«Me amenazó con enseñar las fotos que me hizo desnuda»

Una adolescente narra su salida de la violencia machista gracias al Programa de Atención Psicológica a Menores de la Junta

25 nov 2017 / 06:44 h - Actualizado: 25 nov 2017 / 10:30 h.
"Violencia de género","Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer","Peligro en las redes"
  • Una chica ojea la guía para padres y madres con hijas adolescentes víctimas de violencia machista editada por la Junta. / Jesús Barrera
    Una chica ojea la guía para padres y madres con hijas adolescentes víctimas de violencia machista editada por la Junta. / Jesús Barrera

«Me llegó a romper hasta cuatro móviles. Decía que lo hacía por no pegarme una hostia». Hasta que se la dio. Pero, antes de que le marcara con la huella de la violencia machista en su rostro, India –nombre ficticio– tuvo que bloquear de WhatsApp a todos los chicos que conocía y borrar todas sus fotos de Instagram. Sin embargo, él se guardó imágenes de ella desnuda, para «enseñarlas si hacía algo que no le gustara». Así, hechos tan cotidianos para la actual generación de adolescentes como usar el smartphone y las redes sociales, se convirtieron en un infierno para esta chica sevillana usuaria del Programa de Atención Psicológica a Mujeres Menores de Edad Víctimas de Violencia de Género, puesto en marcha por la Junta de Andalucía en 2012.

Con tan solo 14 años, y siendo su primera relación, India llegó a ver la normalidad en conductas de absoluto control, dominio y sometimiento por parte de su pareja, que en el momento de comenzar el noviazgo ya era mayor de edad, factor clave que ahonda aún más en esa estrategia de control. Desde conocer todas las contraseñas de sus diferentes perfiles en redes hasta manipular su forma de relacionarse con su entorno. «No solo le molestaba que hablara con amigos, sino que ni siquiera podía hablar de chicos con mis amigas». Y, de esa forma, la fue aislando. Un patrón típico del maltratador que India ya había detectado en la anterior relación de él. «Pensaba que conmigo sería diferente». Este anhelo viene dado por el mito de «el amor lo puede todo», explican desde el programa de atención a menores de edad víctimas de violencia machista.

En el caso de India, no solo no fue distinto, sino que cada vez iba a peor. «Al poco de empezar con él, ya me impedía mirar a otros niños por la calle. Es más, le tenía que decir hasta a quién me había encontrado en el camino a su casa». También le decía cómo tenía que peinarse –«el pelo podía tenerlo suelto pero sin tocármelo, porque entonces provocaba, así que me hacía coletas bajas»– o vestirse, impidiéndole, por ejemplo, ponerse un tanga si vestía con mallas.

Pese a que estas conductas llegan a ser normalizadas en muchas de las relaciones adolescentes, los tentáculos de la relación machista acabaron por apartarla de sus amigas y empeoraron la relación con sus padres, quienes ignoraban que India tenía una relación. Y ese desconocimiento fue un arma que el maltratador usó para someterla aún más. Aprovechando la confianza que ella tenía en él –por ser su única fuente afectiva– le hizo varias fotos desnuda. «Me amenazó con enseñárselas a mi familia y a mis amigos. Yo solo sentía asco de mí misma por lo que había hecho». Inevitablemente, la víctima acaba por culpabilizarse de lo que le pasa, señala la terapeuta de India.

La relación empezó a sumar meses, y entonces ocurrió lo palmario: le pegó en la calle. Antes también le había agredido, pero siempre entre cuatro paredes: «Me cogía del cuello, me empujaba, me tiraba lo primero que veía», narra India con una entereza poco común en chicas de su edad, adquirida en gran parte por el apoyo psicológico que ha recibido en este tiempo y que ha consistido, entre otras cosas, «en ofrecerle un espacio seguro para que pueda hablar de su relación sin ser juzgada, en trabajar su autoestima y en desnormalizar los patrones de la relación violenta».

Fueron precisamente los moratones en la cara el detonante para acudir a denunciar ante la Guardia Civil. El parte de lesiones dio lugar a una orden de alejamiento que él incumplió en varias ocasiones, obligando a India a alojarse fuera de su pueblo durante un tiempo.

No obstante, el control continuaba a través del móvil. Indirectas a través de los estados de WhatsApp que acababan en conversaciones en las que él aseguraba que ya no era el mismo y prometía que iba a cambiar. India incluso llegó a sufrir presión por parte de la familia de él. En ese intervalo, acudió a un psicólogo de atención primaria para recibir apoyo, «pero no me sirvió». La posterior derivación al Programa de Atención Psicológica a Mujeres Menores de Edad Víctimas de Violencia de Género fue recomendada cuando en el juzgado se estudió su caso. Y le cambió la vida. A ella y a su familia.

«Ahí radica la importancia de acudir a los servicios especializados», apuntan desde este programa. Otros servicios no cuentan con las herramientas adecuadas para tratar violencia de género en parejas adolescentes. «Si no hubiera venido aquí, quizás nunca me hubiera dado cuenta de que lo que yo sufría no era normal y a lo mejor hubiera seguido buscando chicos como él», aventura India. Por eso, no puede evitar sonreír al compararlo con su actual relación: «Ahora salgo con mis amigas y, por casualidad, en el sitio al que voy coincido con mi novio que está allí con su grupo. Es un encuentro inesperado pero lo disfrutamos. Sin preguntas, sin control».

La situación que describe es fruto del empoderamiento y la conciencia que ha conseguido tras formar parte del programa, donde se intenta reconstruir una identidad que estaba completamente rota. Tanto es así, que ahora India se reconoce absolutamente feminista e identifica al vuelo los comportamientos machistas que existen en todas las relaciones. «Hasta mi padre, gracias a esto, ha dejado de decir cosas como ‘mira cómo va vestida esa’. Hemos dejado de juzgar a las mujeres». Conductas que, para los terapeutas, son difíciles de erradicar teniendo en cuenta que la sociedad patriarcal reproduce constantemente –y a través de productos culturales dirigidos precisamente a adolescentes– los roles de género o el mito del amor romántico. De esta forma, «todo el trabajo que se hace por parte de los profesionales o de las políticas para educar en igualdad, después se acaba deshaciendo».

India, por tanto, es un ejemplo a seguir por muchas de las jóvenes que aún desconocen que están en una «espiral de violencia». Su testimonio en primera persona, aunque se tomen las precauciones pertinentes para preservar su intimidad, es crucial. De hecho, no tiene ningún problema en contar su experiencia, porque lo que más desea es ayudar a otras chicas a que recuperen su vida como ha podido hacer ella.