio ambiente, el compromiso social. Así que la Casa de la Ciencia es eso, un museo, pero también una especie de escuela, y de patio de colegio, y de descampado de juegos, y de cine, y de buhardilla de experimentos... Lo más importante son sus exposiciones, que las hay permanentes y temporales, pero luego está el Planetario, los talleres para familias, las visitas guiadas y otras ocurrencias. La entrada más cara son tres euros, pero hay cantidad de bonificaciones y descuentos.

Entre las exposiciones temporales ahora vigentes, dos: El lado oscuro de la luz y SOS: La ciencia de prevenir. La primera habla de la contaminación lumínica y de las grandes preguntas sobre los colores (por qué es azul el cielo, cómo se forma un arcoíris), hasta desembocar en la iluminación responsable; la segunda se dedica a los riesgos cotidianos y cómo atenuarlos. Pero hay más. Y luego están las exposiciones permanentes: ¡Hola, Caracola! cuenta, entre otras cosas, que hay un molusco cuyo veneno es 17 veces más mortal que el de la cobra. La mar de cetáceos en Andalucía es, explicaciones aparte, un cielo lleno de delfines, ballenas, orcas y rorcuales. Invertebrados en Andalucía es una colección de estatuas de bronce dedicadas a las libélulas, las arañas, las hormigas y toda clase de bichos. Y para quien suela decir eso de que menos da una piedra, Geosevilla es su exposición: minerales, fósiles y rocas procedentes del Museo de Geología de la Universidad de Sevilla (sí, existe).

La alegría de conocer, de despojarse de prejuicios y aprender de nuevo a vivir, puede antojarse excesivo propósito para tan parco presupuesto. Por suerte, está lo que sacan de las entradas y, sobre todo, un convenio con Consejería de Economía y Conocimiento de la Junta de Andalucía por el que abonan el 50 por ciento de los gastos de la actividad del museo (exposiciones, traslados y seguros, monitores de las exposiciones...), lo que supuso en 2016 unos 200.000 euros; y en 2017 algo más aunque todavía no se ha cuantificado. Al final resulta que era barato convertir todo esto en una pasión. Y en Sevilla. ¿Ciencia o milagro?