Las rebajas este año se llevan con calma o no se llevan

Una tradición que cambia. Las escenas de muchedumbres abalanzándose sobre los centros comerciales forma parte del pasado, pero el rito de comprar más barato permanece

07 ene 2018 / 21:37 h - Actualizado: 07 ene 2018 / 21:37 h.
"Consumo","Rebajas descafeinadas"
  • Ciudadanos entrando y saliendo de una gran superficie comercial. / Jesús Barrera
    Ciudadanos entrando y saliendo de una gran superficie comercial. / Jesús Barrera
  • Conforme iba pasando el día, se animaban un poco más las calles. / Jesús Barrera
    Conforme iba pasando el día, se animaban un poco más las calles. / Jesús Barrera
  • Una mujer pasa por delante de una tienda en la que cuelga un cartel de rebajas. / Jesús Barrera
    Una mujer pasa por delante de una tienda en la que cuelga un cartel de rebajas. / Jesús Barrera

¿Recuerdan aquellas muchedumbres apelotonadas en las puertas de los centros comerciales, esperando que abrieran las puertas como los atletas de maratón el pistoletazo de salida, listas para abalanzarse sobre los artículos e incluso dispuestos a matarse por un calcetín desparejado? Pues bien, esas escenas pertenecen al pasado, como las chaquetas con hombreras, el busca y los sms, la permanente, el aerobic con calientapiernas o escandalizarse con las cabalgatas de drag queens. Ahora, una mañana de rebajas es a primera hora un remanso de paz y civilización, y en algunos comercios hasta un desierto por el que, a poco que nos fijemos, podemos ver una bola de matojos rodada por el viento, como en las películas del Oeste.

«Si lo sé, abro más tarde», masculla un pequeño comerciante de ropa de la zona de Nervión, que ha madrugado en vano y a las diez y media de la mañana todavía no ha oído la música de la caja registradora. En la puerta de al lado, una zapatería ni siquiera ha levantado aún la persiana metálica, a pesar de que el escaparate anuncia rebajas. «Cada vez son más los que compran por internet, y eso se nota en las rebajas. Eso sí, este año he sabido de mucha gente que esperaba sus regalos por mensajería, y no han llegado a tiempo para Reyes. El año que viene se lo piensan mejor, seguro».

Rosa, Estefanía y María del Mar sí van a las rebajas, pero se toman su tiempo en una cafetería de la Gran Plaza. «Para nosotras la compra es lo de menos. Lo que nos gusta es el rito este de quedar, tomarnos nuestros cafés y nuestros churros y luego ya lo que vayamos viendo, pero sin agobios», convienen las tres amigas.

En Luis de Morales, las casetas de artesanías desmanteladas dan un aire aún más desangelado a la avenida. A pesar de los carteles del «coma noventa y nueve», y los que prometen rebajas del 50 por ciento y hasta del 70 –como en Cortefiel–, o simplemente «rebajas Alucinantes» –como en la tienda Natura–, lo cierto es que no parece que las masas estén muy por la labor.

«Es normal, hace muy poco que fue el Black Friday, y hay comercios que rebajan en cualquier momento del año», dice una amable dependienta de cosmética de El Corte Inglés, que se va animando poco a poco. «Cada vez es más difícil predecir el comportamiento de los clientes. Este año, la primera semana estuvo muy apagada, hasta el punto de que los gerentes venían a preguntarnos qué estaba pasando. Nosotras nos encogíamos de hombros, y de pronto, a partir del 15, la cosa se animó, y en las dos últimas semanas de diciembre hemos hecho todas las ventas habidas y por haber. Es normal que ahora toque un poco de tranquilidad».

«Hoy será día de devoluciones, sobre todo en textil, deportes, perfumería, juventud...», enumera una compañera suya, que reordena estanterías con aire ocioso. «Pero todavía no hemos hecho ninguna. gual sobre las doce...». Al llegar, escalera mecánica mediante, a la sección de ropa de caballero, los altavoces dejan escapar una pregunta: ¿Te gusta Star Wars, joven padawan? La respuesta es un silencio sideral. Solo hay un señor estudiando un expositor de cinturones de cuero, aunque muy poco a poco, de forma casi imperceptible, van llegando más clientes, todos en calma, con cierto aire de indolencia.

«Yo estoy buscando un rosco de Reyes. Tengo antojo de rosco, pero se han acabado», confiesa una clienta a la dependienta encargada de los tintes para el cabello. «Yo soy devoradora de rosco», asiente ésta con un gesto de complicidad, y lanza un mensaje de aliento: «No te rindas y busca por los alrededores, que alguno encuentras. Es imposible que se hayan vendidos todos».

No, las rebajas han dejado de ser el territorio de la épica, para convertirse en el de las pequeñas historias cotidianas. Como la de Rosario, que ha venido con su hijo al centro comercial «como cada año, a ver si encuentro algo para mi padre. A él le da igual el 6 que el 7 que el 8, y nosotros hacemos un poco de ahorro. El error es traerme al niño, que siempre se le antoja algún juguete, y al final es lo comido por lo servido», dice.

O la de Rocío, loca de contenta porque, afirma, «me he comprado un sujetador del Women’secret q me hacía falta por 7 euros. Y además, voy a descambiar el bolso que me ha regalado mi madre por los Reyes. ¡Con el mismo dinero creo que pillaré otro bolso, una falda monísima que he visto y para algo más me dará», dice absolutamente convencida de su jugada maestra.

A su lado, Clara no parece tan contenta, pero es solo que esta mañana hace un frío de todos los demonios. «Si quieres destacar algo en tu reportaje, di eso, que no veas el frío que hace hoy para probarse».

Hace frío, sí, y además esas nubes son de agua, aunque no acaba de ser claro que vaya a llover. «Yo lo que hice hace un par de días fue probarme la ropa que quería por Reyes, para comprármela más tarde o pedirla por internet», explica María, que junto a sus amigas –otra Rocío y Carmen, ninguna con bolsas en la mano– ha pasado la mañana de escaparates y ahora se van a comer a Santiponce, «que es el verdadero planazo de hoy», agrega. «Yo lo de pelearme con la gente a las diez de la mañana, como que no».

Lo cierto es que la mañana corre y el ambiente de las rebajas se anima considerablemente. Al final, no es que la gente hubiera renunciado a ellas, solo había renunciado a ponerse el despertador. En Zara y Pull&Bear hay colas importantes, en Stradivarius también. Bimba y Lola, que estaba animadilla desde temprano, está llena ahora. Pili, que ha acudido a uno de estos establecimientos con su mejor ánimo de fundir tarjeta, al final ha salido con las manos vacías. «¿Tú has visto qué cola? Yo paso, lo he dejado todo allí, que le den a las rebajas: me voy a tomarme una cerveza», dice con una irritación algo teatral.

«Las rebajas han quedado para la tercera edad», asevera con una displicencia no menos guasona María José, joven de paso. «Aquellas rebajas de toda la vida ya son territorio imserso. Los millenials ya no vamos a pelearnos a El Corte Inglés con las viejas. Nos conectamos a Zara online. La batalla esta ahora en la web de Zara. No en la puerta de Zara. La mayoría de cadenas empiezan las rebajas online la noche antes. Y ahí es donde se colapsa la web. ¿Quién va a madrugar para hacer cola en el tienda, si lo puedes comprar desde tu casa la noche antes?», concluye.