Queipo de Llano: ¿dentro o fuera de la Basílica de la Macarena?

Polémica. Las leyes cierran el círculo sobre uno de los vestigios franquistas más simbólicos de la ciudad: la tumba del general que dirigió el golpe militar en Sevilla

15 sep 2017 / 08:47 h - Actualizado: 15 sep 2017 / 15:05 h.
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  • Los restos de Gonzalo Queipo de Llano descansan en la capilla del Cristo de la Salvación del templo macareno, donde fue enterrado amortajado con la túnica. / Javier Díaz
    Los restos de Gonzalo Queipo de Llano descansan en la capilla del Cristo de la Salvación del templo macareno, donde fue enterrado amortajado con la túnica. / Javier Díaz
  • Vigilia republicana ante la puerta del Arzobispado para pedir para pedir la salida de Queipo de la Macarena. / Manuel Gómez
    Vigilia republicana ante la puerta del Arzobispado para pedir para pedir la salida de Queipo de la Macarena. / Manuel Gómez

Cuentan que aquel 9 de abril de 1951, día de su defunción, la tierra tembló en Sevilla. El general Queipo de Llano había fallecido a los 76 años en su finca del Cortijo Gambogaz, en Camas, y al día siguiente, tras ser amortajado con la túnica macarena, el hombre que dirigió el golpe militar en Sevilla era enterrado, tras un multitudinario funeral, en la capilla del Cristo de la Salvación de la Basílica de la Esperanza, en señal de gratitud y reconocimiento de la hermandad a su decisiva gestión en la construcción del templo.

La historia es de sobras conocida. La iglesia de San Gil había sido asaltada, expoliada y quemada en el año 1936, incidente del que se salvaron las imágenes al haber sido trasladadas a lugar seguro. En marzo de 1938, la hermandad descartaba definitivamente un posible regreso a la parroquia de San Gil, acordando la construcción, cuando fuera posible, de su capilla propia, una empresa en la que acabaría jugando un decisivo papel Gonzalo Queipo de Llano (Tordesillas, 5 de febrero de 1875 – Sevilla, 9 de marzo de 1951), quien dedicó una de sus célebres charlas a través de la radio a promover una suscripción nacional y entre los pueblos de Hispano-América para sufragar el proyecto de nueva capilla. Inmediatamente, empezaron a recibirse numerosas aportaciones. El 18 de marzo de 1949, ocho años después de la colocación de la primera piedra, el cardenal Pedro Segura bendeciría la nueva casa de la Macarena, en un acto en el que el militar golpista actuó como uno de los padrinos de la bendición.

Sesenta y seis años después de su muerte, el cadáver del general franquista y, a la sazón, hermano mayor honorario de la Macarena se ha convertido casi en el principal trofeo de caza de los promotores de las leyes de Memoria Histórica, que rechazan que sus restos sigan descansando en la Basílica de la Esperanza y claman para que «Sevilla sea una ciudad libre de simbología franquista».

La reciente aprobación el pasado marzo de la Ley de Memoria Histórica y Democrática de Andalucía ha estrechado el cerco en torno a la incesante demanda de la posible exhumación de los restos del general, cuyos huesos descansan junto a los de su esposa, Genoveva Martí Tovar, en el interior de la basílica.

La presión sobre la hermandad de la Macarena para desalojar del templo a su hermano mayor honorífico ha ido aumentando progresivamente en los últimos años. En noviembre de 2007 aparecieron pintadas en la fachada de la calle San Luis que decían «Queipo de Llano, asesino». Dos años más tarde, en octubre de 2009, la hermandad, de común acuerdo con los descendientes del general, borraba de su lápida las referencias a su condición de teniente general y la fecha del alzamiento nacional del 18 de julio de 1936, un gesto con el que los rectores de la corporación intentaban «limar asperezas» y desmilitarizar la tumba. Y raro es el año en que la hermandad no tiene que salir al paso para desmentir que la Virgen siga luciendo el «glorioso fajín de General» que lucía Queipo de Llano en los primeros días del Movimiento en Sevilla, donado a la Macarena a ruegos de su amigo y hermano mayor, el militar Francisco Bohórquez Vecina. El avanzado estado de deterioro impide su uso.

La hermandad está cansada de repetir que Queipo está enterrado allí por ser «macareno» y no por motivos políticos, pero ahora es el propio Ayuntamiento de Sevilla el que reclama la exhumación del general.

En julio de 2016, coinicidiendo con el 80 aniversario del alzamiento golpista, el Ayuntamiento de Sevilla aprobaba en un pleno por unanimidad una moción que condenaba el golpe de Estado y que instaba a la Macarena a iniciar los trámites para exhumar al general fascista, punto éste último del que se desmarcaron los grupos del PP y Ciudadanos. El alcalde de Sevilla reconocía el pasado mes de julio el establecimiento de «contactos» con el Arzobispado y la hermandad de la Macarena para la materialización del mencionado acuerdo plenario, a la luz de lo que establecen las leyes estatal y autonómica de memoria histórica.

En puertas de unas nuevas elecciones y de un relevo en su cúpula de gobierno, la hermandad de la Macarena, gobernada todavía por el ex concejal del Ayuntamiento de Sevilla, Manuel García, sigue a la espera de las conclusiones del informe jurídico solicitado a sus asesores legales para conocer hasta qué punto la legislación de la Memoria Histórica «obliga o condiciona» a la corporación de la Madrugá en un edificio que, aunque de proyección pública, podría considerarse como privado.

¿Y qué opinan sobre este espinoso debate los dos aspirantes a gobernar, a partir del 12 de noviembre, la más popular de las hermanades sevillanas? El actual teniente de hermano mayor de la Macarena y candidato a hermano mayor, Santiago Álvarez Ortega, opta por la prudencia a este respecto. «No vamos a dejar de cumplir la ley, pero tampoco vamos a hacer las cosas a ciegas. Habrá que esperar a las conclusiones de ese informe para proceder en consecuencia. Se trata de despejar las dudas sobre cómo y hasta qué punto afecta a la hermandad esta legislación». De todas formas, y ante la cada vez más asfixiante «presión» que se cierne sobre la hermandad a cuenta de la presencia en el templo de los restos del general, Álvarez Ortega lanza la siguiente reflexión: «Intuyo que el desenlace final de este tema pasará por la construcción de un columbario en la Basílica en el que puedan descansar todos aquellos hermanos y devotos sin distinción que así lo deseen y sea cual sea su condición, empezando lógicamente por los que están allí ya enterrados. Un columbario que no fuera algo particular y pueda estar abierto a la visita de los familiares».

El otro candidato en liza es José Antonio Fernández Cabrero. El actual consiliario tercero asegura que la hermandad se enfrenta a «un problema que no es fácil», ya que entre los 14.000 hermanos que conforman la nómina de la corporación «hay distintos sentimientos y sensibilidades, desde el que te dice ‘De aquí no sale Queipo’ hasta el que te sugiere que ‘hay que arreglar esto’». Cabrero mantiene que «la hermandad tiene que cumplir la ley, pero en el contexto en el que están hechas esas leyes» y aboga por «arreglar este asunto desde el respeto a la legislación, a la familia de Queipo de Llano y la sensibilidad de los macarenos».