Otro fútbol es posible

Los Sevilla Bulls quieren asentar una disciplina jovencísima, el fútbol en sillas de ruedas eléctricas, y utilizarla para promocionar el deporte adaptado en la Universidad

06 nov 2016 / 08:00 h - Actualizado: 03 nov 2016 / 18:17 h.
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  • Los Sevilla Bulls posan junto a algunos familiares en el pabellon de Pirotecnia, de la Universidad de Sevilla / José Luis Montero
    Los Sevilla Bulls posan junto a algunos familiares en el pabellon de Pirotecnia, de la Universidad de Sevilla / José Luis Montero
  • Ana, Pepe, Elena y Maki se entrenan con el balón, que tiene 33 centímetros de diámetro / José Luis Montero
    Ana, Pepe, Elena y Maki se entrenan con el balón, que tiene 33 centímetros de diámetro / José Luis Montero

Vivir a la sombra del fútbol se convierte en un ejercicio de supervivencia para casi cualquier deporte es España, con honrosas excepciones. Muy poco espacio deja bajo el gran foco para otras modalidades, salvo cuando cada cuatro años llegan los Juegos Olímpicos. Concluida la cita por excelencia, en la que el fútbol tiene un papel residual, los reyes olímpicos quedan recluidos de nuevo en sus cuarteles de invierno. Y si eso sucede con los deportes olímpicos, que el gran público conoce por sus héroes con medallas al cuello, los que ni siquiera tienen ese escaparate caminan en una clandestinidad asumida, en manos de auténticos apasionados que sacan a flote proyectos que se sostienen en ámbitos muy reducidos con un mérito tremendo. Hablamos, además, de Sevilla, de una de las ciudades más futboleras del mundo por esa dualidad que crea vínculos tan fuertes, vitales, es decir, es mucho más que un deporte, son más que clubes, más que una pasión.

En ese contexto, en la ciudad se practican decenas de modalidades deportivas, la mayoría de ellas desconocidas. Si alguien oye hablar del powerchair football, seguramente no tendrá ni idea de qué es. Si se lo traducen por fútbol en silla motorizada, quizá tampoco se imagine de qué va el asunto. Es el fútbol en silla de ruedas eléctrica. Se trata de una disciplina joven, nacida en Francia en los 70, aunque ya dispone de una federación internacional (FIPFA), se han celebrado tres Copas del Mundo y en el horizonte, por qué no, pujará por su inclusión en los Juegos Paralímpicos. Los cinco protagonistas de este reportaje no aspiran a tanto. Para Ana Caballero, Elena Reina, Pepe Riqueni, Maki y Jesús Sánchez, simplemente es una vía para practicar deporte. Les basta con saberse parte de un proyecto difícil pero gratificante, en lo deportivo y sobre todo en lo humano. Ellos son los Sevilla Bulls.

Este equipo sevillano de fútbol en silla de ruedas eléctrica vio la luz el año pasado. La iniciativa partió de la familia de Ana. «Vivimos un año en San Francisco y lo descubrimos por casualidad», cuenta la madre, Encarnación Montiel, que además es la presidenta del club. De vuelta a España investigaron y se enteraron de que en Alicante ya había un conjunto, los Furia. El panorama español se completa con los Leones de la Alhambra (Granada) y Los Atómicos (Córdoba). Precisamente allí, en Córdoba, se enfrentarán los cuatro el 19 de noviembre. No hay más competición que ese torneo, al menos de momento.

Los primeros pasos de los Bulls sevillanos fueron en Mairena del Aljarafe, cuyo ayuntamiento les cedió una pista al aire libre. Luego, la propia Encarnación fue captando posibles jugadores a pie de calle dejando su tarjeta a cada persona que veía en una silla de ruedas a motor. Meses después, el equipo ya se entrena a cubierto, en el centro deportivo Pirotecnia, gracias a la intercesión de la Universidad de Sevilla. La iniciativa ha hallado un eco particularmente fuerte en la vicerrectora de Asuntos Sociales, Ana López.

«Queremos que el deporte se asiente, que se formen clubes y que los chavales tengan una preparación física, como los demás», explica Encarnación, que desea ir más allá. Gracias a sus contactos con la Hispalense, el objetivo también es «crear una asociación universitaria para promocionar el deporte adaptado dentro de la universidad». Además del pabellón, la institución se ha comprometido a buscar voluntarios para que ayuden, por ejemplo, a montar los parachoques. De momento, el mecánico y hombre para todo es Alfonso Caballero, el padre de Ana. La hermana, Victoria, hace las veces de entrenadora.

El powerchair football, como es lógico, tiene sus normas: los equipos son de cuatro (incluido el portero); la pelota mide 33 centímetros de diámetro y la pista, como una estándar de baloncesto (28x15); los partidos se dividen en dos mitades de 20 minutos; y sólo un jugador de cada equipo puede estar a menos de 3 metros de la pelota. La silla debe ser de cuatro o más ruedas y su velocidad máxima, que el árbitro mide antes de cada encuentro, de 10 kilómetros/hora. Como el equipamiento es caro (sólo el parachoque oficial vale unos 400 euros), los Bulls juegan con sus propias sillas de ruedas. A falta de financiación, las familias pagan todo. Hace unas semanas organizaron una gala en Mairena y la recaudación les permitirá alquilar una furgoneta para que el equipo vaya junto, y no desperdigado, a Córdoba. Todos los principios son duros pero el fin, al menos en este caso, sí justifica los medios.