Al final, Antonio Zoido ha sido el tranxilium que necesitaban los aficionados, los críticos, los políticos y la prensa, que poco menos que daban por perdida la próxima edición de la Bienal de Flamenco de Sevilla tras la salida de sus dos anteriores directores –Cristóbal Ortega y José Luis Ortiz Nuevo– el año pasado. Ahora, con su programa presentado, recoge pacientemente las críticas de los contrariados, lo que supone un indicio inequívoco de que la situación vuelve a la normalidad.
—¿Se han estado haciendo bien las cosas en la Bienal?
—Yo creo que, en general, las cosas se han hecho bien. Quitando alguna edición de las del principio, porque entonces tampoco se sabía muy bien por dónde tenía que tirar esta cita, que estaba bastante indefinida y luego se ha ido definiendo. Al principio no se sabía muy bien si aquello era un concurso o un escaparate, si cogía de las dos cosas; lo de dedicar una al cante, otra al baile y otra al toque parecía lo ideal pero luego se vio que no era. Y poco a poco, la Bienal se fue perfilando y llegando a lo que es hoy. Sevilla se inventa la Bienal, como se había inventado antes otras cosas, y el invento tiene éxito. La prueba es que el modelo se ha impuesto en el mundo. Antes de que la Bienal llegara, el flamenco era algo que tenía dos sillas, una para el cantaor y otra para el guitarrista. Hoy, gracias a la Bienal, el flamenco ha sido capaz de desarrollar mucho de su potencia y estar presente en toda la música, y ha sido capaz de colonizar muchos territorios musicales, afortunadamente.
—¿A usted le gusta la programación que ha hecho? Una programación que, hay que recordar, tiene aportaciones de dos directores anteriores.
—Es que... yo no lo veo como una cosa mala, sino que tiene que ser así el método. Si preguntas en la National Gallery o en el Museo del Prado cuáles son las próximas exposiciones, te hablarán de las de 2020, 2022 o 2024. Y si miras en el Konzerthaus de Viena o en los grandes espacios musicales de Nueva York, ya hay una programación muy adelantada. Nosotros ya estamos empezando a trabajar para la edición de 2020. Es lo natural. Se ha dicho algunas veces que esta Bienal, en realidad, no es de Antonio Zoido porque ya venía hecha, como si eso fuera un desdoro. Yo creo que ese debe ser el procedimiento habitual. Cristóbal Ortega había ideado ya determinadas cosas, estaban apalabrados diversos espectáculos, a mí además me parecía bien porque abarcaban un abanico que es lo que debe ser la Bienal: el escaparate de un gran abanico de posibilidades de las que ahora mismo forman el flamenco, y no algo que únicamente dependa del gusto del director o directora, sino que presente lo que existe en el flamenco con carácter de estreno o casi estreno. De alguna manera la Bienal tiene que ser lo que en los tiempos dorados del toreo era la temporada taurina en Sevilla, cuando Sevilla presentaba cada año lo que había de nuevo, los nuevos toreros. ¿Rocío Molina? Nace en la Bienal. ¿Arcángel? Nace en la Bienal. ¿Dorantes? Nace en la Bienal. ¿María Pagés? Nace en la Bienal. Muchísimos flamencos han tenido en la Bienal su trampolín.
—Pero eso puede hacer pensar a algunos que esto es una especie de pasarela de moda.
—Hombre, cuando yo digo que es un escaparate de todo lo que existe, evidentemente creo que quien llega a director de la Bienal es porque quien lo ha nombrado piensa que tiene criterio para montarla, ¿no? Por lo tanto, cuando digo que la Bienal tiene que presentar lo que existe, es lo que existe bueno. Pero en ese nivel bueno, la Bienal tendrá que acoger tanto lo clásico del flamenco, porque sin lo clásico el flamenco deja de existir, como lo innovador del flamenco, porque sin innovación el flamenco se muere. El flamenco no puede ni perder sus orígenes ni perder su horizonte. Y con eso es con lo que hay que armar cada Bienal.
—¿El Niño de Elche también es flamenco?
—Hay quien dice que hace flamenco heterodoxo, pero el Niño de Elche canta bien. Me parece un poco trasnochado lo de comecuras que tiene algunas veces, que son temas que pertenecen más al siglo XIX que al XXI. Pero bueno, debe estar en la Bienal. De hecho, en el espacio donde actúa él, que es el Lope de Vega, creo que es quien lleva más entradas vendidas. Quiere decir que tiene un público. En el flamenco existe una relación hegeliana entre el artista y el aficionado. El flamenco existe porque existe el aficionado. El aficionado antes era mairenista o no mairenista, estaba en otros parámetros. Hoy, hay muchísimos aficionados a los que les gusta el Niño de Elche, a los que les gusta Rosalía, José de la Tomasa, Tomás de Perrate, Arcángel... quiero decir que hay un abanico muy grande. Tendríamos que sentirnos muy orgullosos y no quedarnos en argumentos demasiado locales o en una nostalgia que algunas veces recuerda la de los nacionalistas, que se quedan en una edad de oro que nunca existió. Existió gente muy importante, y esa gente importante ha hecho esto, pero nosotros no podemos decir que lo de ahora sea peor que lo de antes, porque si no tendríamos que decir que estamos en decadencia. Y si estamos en decadencia, ¿por qué el flamenco, partiendo de una cosa minúscula que a finales del siglo XVIII no era más que los cantes de una gentecilla sin oficio ni beneficio, por decirlo de alguna manera, ha llegado a colonizar los cinco continentes? Que me perdonen, pero tenemos que estar orgullosos de ser los que tienen en sus manos esa bomba atómica en la música. España no sería nada musicalmente si no tuviera el flamenco, o muy poco. El baile contemporáneo español es hijo del flamenco. España es hoy algo muy importante en baile contemporáneo porque tiene bailaores flamencos que han sido capaces de trascender el flamenco y de llevarlo por todas partes.
—¿Le parece que los artistas se toman la Bienal en serio?
—Sí. Los artistas, sí. O la mayoría de los artistas. Y sobre todo los que hoy por hoy sostienen el flamenco. Porque les proporciona muchísimos conciertos y actuaciones por el mundo. La Bienal tiene, y es lo paradójico del caso, muchísima más importancia internacional que local, desgraciada o afortunadamente, no sé cómo habría que calificarlo. La Bienal es algo mítico para los que están fuera, mientras que muchos en Sevilla apenas se dan cuenta de que se está celebrando cuando llega.
—¿Considera correcto, entonces, que se utilice para atraer al turismo?
—Hay que diferenciar mucho el acontecimiento cultural del entretenimiento. Y ser conscientes de que a lo mejor se es mucho más importante para el turismo cuando no se pretende que vengan turistas que cuando se pretende que vengan. La Bienal, si sigue siendo seria, si sigue siendo un acontecimiento de importancia internacional, y si sigue estando dentro de las mismas coordenadas, siempre atraerá más gente y fijará mucho más la fidelización de ese público que si se abre a todo el mundo y se pierde esa cualificación.
—En la presentación del programa se oyeron críticas desde el mundo de las peñas por su situación. ¿Se han quedado atrás? ¿Se han muerto?
—Voy a ser claro: creo que lo que no se ha definido todavía muy bien es qué debe ser una peña. Pero sigo pensando que las peñas tienen un papel y que deberán seguir teniéndolo. Creo que tienen que significar el enraizamiento del flamenco en cada enclave, sea pueblo, sea barrio; ser la mantenedora del flamenco ahí, que siga saliendo flamenco, figuras, afición. No para querer imitar a un teatro llevando allí a los mismos artistas que tiene la Bienal. No puede ser. Porque los peñistas no pueden sostenerlo. Sin embargo, lo lógico sería que muchos peñistas fueran a la Bienal a ver a las grandes compañías y espectáculos de un formato que difícilmente puede ir a un pueblo. Es como si una peña bética o una peña sevillista dijera que tiene que ir a jugar el Betis o el Sevilla al campo del pueblo de donde es la peña. No, los peñistas de San Juan de Aznalfarache o de Aznalcóllar o de Cazalla de la Sierra lo que hacen es venir a ver al Betis o al Sevilla en su campo. Y después allí fomentar el fútbol.
—El cartel no le ha gustado, ¿no?
—El cartel... (sonrisa azorada) Yo soy más clásico del cártel, que ya estaba encargado cuando yo llegué. Tú sabes que además eso son procedimientos que tú no puedes anular, porque son procedimientos administrativos que se han hecho y te guste o no te guste hay que seguir. Yo hubiera preferido un cartel más clásico no en el contenido, sino que fuera un cartel. Porque aquí estamos ante otra cosa, algo nuevo, una obra de teatro expandido, que así se llama. Yo, gustándome o no gustándome (yo me he quedado más atrás, lo reconozco), creo que estamos en la época de las redes sociales, que la gente se manda tuits, y eso, eso son tuits. Tú lees lo que está diciendo aquella gente y hay el mismo bla, bla,bla que si coges un teléfono. Que esté expresado en una manera o en otra, bueno: yo respeto la labor de cada artista y creo que Pedro G. Romero ha dado muestras de ser muy, muy, muy innovador, pero a la vez de ser una figura con muchísimo reconocimiento en muchos sitios. Nos guste o no nos guste.
—¿Qué pasará en la siguiente edición de la Bienal?
—Yo no sé si voy a estar en la siguiente Bienal, y además te lo digo sinceramente. Y no sé si voy a querer o no voy a querer. Porque esto es mucho trabajo ya para una persona de 74 años, tener que volver a levantarte otra vez todos los días a las siete de la mañana es duro, je, je. Pero yo creo en las instituciones, y yo estoy trabajando para la siguiente Bienal pero teniendo muy presente que es la Bienal la que está trabajando para su XXI edición. Los directores cambian, pero la bienal permanece. Eso es así.
—¿No merece Triana un lugar en la Bienal?
—Sí, claro que Triana merece un lugar en la Bienal. A Triana hay que darle un papel. El flamenco no puede funcionar sin Triana. Triana ha tenido mucha importancia hasta literariamente. Mucha enjundia. Pero desgraciadamente, no sé por qué, Triana ha ido dejando caer todo, es que parece mentira que Triana no tenga un solo teatro. Triana no tiene peña flamenca. Nosotros vamos a darle mucha importancia a Triana. Creemos que tiene que recobrar toda esa personalidad. Probablemente, la inauguración de la Bienal será en Triana. No sabemos todavía dónde; dije en el Altozano, pero vamos a intentar que sea en la calle Betis. Tengo que hablar con Urbanismo a ver cómo lo llevan ellos. Como se va a peatonalizar la calle Betis, también podría hacerse coincidir. Parece ser que da tiempo. Y si no, pues la hacemos en el Altozano y San Jacinto. Y que parta la Bienal de allí. Y ver qué otras cosas hacemos en Triana, que está recuperando el acento flamenco que había perdido.