«Igual queda todavía una década para que llegue a la sociedad»

Detrás de la inteligencia artificial lo que hay es fuerza bruta. Por ahora. Es lo que dice Ángel Hernández, al frente de Chatbot Chocolate, una de las grandes empresas de robots conversacionales. Por lo que él ha podido ver, Andalucía no va en el grupo de cabeza

19 jun 2018 / 00:01 h - Actualizado: 19 jun 2018 / 18:03 h.
"Temas de portada","Vivir con la inteligencia artificial"
  • Ángel Hernández, socio director de Chatbot Chocolate. / El Correo
    Ángel Hernández, socio director de Chatbot Chocolate. / El Correo

{Él es andaluz de Algeciras. Su hijo es sevillano. Pero este joven y destacado miembro de la comunidad tecnológica española trabaja y vive en Madrid: por estas tierras, la inteligencia artificial aún se encuentra en mantillas. Por lo demás, lo listas que sean las máquinas dependerá de lo listos que sean quienes las programen, así que el propósito de implantar esto urbi et orbi no va a ser coser y cantar. Por lo que cuenta Ángel Hernández, socio director de Chatbot Chocolate –agencia española especializada en la conceptualización, diseño, desarrollo y entrenamiento de robots conversacionales o chatbots a medida para empresas–, da la sensación de que las dos herramientas más importantes de esta revolución van a ser un pico y una pala. Metafóricamente hablando, claro.

—¿Se sabe ya qué va a pasar con la inteligencia artificial?

—A día de hoy se está hablando mucho y hay muchísima expectación, pero es ahora cuando las empresas se empiezan a pensar qué tecnología aplicar, a qué aplicarla, etcétera. Hay más expectación que realidades muy concretas ya en el mercado acerca de la inteligencia artificial, o inteligencia aumentada.

—¿Qué es, en realidad?

—Hay que verla como el análisis masivo de datos de un usuario o consumidor con un criterio de eficiencia y de mejora. Y eso, hacerlo lo más automatizado posible. Por ejemplo, Amazon al final lo que va cogiendo son los perfiles de tus compras, dónde compras, qué es lo que miras y lo compara con otros perfiles que son iguales que los tuyos para tomar decisiones de qué proponerte e incrementar la venta cruzada. No es inteligencia, realmente: hay por detrás una persona que es la que lo programa, la que decide por dónde tiene que tirar la máquina. Luego hay que ver si los resultados son satisfactorios, o si resulta que tal o cual variable no me aporta valor y no tengo que tenerla en cuenta a la hora de entender qué productos le tengo que enseñar a un determinado perfil de consumidor porque no es extrapolable. Al final es un modelo mixto donde la máquina ayuda a la persona, a los negocios, pero no es una pastilla que tú se las das a un robot y va a hacer cosas solo: no. Como tecnología que es, está al servicio de las empresas, y al final las empresas la podrán usar mejor o peor.

—¿Qué aplicaciones curiosas se están dando ya?

—Por ejemplo, en temas periodísticos. Hay una compañía que genera contenidos automáticos para medios de comunicación. En base a un conjunto de parámetros de resultados deportivos, de los resultados, alineación, cuándo se han producido las faltas, las tarjetas, los goles... de forma automática, te genera la crónica de un determinado partido. Si tú lo lees, no tienes la sensación de que no está escrita por una persona, pero realmente está escrito por un motor que ha sido completamente entrenado en base al catálogo de inputs que le vas a dar. ¿Es algo barato de hacer? No. Al final, para que parezca un periodista necesita un entrenamiento de medio año. Es una tecnología sobre la que llevan dos años trabajando, la implementan durante medio año y la entrenan para un uso superconcreto. Es algo caro, pero al final permite a una empresa un contenido que de otra forma no abordaría o le costaría mucho más caro. Pero eso por ejemplo ya es una realidad.

—¿Y ya sabe buscar primicias ese robot?

—Todavía no busca primicias, pero ya llegará. De aquí a cinco o diez años, la siguiente revolución va a ser que sea capaz de ir un paso más allá. Es hacia donde vamos.

—Parece que detrás de toda esa inteligencia lo que hay es mucho trabajo a lo bruto.

—En el caso de los chatbots, la tecnología que hay es para entender qué es lo que me quiere decir el usuario, que en ocasiones se confunde con el análisis de los datos para que el chatbot dé una determinada respuesta. Si yo lo que tengo es un chatbot que he entrenado en dos mil cuestiones que me puede hacer un consumidor, yo para cada cuestión que el consumidor me puede proponer lo habré entrenado en las quince formas diferentes en que puedo satisfacer esa inquietud, pero es a base de fuerza bruta. Yo le tengo que dar a la máquina las quince formas en que alguien me puede querer decir algo. Lo tienes que entrenar a conciencia para cada pregunta. A día de hoy hay una percepción de que esto se hace de forma automática, pero no. De lo que yo le haya entrenado, sabe; de lo que yo no lo haya entrenado, no sabe. Cuando aterrizas, la gente dice: Huy, me creía que iba un paso más allá. Realmente, es como si coges a un bebé: va aprendiendo de lo que tú le enseñas; lo que no le enseñas... Lo único es que al ser una máquina, lo que le enseñes una vez ya lo sabe, no se olvida. Y si hablamos de chatbots, la respuesta no la da el robot al azar, es la empresa la que lo programa. Es completamente guiado. No es magia negra.

—¿Y cuándo se supone que pegará el estirón ese bebé y se parecerá a lo que vemos en las películas?

—Será relativamente pronto. Yo creo que en cinco años ya habrá algo. Otra cosa es que llegue a todos los puntos y todos los ámbitos de la sociedad. Como en todas las tecnologías, inicialmente las grandes empresas son las que se pueden permitir implantarlo. Pero poco a poco se irá democratizando este acceso a la tecnología. ¿Llegar a la sociedad y que tengamos muchísima percepción? Pues igual queda una década. Se habla mucho de los chatbots, pero no todas las empresas se los pueden permitir, y casos reales de uso en el mercado... tú le preguntas a tus familiares cuántos chatbots han utilizado y la gente todavía no tiene esa percepción de que los haya utilizado. Y no es porque un chatbot te la cuele y no te dé la sensación de que no es un humano, no. No conozco a ningún chatbot a día de hoy que tú digas: Huy, no he sabido distinguir si era una persona o no. Es imposible que hoy pueda mantener cualquier conversación por el nivel de entrenamiento que exigiría.

—¿Qué porcentaje de empresas españolas pueden estar ya comprometidas con esta tecnología?

—Un 50 por ciento están visualizando que la voz va a ser lo siguiente en las grandes empresas. Pero a nivel de gran empresa, un porcentaje más alto de lo que cabe pensar. El 95 por ciento del negocio es Madrid y Barcelona. No conocemos empresas en Andalucía que estén avanzadas en cuanto al uso de la voz, aunque seguramente sí que las habrá.