Los andaluces que hablan rápido y piensan ligero

Díaz recorrió los hitos de su gobierno en el acto institucional del 28F sosteniéndose en los méritos de los galardonados, con aroma de tiempo nuevo: «impulsar un horizonte de progreso»

28 feb 2018 / 18:57 h - Actualizado: 28 feb 2018 / 23:09 h.
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  • Foto de familia de los condecorados en el acto del 28F, a la que se unieron los representantes del Infoca –Medalla de Andalucía– que acudieron al acto. / Fotos: Jesús Barrera
    Foto de familia de los condecorados en el acto del 28F, a la que se unieron los representantes del Infoca –Medalla de Andalucía– que acudieron al acto. / Fotos: Jesús Barrera

Las eses que están puestas al final, casi nunca sirven. La verdad es que lo anterior es aplicable a cualquier consonante. Llegado el caso, hasta se pueden eliminar otras letras a mitad de palabra. Totá, si se entiende bien, es porque están de más. Cecear o sesear no son más que un añadido de carácter. E incluso, existen individuos de alto coeficiente intelectual capaces de acoplar el sonido de la ce o la ese según le convenga. Esto lo estudió Darwin como la adaptación al medio. Dobles sentidos, léxico propio, hipérboles cotidianas o unidades métricas de andar por casa son otras características adyacentes, sin olvidar la más apoteósica: las haches no son mudas porque cuando ellas quieren, se convierten en jotas. Hablar andaluz no es hablar mal, es, sencillamente, darle una vuelta de tuerca –y de carisma– al castellano. Evolucionarlo a jierro, que diría aquel.

Tras esta mini clase teórica del dialecto andaluz, conviene añadir que es imprescindible pronunciarlo con presteza, y si se encarta, con atropellamiento, para que quién no lo entienda «aprenda a oir rápido y a pensar ligerito, que nunca viene mal en un mundo que cambia a toda velocidad». Con el alegato rimbombante y su andaluz de Triana, Susana Díaz, a la sazón presidenta de esta tierra, se ganó al respetable que llenaba el Maestranza o sintonizaba Canal Sur en el día más andaluz del año. El caso es que ese fue, a juicio del cronista, el momento culmen del acto institucional del 28F, la tradicional entrega de medallas y reconocimientos de hijos predilectos del bendito terreno desde el que la civilización –y el lenguaje– llegó a eso que ahora llaman la vieja Europa.

Díaz se enfrascó en el debate del acento andaluz cuando le tocó glosar a Paco Tous, entrañable actor sevillano acreedor de uno de los galardones de la jornada blanquiverde. La cultura era, sin género de dudas, una de las protagonistas bajo la tramoya. Junto a Tous, el ya hijo predilecto José Luis Gómez, dramaturgo de muchos kilómetros, académico Z de la RAE, porque es tan verdad que lo andaluces hablan rápido como que escriben bien. Como los ángeles. En el electo cultural también hablamos de Pilar Palazón, la jienense que ha impulsado el museo Íbero. Más mediáticos eran Rafael Amargo, Niña Pastori –otro de ejemplo de andaluza que habla bien, pero que canta mejor, porque lo que hizo con el himno es de medalla a las Bellas Artes– o Chiquito de la Calzada, que en esta ocasión no puedor venir por esa costumbre tan andaluza como española de dar algunos premios cuando la gente se muere, aunque es verdad que Díaz, se le disculpó: «Llegué dolorosamente tarde. Lo siento de corazón». Le honra, y el bien sabrán que el bueno de Gregorio habrá sabido valorar: ¿te da cuen?.

Expresó la presidenta que había «mucho bueno por escoger» a la hora de otorgar el medallismo. Año a año, la Junta aprovecha este abanico del 28F para labrarse un catálogo a través del que vender sus hitos: el siempre cacareado Estado del Bienestar. Ahí fue donde Díaz sacó su ametralladora, para empezar, con una de sus dianas fetiches, la Sanidad. Elogió hasta la extenuación a los dos representantes sobre el estrado, el hijo predilecto Antiñolo, hombre milagro en la investigación médica andaluza y del Upceit, siglas de las de echarle de comer aparte bajo las que se esconde un equipo multidisciplinar única en España, ingenieros de la piel, para entendernos, capaces de su trasplante. Díaz presumió de la innovación médica, insertando la autocrítica «que permite mejorar y subir el grado de autoexigencia» en claras alusiones a los problemas de la atención primaria, a años luz de la excelente capacitación investigadora.


Los logros de su gobierno también tuvieron reflejo cuando le tocó hablar del paro, «hoy hay medio millón de desempleados menos que la primera vez que subí a esta tribuna», al tiempo que clamaba contra la precariedad laboral y los bajos salarios. La cuña de la pensiones también hizo acto de presencia. Contexto del «valor del trabajo», titular que puso antes de enardecerse con los empresarios premiados. Por ejemplo, Miguel Rodríguez, propietario de la relojera Festina «que representa a esas personas buenas de La Línea y campo de Gibraltar», zona asediada por el narcotráfico y el nuevo conficto entre Junta y Estado tras la reclamación de más seguridad. También hubo lugar para hablar de Iluminaciones Ximénez, con Francisco Jiménez a la cabeza o de Julián Martín, del Grupo Abades.

También en los derroteros económicos de su discurso, la presidenta alardeó de la exportación andaluza, señalando a la aeronáutica. Fue antes, de hablar de otro de los héroes del 28F, José Luis de Augusto, ingeniero de ensayos en vuelo que tripulaba en A400M que se vino al suelo un sábado de mayo de 2015. Pudo contarlo y ahora recibe un galardón que es extensivo a toda la tripulación del aparato, que con su maniobra pudo evitar la tragedia aún mayor de que esa mole voladora cayera en terreno urbano. «Nos dio a todos una lección de vida», asumió Díaz, aunque eso bien lo pudo leer en la entrevista que El Correo de Andalucía publicó con el protagonista un año después del accidente, la única hasta ahora en esos términos.

Otro desastre, este más fresco en la memoria, también subió a tablas. El incendio de Doñana, puesto como ejemplo de la labor del Infoca, organismo que se llevó otra más que merecida medalla de Andalucía. Un premio, como la lotería, de los que se dicen repartidos. Tanto es así que un nutrido grupo de representantes accedió al estrado para recogerlo, con sus monos amarillos, todo un retén anti incendios.

No había bombero que anulara el fuego interior de Díaz, lanzada cuando de disertar se trata: «¿Cómo es posible que mujeres como ella hayan logrado romper la barrera del sonido antes a bordo de un F18 que la inmensa mayoría de las mujeres de este país puedan romper lostechos de cristal que no les permiten desarrollarse?». Con este doble tirabuzón mortal hacia atrás, la presidenta presentó a Rosa María García-Malea, la primera mujer española, almeriense para más señas, que consigue ser piloto de caza en el Ejército patrio. Y hablando de España, «un gran país, que merece ser amado» según Díaz, tocó el turno de Elvira Roca, licenciada en Filología autora de una amplia investigación sobre el país.

Dos fueron los recorridos que este acto trazó. El que versaba a los homenajeados y el que lo hacía con los méritos de gobierno que la presidenta referenciaba. Por eso, había poco que decir de Carolina Marín, deportista de muchos quilates –de oro–. Toda una campeona de Europa, del mundo y de Juegos Olímpicos que recibía su enésima medalla, esa, sin sudor reciente, aunque sí mucho esfuerzo. El que le ha valido a esta joven para marcar pauta en el deporte patrio. Como hicieron hace décadas Fernández Ochoa, Seve Ballesteros o Manolo Santana con sus especialidades, ella ha dado a conocer en la tan futbolera piel de toro cómo se las gasta el eléctrico juego del bádminton. Y lo que es más importante, desde Huelva. Por eso, Díaz destacó en ella sus «golpes campeones de raqueta».

Y hubo tiempo para más. Nada menos que para glosar a Antonio Gala, cuyas palabras pidió prestada la presidenta para dar carpetazo al discurso. «Es la hora de corregir lo que otros no supieron ni quisieron hacer», dijo, entroncando una suerte de tiempo nuevo que antecedió al grito final: «Que viva Andalucía». Que lo sea libre, añade el cronista, que guardaba su libreta mientras entonaba por lo bajinis las letras de Blas Infante mientras Niña Pastori las pintaba con embrujo. Colofón de campanillas a un 28F para venirse arriba.