Sevilla recupera el pulso migratorio tras la crisis

El saldo de entrada y salida de personas vuelve a ser positivo tras un lustro con más emigrantes exteriores que inmigrantes. Sin embargo, la estadística de migraciones interprovinciales sigue arrojando cifras negativas

17 dic 2017 / 22:15 h - Actualizado: 17 dic 2017 / 22:16 h.
"Inmigración","Día del migrante"
  • Inmigrantes esperan en la puerta de extranjería, en la Plaza de España. / F. Cazalla
    Inmigrantes esperan en la puerta de extranjería, en la Plaza de España. / F. Cazalla

Sevilla ha sido, a lo largo de los siglos, epicentro de migraciones. Como punto de partida o acogida, la capital andaluza, guarda un pasado neurálgico en esta cuestión. En época medieval, siendo uno de los puertos más importantes del mundo conocido, con un incesante flujo humano entre Europa o América o desde el siglo XIX con la partida de familias enteras hacia regiones industrializadas de España, hecho luego repetido a lo largo de un siglo XX que además se acrecentó con el fenómeno de los migrantes de zonas rurales sevillanas hacia la pujante Europa central.

Desde finales de la pasada centuria, la tendencia se invirtió, convirtiéndose España –y Sevilla– en esa tierra de oportunidades y pujanza a la que arribaron miles de inmigrantes sudamericanos, de Europa del Este, el Magreb o desde el África subsahariano. La crisis, trajo consigo otro fenómeno que fue la salida de jóvenes, generalmente formados, que buscaban destinos donde desarrollar su potencial profesional, por la falta de oportunidades en su tierra y además, para mejorar en el uso de otros idiomas. Además, en este contexto de depresión económica, también llevó consigo el retorno de los migrantes que años antes aterrizaron en la península.

Este contexto último, el de la nueva variación de los ritmos migratorios en el país, con reflejo en Sevilla, explica la situación que se ha vivido en esta segunda década del siglo XXI. La provincia recuperó en 2016 el saldo positivo de las migraciones exteriores tras un lustro de pérdida, es decir, cinco años consecutivos en los que el balance de entrada y salida de migrantes fue más alto en cuanto a las partidas, provocándose un flujo negativo de migración. En 2016, como se refiere, la situación viró para resultar una cifra de 1.211 personas más que llegan que se van.

Al fin y al cabo, los datos suponen pruebas irrefutables del panorama: mientras en los años donde la crisis aún no se daba por válida, sobre todo teniendo en cuenta que las estadísticas de empleo no eran tan paupérrima como en años posteriores, eran muchos más los migrantes recibidos que los que salían. Ejemplo son los años 2008 y 2009, en los que el INE ofrece datos muy altos de balance de saldo migratorio: 6.661 y 3.099 personas de más entre los que entran al respecto de los que se van. Ya se nota una diferencia interanual en claro descenso, que se confirmaría al año siguiente, 2010, cuando la cifra, aún positiva, es de 1.548.

Los dos primeros años de la nueva década, dejan patente que aún son momentos de recepción de migrantes, ya que 2011 también arroja dato positivo, de 2.066 inmigrantes más que emigrantes. 2012, al fin y al cabo, continúa la seria de descensos en cuanto a la llegada de nuevas personas con origen extranjero a la provincia, y, por primera vez en lo que va de siglo, da una estadística negativa, -406, es decir, que son más los que se van que los que vienen. El suelo de flujo migratorio en la provincia llegó en 2013, con -3.148. Esto se entiende por ser un año en el que la crisis y la falta de empleo se acentuaron, provocándose que miles de ciudadanos buscaran refugio fuera de la provincia. 2014 y 2015 ya aminoraron el saldo negativo de migraciones, con -784 y -235, respectivamente, hasta llegar a la estadística de 2016, ya positiva.

Sin embargo, y aunque pueda deducirse que la provincia recupera el pulso migratorio externo tras los años en los que la crisis más arreció, no ocurre lo mismo al respecto del interno, o lo que es lo mismo, los movimientos migratorios dentro de España. En esta estadística la provincia lleva años con saldo negativo, con más sevillanos que emigran a otras provincias españoles que inmigrantes nacionales llegan. El último dato, el del primer semestre de 2017, da -1.522, una cifra que al fin y al cabo viene a equiparar lo habitual en el resto de semestres del último lustro, en los que siempre han salido más ciudadanos de la provincia de Sevilla hacia otros puntos de España. De hecho, en lo que llevamos de siglo, este último semestre del presente 2017 –de enero a junio–, ha sido el que ha presentado datos de mayor diferencia entre las partidas y las llegadas, con lo que nada hace imaginar con una tendencia que cambie, como sí ha ocurrido al respecto de los datos de migraciones externas.

Pero no siempre fue así. Entre 2011 y 2008, existía una auténtica supremacía de las inmigraciones nacionales a Sevilla frente a las emigraciones. Y este dato, tiene poco contexto general al ser movimientos dentro de las fronteras de España, entre una provincia y otra, ya que la situación de crisis se ha vivido en todo el país, aunque sí es verdad que puede influir el hecho de que la situación de paro sea más grave en el sur peninsular, en este caso, Andalucía y, por ende, Sevilla.

Los datos de la provincia hispalense no están fuera de lo vivido en la autonomía, ya que en Andalucía también existe un saldo negativo, en este caso, antes incluso que en Sevilla, desde el primer semestre de 2010.

Estos datos suponen todo un termómetro de la situación social de la provincia, con continuas fluctuaciones en cuanto a la llegada y partida de habitantes. La crisis, el empleo, la falta de oportunidades para los jóvenes o necesidades formativas, condicionan un censo migratorio fácilmente mutable.