«Ser sevillano es para mí como una medalla para lucir toda la vida»

Guillermo Sánchez es un mexicano de ascendencia maya que conoció Sevilla de la mano de Miguel de la Quadra-Salcedo. Desde ahí, su idilio es constante con la ciudad, casi tan grande como la de inculcar el consumo del cacao originario de Iberoamérica.

Iñaki Alonso @alonsopons /
11 mar 2017 / 21:48 h - Actualizado: 12 mar 2017 / 15:24 h.
"Inmigración","Iberoamérica en Sevilla"
  • Guillermo Sánchez.
    Guillermo Sánchez.

Cristóbal Colón hizo cuatro viajes en su vida a las Américas. El último de ellos con su hijo Hernando. Fue en esa travesía cuando conoció a Yumbé, un maya que les mostró en Tabasco, por primera vez, las semillas de cacao de donde se obtiene el chocolate. Aquel producto singular de las Indias, que se ganó como bebida multitud de adeptos en Europa, es lo que condujo a Sevilla a Guillermo Sánchez, maya y descendiente directo de Yumbé. Los archivos de la Torre del Oro corroboran este árbol genealógico. La casuística llevó a que conociera la ciudad en el año 1992, de la mano de Miguel de la Quadra-Salcedo, al que conoció en la Aventura 92 y, seguidamente, en la conocida como Ruta Quetzal.

Ahí, en esa primera toma de contacto, se enamoró de Sevilla y, sobre todo, de su gente. «Ser sevillano es como una medalla conmemorativa con la que poder andar por la vida», indica Guillermo, que adora el modo de vida de la ciudad. Hasta sus desayunos, con «su tostada donde le pone su aceite, su ajo, su jamón,... es diferente al resto de España». «Sevilla es de los lugares más interesantes del mundo», insiste este mexicano, que reparte su vida entre su Riviera Maya natal y la capital hispalense. De hecho, su escapada sevillana se alarga desde que recibe lo llamada para participar en el Festival de las Naciones, allá por septiembre, hasta casi los últimos coletazos de la Cuaresma. No porque no le guste la Semana Santa, sino porque ya ha tenido tiempo de ver y disfrutar «de todos los pasos».

El festival es una parte mínima de su vida. Su devoción, sin embargo, es la misma que la de Yumbé. El cacao. Desde que pisó la península, ha querido instaurar el cacao maya, sin ese chute de azúcares que sí ofrecen las marcas comerciales. Primero fue con la organización del V centenario del descubrimiento del cacao será el artífice de la puesta en marcha y la creación del Museo del Chocolate de Valor, institución que acoge la colección arqueológica de la dinastía Xiu –a la que pertenece Guillermo–.

El chocolate es su razón para sus idas y venidas a Sevilla, a la que llegó a sabiendas de que «la obesidad infantil era un problema». A través de una fundación, Guillermo ha buscado poner a disposición de las madres un chocolate sin esos aditivos azucarados para sus hijos –están hechos de cacao y miel, todo natural–. Y, de paso, lo obtenido permite dotar de infraestructuras –como una escuela– a las 22 comunidades responsables de la producción de cacao.

De ahí ese peregrinaje de Guillermo, que ya acumula cinco veces más viaje que Cristóbal Colón. En Sevilla quiso crear el museo del chocolate maya, dada la importancia de la capital como enlace con las Indias. Pocos en los gobiernos locales les escucharon, salvo honrosas excepciones.

Ahora, sus retos miran al otro lado del charco. La muerte, hace algo más de un año, de De la Quadra-Salcedo le invita a hacer homenajes a su amigo en la Riviera Maya que tanto visitó. «Que menos que un parque o una escuela con su nombre», concluyó