La guasa de Silvia Abril ilumina la gala inaugural del SEFF 2017

Humor. La actriz se metió al público en el bolsillo con una presentación fresca y divertida, a la que sucedió el estreno del filme ‘Tierra firme’ de Marqués-Marcet

03 nov 2017 / 23:31 h - Actualizado: 04 nov 2017 / 11:40 h.
"Cine","Festival de Cine Europeo 2017"
  • Silvia Abril, copa de vino en mano, provocó las risas de los asistentes durante toda la gala. / Fotos: Jesús Barrera
    Silvia Abril, copa de vino en mano, provocó las risas de los asistentes durante toda la gala. / Fotos: Jesús Barrera
  • Los miembros del jurado durante la gala inaugural del festival, anoche.
    Los miembros del jurado durante la gala inaugural del festival, anoche.
  • La música estuvo presente en el estreno del festival de cine.
    La música estuvo presente en el estreno del festival de cine.
  • El director Carlos Saura y la guionista Ángeles González-Sinde, durante la gala.
    El director Carlos Saura y la guionista Ángeles González-Sinde, durante la gala.
  • Protagonistas y director de la película ‘Tierra firme’, junto al concejal de Cultura, Antonio Muñoz.
    Protagonistas y director de la película ‘Tierra firme’, junto al concejal de Cultura, Antonio Muñoz.

Llovían cats and dogs, que dirían los anglosajones, cuando empezó a llegar gente, celebrity or not, al Casino de la Exposición para celebrar la gala inaugural del Festival de Cine Europeo de Sevilla. Nunca ha sido el SEFF muy devoto de las alfombras rojas (ni siquiera de las azules, en los tiempos en que el europeísmo fervoroso tiñó las moquetas), pero parece que no hay festival sin photocall, y este no iba a ser menos. Desfile breve, un tanto apresurado y justo de glamour, más bien un trámite que los fotógrafos y la gente del cine cumplen de modo desigual: unos se meten mucho en el papel, otros cumplen con resignación.

Entre las figuras destacadas que se dejaron ver y retratar, destacaron José Manuel Poga, Mercedes y Lucía Hoyos, Ingrid García Jonsson, Carlo Padial, Berto Romero, Ruth Gabriel y Ángeles González Sinde, entre otros, así como los jurados del certamen: Fernando Franco, Thomas Arlsan y Agathe Bonitzer. El aguacero rugía afuera, pero ya estaban todos, como quien dice, dentro de la cálida matriz del teatro Lope de Vega, donde iba a tener lugar la cita inaugural propiamente dicha.

La cosa empezó con música. Arrancaron con una canción algo melancólica el grupo Mono Rabioso, para dar paso de inmediato a la presentadora y estrella absoluta de la noche: Silvia Abril, «Silvia April», matizó para hacerse entender entre el público anglohablante, y con esa broma un poco chorra comenzó un despliegue de guasa, desparpajo y crítica afilada que hizo las delicias del respetable.

Lo mejor de su discurso vino pronto, y curiosamente de la mano de un gazapo: contando que le habían suplicado que presentara la gala, aseguró que «he tenido meses a Cifuentes comiéndome los pies», confundiendo involuntariamente el nombre del director del festival, José Luis Cienfuegos. Lo repitió más de una vez, hasta tres, y el personal se sintió algo incómodo, como con ganas de avisarla de que iba errada. Sin embargo, después de una breve desaparición entre bambalinas, Abril regresó, sin duda advertida del error, y tuvo la genial salida de explicar que «siempre que pienso en tener a alguien a mis pies, pienso en Buenafuente, y claro, me he liado, Buenafuente, Cifuentes, ¡qué sé yo!». Carcajadas relajantes en la sala. La cosa siguió con varias vueltas de tuerca, en las que Cienfuegos acabó siendo «one hundred fires» y hasta «ciempiés». El coliseo se venía abajo de la risa.

Claro que no todo fueron coñas con el honorable director. Antes, una locuaz y divertidísima Abril amagó con presentar la gala en catalán, «que es tendencia» y recordó de paso que en la última edición del Festival de Cannes se encontró a Michael Haneke en una frutería, y el director, después de exclamar «parlem!», manifestó su deseo de hacer un filme en la lengua de Marti i Pol, de Riba y de Vinyoli, en fin...

A todo esto, saltó a escena para acompañar a la actriz Concha Ortiz, la intérprete y traductora que en tiempos de Grosso se atrevió un buen día a presentar esta gala, y ha terminado convirtiéndose en una presencia querida e insustituible. Ortiz puso el contrapunto formal y políglota a la figura de Abril, y ambas siguieron conduciendo la ceremonia al alimón con otros muchos momentos hilarantes.

Es cierto que entre chiste y chiste hubo tiempo para anunciar a grandes rasgos el programa del festival de este año, para mostrar las imágenes de algunas de las películas que desfilarán por las pantallas sevillanas durante los próximos nueve días, e incluso para ponerse un poco líricos definiendo el cine europeo como «un cine que lejos de ser correcto, puede ser como un beso en el cuello o como un puñetazo en la cara». Ahí es nada.

Pero el desenfado siguió presidiendo la convocatoria: guiños culturetas en los que Abril animó a los cinéfilos a «arder como si estuviéramos en una instalación de Bill Viola», saludos cómplices al patio de butacas a oscuras («¡hola, Berto! ¡te huelo!»), bromas a Oona Chaplin a propósito de Juego de Tronos («mejor la alfombra roja que la boda roja»), y venga lingotazos de vino, como si la actriz necesitara coger valor...

Por otro lado, una gala en España ya no es gala ni es nada si no se desliza algún tipo de crítica al politiquerío gobernante. Cayó una puyita, cómo no, al atroz 21 por ciento de IVA, aunque también algún golpe procaz al dar la bienvenida «a los miembros del jurado con sus miembros».

Y como buena humorista, se resistió a dejar tabú alguno fuera de su repertorio, de modo que se ocupó también del polémico cartel de María Cañas y el modo en que todo el mundo dentro y fuera de Sevilla ha aprendido a usar palabras tan rebuscadas como «apropiacionismo» o «resignificación». Y más de uno pensó que quizá, tanto en el bando de los valedores como de los detractores, faltó algo de risa en todo este rocambolesco asunto.

La gente se lo pasó en grande, sorprendida porque un acto de este tipo no sea, no ya un pestiño infumable, sino uno de esos tantos quiero y no puedo a los que nos tienen acostumbrados. De acuerdo, todo fue modesto, low cost como dicen los anglosajones, pero fresco, divertido, invitante a coger la programación del festival y el bote de colirio y abrirse a esas formas de séptimo arte tan diferentes que nos llegan desde todos los rincones del continente. A valorar el SEFF como la gran fiesta del cine que es, dejando de lado por un momento el espíritu feroz con que valoramos los eventos culturales en esta ciudad,

«Hay que evitar un montón de cosas malas y cuidarse mucho durante esta semana», concluyó la luminosa y ácida Silvia Abril. «Hagan el favor de disfrutar, y viva el cine».

Y tanto, ¡que viva!