A principios de los 2000 llegó al mercado un método anticonceptivo completamente revolucionario para la mujer: el Essure. Su colocación se hacía en consulta, sin necesidad de quirófano y su efectividad era máxima. Para aquellas mujeres que no querían o no podían tener más hijos era una puerta de entrada al «paraíso», aunque pronto se convirtió en el acceso a una peregrinación hacia el infierno para mujeres como Esther Bolívar, Davinia Zayas, Mª Ángeles García o Rocío Carmona, cuatro sevillanas que han compartido todo su periplo médico en la Plataforma de Afectadas por el Essure, aunque no se conocían hasta el día en el que se reunieron para contar su experiencia en esta entrevista múltiple.
Después de dos embarazos, uno de ellos con una trombosis y otro de alto riesgo, los médicos recomendaron a Esther no entrar a quirófano y buscar un método anticonceptivo alternativo. Davinia estaba decidida a dejar de tenerlos, por eso acudió a su ginecólogo en busca del DIU. Mª Ángeles no quería entrar al quirófano y estaba cansada de tomar otro tipo de anticonceptivos, mientras que Rocío estaba dispuesta a hacerse la ligadura de trompas de Falopio porque otros métodos no le funcionaron. Pero sus planes cambiaron de rumbo cuando sus respectivos médicos les hablaron de las bondades del Essure.
Les aseguraron «que era un método muy fiable», irreversible, «que no tenía efectos secundarios». Un sistema revolucionario. «Maravilloso». Además, la intervención era rápida: un diazepan, a la camilla y listo.
A partir de ese momento, sus vidas empezarían a cambiar. Davinia no tardó mucho en darse cuenta. Aunque la colocación del Essure no precisa ingreso, ella tuvo que quedarse la primera noche en el hospital y al día siguiente sufrió su primera infección de orina.
Luego llegaron las hemorragias, el cansancio, las gastritis, las contracciones de parto –pese a que es un anticonceptivo–, los cambios constantes de humor, los dolores del bajo vientre, el sangrado entre periodos, la aparición de quistes en la ingle, los fuertes dolores de cabeza, las urticarias, la hinchazón del vientre –con apariencia de embarazada–, las continuas infecciones, los calores (diagnosticados como premenopáusicos aunque apenas superan los 40)... Cada síntoma, un médico; cada especialista, una estación de su peregrinaje.
Los sufrían en silencio, solas, sin saber dónde radicaba su origen. Hasta que en la Navidad de 2016 el telediario le dio una clave a Esther: miles de mujeres en España estaban afectadas por el método Essure. Empezó a indagar y dio con la plataforma que hoy las une a través de Facebook.
Esther se informó y le recomendaron que lo primero que tenía que hacerse era las pruebas de la alergia ya que este anticonceptivo está compuesto de metales (titanio, níquel o acero inoxidable). Acudió al alergólogo y el diagnóstico fue revelador: era sensible al níquel en el máximo nivel. Los médicos le dijeron «que tenía veneno en el cuerpo».
Con el informe acudió a su ginecólogo y le vino a decir que era «otra loca del Essure, otra más, que sólo hacíamos caso a lo que leíamos y escuchábamos en las noticias». A pesar de sus acusaciones le gritó que si ella quería quitárselo, se lo quitaba, pero Esther sólo quería una opinión de un especialista.
Cuando consiguieron que le enviaran a Histeroscopia le dijeron que los síntomas que tenía «no estaban relacionados con el Essure; que podía tener alergia, pero no estaba causada por el método». «Poco después la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) lanzó un protocolo en el que reconocía algunos de los síntomas», entre ellos rezaban los mismos que padecía Esther.
Aquello fue en febrero y dos meses después esta sevillana entraba en quirófano para que le realizasen una laparoscopia –extirpación de las trompas de Falopio–, la única forma de retirar los muelles. Aquella intervención debía suponer el fin de sus problemas, pero lo cierto es que las hemorragias volvieron. «Llegué a pensar que los médicos tenían razón, que no era del anticonceptivo y que todos los males me los estaba provocando yo sola», confiesa.
El motivo era bien distinto: habían quedado tres restos de los dispositivos «danzando» por el útero. Pero la respuesta de su médico fue que se esperara a que le volviese a dar problemas. «¿Más?», recalca.
Primero intentaron quitarle los restos en Histerocopia, pero al ver que era imposible, con el consiguiente dolor que le provocó, el ginecólogo le realizó un informe en el que indicaba que «a petición de la paciente» le retiraban el útero urgentemente. «¡Pero yo cómo iba a querer que me extirparan el útero!», comenta con indignación.
Un mes después, tras su recuperación, Esther empezó a vivir. «Recuperé la vitalidad. Para mí ir a la peluquería era un calvario, no podía estar dos horas sentada. Había perdido pelo. Ya nunca más he tenido un infección. Puedo ir al parque con mi hijo. Soy otra mujer», comenta, mientras Mª Ángeles, Rocío y Davinia asienten.
Rocío también ha conseguido que le quitaran el Essure. Llevaba con este anticonceptivo dos años y la mínima bolsa que cogía se le inflamaban las articulaciones, «tenía que dormir como las embarazadas, con un cojín entre las piernas, y tenía fuertes dolores de cadera y espalda», explica. Acudió al centro médico y el ginecólogo que le atendió al principio se mostró escéptico cuando le nombró el Essure. Sin embargo, «mientras me examinaba empecé a sangrar, el doctor paró y me dijo que me tranquilizase, que no pasaba nada y que iba a arreglarme la documentación para intervenirme». «No estaría tan bien» cuando tres meses después Rocío entraba en quirófano, le extirparon las trompas y gracias a que ella pidió una radiografía para que comprobaran in situ si había quedado algún resto los especialistas «quitaron un trozo de útero donde quedaban varios trozos del dispositivo». En el caso de Rocío, el informe recoge que «por juicio clínico» se retiraba el Essure, un hecho que las otras tres mujeres reconocen como un avance, ya que son muchos los consentimientos firmados en los que reza que se retira a petición de la paciente.
Desde ese día, el 5 de septiembre de este año, el marido de Rocío asegura que «ha recuperado a su mujer». También sus hijas, con las que ya puede jugar. Como su familia, la de Esther, y a la espera están las de Davinia y Mª Ángeles que todavía no tienen fecha para su intervención. De hecho, para paliar alguno de los efectos secundarios del Essure, tienen que tomar otro tipo de anticonceptivos.
El Essure no sólo les ha condicionado su vida personal hasta el punto de no poder ir a trabajar, no poder disfrutar de la infancia de sus hijos o no poder hacer la compra, algunas incluso han perdido su empleo. Es el caso de Davinia, quien llegó a pedirle a su jefa que no le renovara, ya que los productos con los que trataba en la peluquería donde trabajaba le provocaban fuertes urticarias.
Muchas se sienten desesperadas ante el caso omiso que le hace la Sanidad. «Mi médico no sabía lo que era el Essure. Siempre tengo que llevar el protocolo de la SEGO, donde indica que es el médico de cabecera el que hace las pruebas pertinentes y tiene que derivarte a Ginecología», explica Mª Ángeles. Están «cansadas» de tener que desplegar la artillería pesada –una carpeta de tres dedos de ancho con todo su historial del Essure– allí adonde van para que les hagan caso. Quieren dejar de luchar contra las paredes que le ponen los médicos y entrar en quirófano para poder recuperar la vida que perdieron cuando firmaron el consentimiento del Essure.
Cuando el método Essure es un éxito
En algunos casos el método Essure ha sido un éxito. Miles de mujeres han conseguido evitar nuevos embarazos gracias a estos muelles. Es el caso de Carmen Fernández, quien después de tener tres hijos decidió que ya había cumplido con la sociedad. Acudió a la consulta de planificación familiar de su centro con la intención de hacerse una ligadura de trompas de Falopio, pero le dijeron que no tenía acceso por su edad, aunque apenas superaba los 40 años. Le ofrecieron otra opción: el Essure, un método que ella conocía bien, porque es personal sanitario. Le explicaron todos los inconvenientes, que era un método irreversible. Como al resto no le hicieron ninguna prueba para determinar si era alérgica al níquel, pero por suerte Carmen no lo es. Cinco años después de ponerse el Essure, Carmen no ha tenido «ningún tipo de problema». «Ni hemorragias, ni dolores». Dice que es «una usuaria satisfecha» y que para ella ponérselo «ha sido liberador». Por eso, le apena que ante un avance para la mujer y la ciencia como era el método, y que permitía evitar el quirófano –algo que en su caso le «aterrorizaba»–, haya tantas voces en contra.